De cara a la segunda vuelta del domingo 19 de octubre, no encontramos entre los dos candidatos a la Presidencia de la República (léase art.11. de la Constitución Política del Estado) propuestas que resuman la suma de medidas económicas, políticas y culturales; de justicia y progreso social, subsistiendo la oscuridad, la carencia de ideas y la escases de valores éticos.
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Da la impresión que no han entendido que los bolivianos demandan soluciones a la crisis económica y social, acato puntual a los derechos humanos y el establecimiento de una autonomía que distribuya adecuadamente competencias, recursos y responsabilidades en un marco de equidad que privilegie la coordinación y respete la independencia de los Órganos de poder. Solo así podrán sentarse las bases para la construcción de un probado Estado de derecho y pacto autonómico; es en el respeto a la persona y en la equidad donde se funda la convivencia armónica, cuyo gran desafío es contar con recursos económicos suficientes para dar respuesta a las crecientes necesidades de la población mediante la ampliación de las oportunidades de bienestar, justicia, progreso y respeto para quienes tienen menos.
El boliviano no es kolla, ni mascacoca, ni hediondo, ni indio, como afirman los que padecen del síndrome de Hibris; los bolivianos ya no quieren insultos, ni discursos, quieren definiciones y compromisos concretos. Pero los dos solo ofrecen guerra sucia, ofrendas y peroratas, evidenciándose que no son decididos impulsores de una nueva Bolivia que vigorice la actividad ciudadana y que sirva de enriquecimiento en las formas de pensar dentro de la diversidad cultural.
Los dos que aspiran a gobernar, incluido el presidente que convirtió el Palacio de Gobierno en casa de citas y alista sus valijas, no tienen la más mínima referencia de su respeto al ser humano y a la vida; a la familia, a la educación, al desarrollo económico y empleo para impulsar la producción y ser competitivos, pese a que Bolivia es una tierra realmente fértil. No refieren, siquiera marginalmente, a la identidad que debe unirnos; al bienestar humano y progreso social que significa crecer para crear riqueza y elevar los niveles de bienestar de la población; al desarrollo social y combate a la pobreza en la que nos han sumido los gobiernos de Evo Morales, Jeanine Añez, Luis Arce Catacora y el MAS; al desarrollo y consolidación del Estado autonómico planeando hacia dónde, cuándo y cómo habrá de canalizarse la energía social para que esta no se disperse o choque, por el contrario, que sea la fuerza que nos asegure el logro de objetivos comunes; en fin, no se escucha identificar lo importante, lo que nos es común, lo que todos queremos que sea Bolivia; no hay compromiso de una propuesta alternativa al proyecto político arrogante y autoritario que gobierna desde 2006.
Los dos candidatos a la silla que en todo tiempo produce abundante miel, los senadores y diputados elegidos para que se relaman los dedos con azúcar molida y sus equipos de asesores, que se supone conocen la realidad de Bolivia, deben proponer no agredir, ni insultar, ni vanagloriar a sus jefes; deben cumplir lo que manda la Constitución para hacer un aparato dinámico, eficaz y justo con cero tolerancias a la corrupción que se ha institucionalizado en todos los niveles de gobierno.
Los socialdemócratas, los libres de la derecha y el dueño de Unidad Nacional deben definir políticas en temas que no sean más de lo mismo, aunque ya han dado señales de que serán más obedientes que inteligentes, y eso no sirve en política.
Solo los que exponen con claridad, los que ven hacia adelante, los que afrontan retos, comparten y delegan responsabilidades son idóneos, los otros no porque se quedan en el camino agarrotados por su esencial arrogancia y mediocridad política.
Henry Gonzalo Rico García
El autor es Abogado y docente universitario.