Especialista recomienda organizar el tiempo, reforzar hábitos de estudio, motivar con propósito y fomentar la comunicación. Son claves para acompañar a los hijos en la recta final del año escolar.

Fuente: El Deber
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Con el cierre del año escolar 2025 programado para el 9 de diciembre, según el calendario oficial del Ministerio de Educación de Bolivia, muchas familias en Santa Cruz atraviesan una etapa intensa marcada por evaluaciones finales, trabajos acumulativos y presión académica. Este periodo no solo representa un reto académico para los estudiantes, sino también emocional, especialmente por la carga de expectativas y responsabilidades. De acuerdo con datos de la OCDE, más del 70 % de los estudiantes en el mundo experimentan altos niveles de ansiedad durante los periodos de evaluación. En América Latina, este fenómeno tiende a acentuarse debido a la concentración de actividades y calificaciones en las últimas semanas del año escolar.
La psicopedagoga y docente de la Universidad Privada Domingo Savio (UPDS), Paola Danny Alemán Valdivia, subraya que el apoyo familiar es un factor clave para que los hijos enfrenten este periodo con tranquilidad y confianza. “Más que exigir resultados perfectos, se trata de construir un entorno estable y positivo, que les permita organizarse mejor, mantener la motivación y fortalecer habilidades útiles para su formación integral”, señala.
Alemán advierte que el estrés académico puede reflejarse en falta de concentración, irritabilidad, frustración o desmotivación, e incluso generar una sensación de agotamiento que afecta tanto el aprendizaje como el bienestar emocional. Por ello, resalta la importancia de una presencia familiar activa, empática y equilibrada.
La especialista propone una serie de estrategias prácticas para aplicar en casa durante esta recta final —y que idealmente se mantengan como hábitos cotidianos: Organizar el tiempo de forma clara y constante es fundamental para reducir el estrés y mejorar el rendimiento. Elaborar un calendario semanal que combine momentos de estudio, descanso y recreación permite mantener un equilibrio saludable, con sesiones de entre 45 y 60 minutos acompañadas de pausas breves para recuperar energía. Del mismo modo, reforzar hábitos de estudio eficientes mediante métodos como el Pomodoro o el uso de mapas conceptuales ayuda a estructurar las ideas y distribuir mejor el tiempo según la dificultad de cada materia.
Es importante también motivar desde el propósito y no desde la presión, conversando sobre metas personales y el valor que cada asignatura tiene en el desarrollo futuro de los hijos, incorporando actividades lúdicas o retos familiares que hagan el aprendizaje más atractivo. Evitar presiones excesivas y centrarse en el proceso permite reconocer los avances y esfuerzos, recordando que un resultado académico no define a la persona ni su potencial. Finalmente, fomentar la comunicación y el apoyo emocional diario, dedicando unos minutos para escuchar y compartir experiencias sin distracciones tecnológicas, fortalece la confianza y la conexión familiar, elementos esenciales para el bienestar emocional y académico de los estudiantes.
Finalmente, Alemán destaca que la recta final del año escolar no debe entenderse solo como una carrera por aprobar materias, sino como una oportunidad para cultivar hábitos saludables que perduren en el tiempo. “Cuando las técnicas de organización, estudio y comunicación se vuelven parte de la rutina, dejan de ser una carga y se transforman en herramientas naturales para toda la vida”, concluye.