Vicepopulismo y teorema de Baglini


Emilio Martínez Cardona

No era exabrupto, era estrategia. El segundo del binomio debía subir el tono hasta la estridencia, para conectar con lo “nacional-popular”, mientras el número 1 emitía una línea más mesurada pero ambigua, manteniendo el cable a tierra con la clase media.



Esta fórmula de “vicepopulismo” funcionó en primera vuelta, mientras los reflectores mediáticos estaban lejos y no existía un debate minucioso sobre lo que se decía, amparados en la acostumbrada tolerancia hacia las iniciativas absurdas de los “candidatos chicos” (recordemos el teorema de Baglini: el grado de irresponsabilidad de las propuestas de un partido o líder político es inversamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder).

Pero en el balotaje las cosas empezaron a funcionar de otra manera. Al principio, pensaron que las contradicciones que esa estrategia bifronte dejaba al descubierto, como un doble discurso, podían ser balanceadas con algo de control de daños, disculpando, aclarando o “traduciendo” lo dicho por el aspirante a co-presidente, pero esto pronto se mostraría insuficiente.

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Y entonces pretendieron matar al mensajero, tratando de descalificar o de amedrentar a la prensa que evidenciaba la incoherencia y las irracionalidades, en un error crítico para su campaña, que sólo consiguió incrementar el escrutinio público de las propuestas improvisadas.

Llegados a este punto, la estrategia del vicepopulismo ya colapsaba: si se ganaba algún voto a través de la vociferación, eran muchos más los que se perdían. Algo que quedó claro en la encuesta inicial del balotaje, donde la fórmula de los co-presidentes (enfocado uno en los sectores medios y el otro en los populares) sólo alcanzó un crecimiento del 7% desde la primera vuelta, mientras que el otro binomio daba un salto gigantesco del 20%, solamente en base a la prudencia, al clásico “no equivocarse” que está en los manuales de campaña.

El estudio de opinión mostró que el diseño bifronte ahuyentaba a los votantes del tercer candidato, que iban a parar a los brazos del adversario y, para colmo, espantaba también a varios puntos porcentuales de quienes habían apoyado en primera vuelta al “dúo sorpresa”, sin saber muy bien de qué se trataba.

Puestos ante la gélida realidad, tuvieron algunas reacciones equivocadas, como reincidir en atribuirle la situación a la supuesta “guerra sucia”, muletilla que ya no convence a nadie, y otra más inteligente, como sacar de El Picacho al ex presidente Jaime Paz Zamora, para ensayar una redirección del discurso en base a palabras de unidad, reconciliación y alianza para la gobernabilidad, “más allá del voto”.

Algo que sintoniza mejor con la sensibilidad ciudadana, con miras a ganar puntos en lo que resta de la campaña, pero que también sirve en caso de una derrota, para cogobernar con el ahora adversario. Sin el capitán imprudente, claro.