Por Horacio Guido Valle Santa Cruz
La reciente noticia sobre el fracaso exploratorio del pozo Yapucaiti X-1, en el municipio de Huacareta, departamento de Chuquisaca, volvió a poner en evidencia la profunda crisis que atraviesa el sector hidrocarburífero boliviano. Tras perforar más de 5.300 metros, no se encontraron hidrocarburos, pese a la millonaria inversión realizada; sin embargo, más allá del revés técnico, el hecho refleja una problemática estructural que exige una revisión urgente de las políticas públicas aplicadas al sector energético, debiendo considerarse todavía con cierta prudencia los hallazgos del campo Mayaya.
La exploración de hidrocarburos es un negocio altamente riesgoso, toda vez que las probabilidades de éxito se sitúan en torno al 30%, incluso bajo condiciones óptimas; en términos más prácticos, de cada diez pozos perforados, sólo tres suelen arrojar resultados positivos, y no todos garantizan volúmenes comercialmente viables, siendo importante considerar factores como la experiencia técnica, la calidad de los estudios geológicos, el tipo de terreno y la disponibilidad de información que influyen directamente en los resultados.
En Bolivia, la actividad exploratoria lleva años rezagada, en razón que la normativa vigente es considerada una de las más restrictivas y agresivas de la región, debido a las altas cargas tributarias, los controles estatales y las limitaciones constitucionales para la participación privada. Este marco desincentiva la inversión y ha provocado una caída sostenida en la producción de gas natural, que en 2025 se ubica por debajo de los 30 millones de metros cúbicos diarios, frente a los más de 55 millones registrados entre 2012 y 2018, siendo importante mencionar que durante ese período, Bolivia abastecía a mercados estratégicos como Brasil – contrato gestionado en 1996 – y Argentina – realizado en 2007-, siendo éste último no renovado y que hoy resulta inviable renovarlo ante la baja capacidad productiva.
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Para revertir esta tendencia y en procura de incentivar la exploración y producción de gas, se aprobó normativa que atraiga ciertos niveles de inversión de las empresas privadas con las cuales se firmaron contratos de servicios petroleros con YPFB, pudiendo destacarse la Ley de desarrollo sostenible del sector hidrocarburos, la cual reconoce los costos recuperables, así como las retribuciones al titular, los cuales son pagos efectuados a dichas empresas. Adicionalmente, en el año 2015 se aprobó la Ley de Incentivos con el objetivo de promover inversiones en exploración y explotación de hidrocarburos, a través de pagos de incentivos a las firmas dedicas a estas actividades; sin embargo, este tipo de medidas no lograron prosperar en su propósito, por lo que actualmente se materializó el contexto actual adverso.
En este sentido, al existir, por un lado, normativa agresiva en aspectos tributarios y regulatorios y, por otro lado, egresos importantes por conceptos de «incentivos», en una suerte de compensación ante las fuertes cargas impositivas, no han hecho otra cosa que dejar fenecer en el corto plazo al sector que en algún momento fue el más importante para la economía boliviana.
Por tanto, ante el panorama adverso que actualmente enfrenta y proyecta el país, así como la seguridad jurídica y Estado de derecho que han sido relegados a un tercer plano; es imperativo aprobar normativa que renueve este sector, para que el inversor pueda obtener los retornos por el gasto de capital que efectúe, así como la asunción de posibles pérdidas, toda vez que se requieren cantidades masivas de recursos que demanda esta actividad, los plazos de ejecución de los proyectos de exploración y desarrollo son amplios –de dos a cinco años- y tienen una baja probabilidad de éxito geológico.
En este sentido, en caso de que se asuman medidas correctas de forma inmediata, los resultados positivos se materializarán por lo menos en tres años; sin embargo, en caso de continuar con la tendencia actual, la crisis energética se encuentra «a la vuelta de la esquina» y la pregunta no es si habrá consecuencias, sino, cuándo las enfrentaremos.