Un plan de emergencia para reconstruir el país


Bolivia inicia un nuevo ciclo político en medio de una crisis que no es solo económica, sino también social, institucional y sobre todo moral. El país enfrenta inflación, recesión económica, desempleo, pobreza en aumento, servicios públicos colapsados y una profunda desconfianza en las instituciones. Pero esta vez hay una oportunidad inédita: un presidente con mayoría en la Asamblea Legislativa y una oposición constructiva que ha comprometido apoyar de forma propositiva esta gestión gubernamental, lo que permitirá actuar indudablemente con mayor rapidez y decisión.

Es el momento de impulsar un Plan de Gobierno de Emergencia, capaz de estabilizar el país, sentar las bases de un nuevo pacto nacional e iniciar el camino hacia la reactivación económica. Las medidas deben ser firmes, pero realistas. En lo económico, urge una estabilización inmediata que frene el déficit y recupere la confianza interna y externa, acompañada de una reactivación productiva centrada en empleo, seguridad jurídica, industrialización del litio, desarrollo de la industria del turismo, liberación de las exportaciones y apoyo a las microempresas en general.



En el plano social, Bolivia necesita una respuesta sanitaria y educativa urgente, junto a un programa alimentario de emergencia que llegue a los sectores más vulnerables. Pero la reconstrucción no será posible sin una reforma institucional profunda: justicia independiente, transparencia total y tolerancia cero a la corrupción.

Finalmente, el desafío político es convertir la mayoría legislativa en una herramienta para el bien común, no solo para legislar y fiscalizar. Se requiere liderazgo que una, no que divida. Un nuevo pacto social y productivo entre Estado, empresarios, trabajadores, regiones y pueblos indígenas podría marcar el renacer de Bolivia.

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En esta etapa crucial es muy importante y necesaria la activa participación ciudadana, que haga uso efectivo de los mecanismos que están contemplados en la Constitución Política del Estado, sin perder de vista el bien mayor, cuyo objetivo principal es hacer fuerza común para salir de esta crisis multidimensional.

El tiempo de la confrontación terminó. Es hora de gobernar para todos los bolivianos con visión, coraje y sentido de urgencia. La crisis puede ser el punto de partida para una nueva etapa de reconstrucción nacional, si hay voluntad política para mirar más allá del poder y pensar, de una vez por todas, en el futuro de este extraordinario país.

 

Fernando Crespo Lijerón