Quien asuma el mando de la Nación tendrá ante sí la tarea de la Protección Social en el Mercado de Trabajo. Permitir que la participación de la mujer en el mercado laboral se nivele con la del varón, asumiendo que el desempleo tendrá que ser cubierto por mujeres, así sea trabajen ellas a tiempo parcial de las 40 horas semana. Los interlocutores serán de modo imprescindible los sindicatos en el plano obrero y las asociaciones profesionales y el empresariado para protagonizar el desarrollo social. Así, patronos y dependientes tendrán que suscribirme el pacto social que se ha venido reclamando, ambos colectivos tendrán que asumir una determinante labor. Adiós a las huelgas y entierro de los bloqueos en la lucha por la Justicia y el Derecho de todos.
Estos conglomerados tendrán que convivir por el bien de Bolivia en la puja por la Justicia Social, el Estado seguirá en su rol de árbitro administrador del pacto, aunque sin rebajar aquellos logros que caracterizaron la legislación boliviana en centenaria batalla matizada por la sangre derramada y la violencia que caracterizó a las autarquías que aparecen en nuestra historia de 200 años.
Los empresarios tendrán que aceptar la presencia de sus trabajadores en los equipos de liderazgo para salir adelante con éxito, sin menoscabo de las conquistas, ahora apartados del populismo, del oportunismo, de la demagogia que tantísimo daño han causado al doliente cuerpo nacional, víctima de la explotación, el desgobierno, de la injusticia.
No será nada fácil. El organismo social está deteriorado, hay heridas sangrantes y los recursos no serán suficientes para deshacer los entuertos. No podrá ser un régimen complaciente, benevolente, débil, la cirugía estará allí firme para extirpar el mal, sin excederse, la escisión será medida, tan producir para dar fin con el mal para siempre.
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Por desgracia la dádiva oficial, por demagogia avanzó tanto que existe hoy una masa ociosa, vive sin producir, arrimada a los subsidios, bonos creados por el populismo, muy similar a lo ocurrido en Argentina, en Venezuela, podríamos decir que también en México y Brasil, «no se les puedes dejarnos morir de hambre» pero deberán entender desde el primer día, que «el pan se gana con el sudor de la frente». Allí estarán las medidas ya aplicadas en aquellas naciones que extirparon el mal, aceptar la urgencia de asumir un mercado laboral, mediante los centros de formación, algunos le llaman «de reciclaje de la mano de obra» hasta transformarlos en productivos, algunos de ellos autoproducente en las universidades, los cuarteles, las tareas de servicio dentro del turismo, el transporte, la salud.
En fin. El ciudadano tiene que estar informado que será el fin del derroche, de la opulencia, del gasto insulso. Tendrá que imponerse la mesura, la austeridad, en suma, la responsabilidad de devolver a Bolivia la dignidad perdida.