Victoria pírrica: ¿Vuelve la paz a Oriente Medio?


 

 



Corría el año 279 antes de Cristo, cuando las tropas de Pirro, rey de Epiro, se enfrentaba a las fuerzas romanas comandadas por Publio Decio Mus en la batalla de Asculum, caracterizada por su inusitada violencia y una baja enorme de soldados. Los romanos estuvieron a punto de ganarla atacando la retaguardia del ejército enemigo, aunque finalmente y a costa de su enorme poderío militar, el rey Pirro logró imponerse, señalando finalmente: “una victoria más como está y estaremos perdidos”, convirtiéndose aquella en la primera victoria pírrica que recoge la historia.

El 14 de mayo de 1948 el protectorado británico se retiraba de Tierra Santa. Veinticuatro horas más tarde, David Ben Gurion –un judío llegado desde Polonia durante la segunda “aliyá” que fungía como presidente de la Agencia Judía–, declaró la independencia de Israel en Tel Aviv, a la sombra de un retrato de Theodor Herzl. Ante estos acontecimientos, las repúblicas árabes de Egipto, Jordania, Líbano e Irak, desplegaron sus tropas para invadir al nuevo Estado. Contra pronóstico, Israel terminaría repeliendo el ataque, alcanzando un triunfo categórico. Este episodio marcaría a sangre y fuego la historia reciente de Oriente Medio.

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A comienzos del siglo XX el territorio que ocupa actualmente Israel se encontraba dividido entre el “valiato” de Beirut y el “mutasarrifato” de Jerusalén. Contrariamente a lo que se quiere establecer como verdad, en aquella latitud del planeta reinaba la paz desde hace siglos, luego de que el sultán Selim I se las arrebatase a los egipcios. Un prolongado periodo de paz que se vio interrumpido tan solo por una incursión militar del ejército francés de napoleón el año 1799.

Pasados algunos años, las comunidades judías de distintos países alrededor del mundo, habían comenzado el retorno a Jerusalén. La migración comenzó en pequeña escala y se fue incrementando progresivamente durante décadas, hasta llegado el siglo XX, tiempo en el cual comenzaron a organizarse las llamadas “aliyás”, con el desplazamiento de grandes grupos humanos que recorrieron miles de kilómetros para establecerse en la región que consideran como la de sus antepasados.

Durante décadas, lo único que se había interpuesto para el estallido de un conflicto armado entre Israel y Palestina, había sido el ejército británico. Aprobada la Resolución 181 de la ONU, se decidió el repliegue de sus tropas, con lo que se produjo el inicio de la primera guerra árabe-israelí entre mayo y diciembre de 1948. La pequeña franja costera en torno a la ciudad de Gaza se anexionó a Egipto. Firmados los armisticios, la situación en la región comenzó a empeorar.

El 26 de julio de 1956, el gobierno egipcio decidió nacionalizar el canal de Suez y prohibió la navegación de barcos israelís. Ante esta agresión, Israel decidió invadir la Península del Sinaí, obligando una vez más a la intervención de Naciones Unidas y en este caso del Reino Unido, que estableció claramente que todo lo que había para el funcionamiento del canal, lo habían dejado ellos, intercediendo para que la escalada de violencia no llegará a mayores.

En mayo de 1967, Egipto expulsó a los observadores de la ONU e invadió la Península del Sinaí. Jordania, que había firmado un tratado de defensa mutua con Egipto, envió sus tropas, junto a Siria e Irak que se sumaron al ataque, se reanudaron los capítulos de violencia. Este episodio fue conocido como “la guerra de los Seis Días”, desarrollados entre el 5 y el 10 de junio de aquel año.

El 6 de octubre del ‘73, Siria y Egipto se lanzaron nuevamente al ataque contra el Estado judío, en esa ocasión coincidiendo con la festividad del “Yom Kippur” (día de la expiación del calendario judío). Irak, Jordania, Libia y los países del Golfo Pérsico contribuyeron con un embargo petrolífero, desatando la “Crisis del Petróleo”, que tuvo una sería repercusión en la economía de los países occidentales.

En 1978, la intermediación del Presidente Norteamericano, Jimmy Carter, permitió que Egipto y Jordania se sentaran a la mesa para negociar los acuerdos de paz con Israel. Los acuerdos “Camp David” fueron suscritos el 17 de septiembre de aquel año y posibilitaron una paz prolongada entre Egipto e Israel. A estos acuerdos se sumaría Jordania en octubre de 1994.

En lo sucesivo se buscó alcanzar acuerdos de paz con el resto de países que siguen viendo en Israel a un enemigo que mantiene bajo su control el territorio de Gaza, habitado en su amplia mayoría por palestinos, lo que ha dado lugar a conflictos cerrados durante años y que se han ido profundizando con la disruptiva aparición de facciones extremistas y fundamentalistas que lo último que buscan es que la paz se imponga.

El 7 de octubre de 2023, Hamás llevó adelante la operación “tormenta de Al-Aqsa”, atacando las ciudades israelís de la frontera con una lluvia de cohetes, penetrando el “Domo de Hierro”. Alrededor de tres mil terroristas invadieron Israel a través de la frontera de Gaza y atacaron a la población, provocando una masacre que dejó más de mil doscientas personas muertas, principalmente civiles y secuestrando a centenares, acciones de las cuales difundieron imágenes que conmocionaron al planeta.

Israel respondió a esta agresión con bombardeos aéreos y artillería, gozando del respaldo del gobierno de los Estados Unidos, derivando el conflicto en una escalada de violencia que ha provocado tensiones entre las principales potencias del mundo que preveían una reacción controlada. Los principales objetivos en la mira de Israel fueron las infraestructuras militares, a pesar de que los bombardeos que buscaban acabar con Hamás afectaron todo tipo de instalaciones. Dos años de conflicto dejó una elevada cifra de muertos y la ciudad de Gaza prácticamente devastada.

Se sabe que la agresión terrorista de Hamás buscaba frenar las negociaciones entre Israel y Arabia Saudí. La Franja de Gaza, controlada por el grupo fundamentalista desde 2007, arrastraba durante años una larga lista de conflictos con el gobierno israelí. A pesar de aquello, la comunidad internacional esperaba una respuesta más corta y medida, pero los cálculos del gobierno de Netanyahu han prolongado el conflicto más allá de los límites previstos.

En los últimos días, se ha llegado a un acuerdo para avanzar en el plan de paz de Donald Trump para Gaza. Mismo que impone un alto al fuego, la devolución de rehenes por parte de Hamás a cambio de la liberación de dos mil prisioneros palestinos. Posteriormente, Israel debe retirar sus tropas de la franja de Gaza que, por ahora, se maneja con cierta cautela ante cualquier sorpresa que pudiese entorpecer el regreso de la paz a Oriente Medio.

Con este acuerdo de paz se pone fin –al menos por ahora– a un conflicto devastador que ha cumplido dos años hace apenas unos días. La voluntad manifiesta y las garantías que pueda brindar el gobierno norteamericano son vitales para el regreso de la paz. Las dudas de viabilidad que se ciernen sobre el plan de paz, debido fundamentalmente a las brechas asimétricas entre el gobierno de Israel y Hamás, tienen previsto el desarme del grupo terrorista y la recomposición de un nuevo gobierno en Gaza, lo que todavía mantiene la amenaza.

Las prioridades de Israel por lo pronto pasan por el reajuste de seguridad, lo que incrementa la incertidumbre sobre la duración del alto al fuego, tomando en cuenta los episodios del pasado, cualquier incumplimiento podría reavivar el conflicto. En esta victoria pírrica los ganadores son los países árabes que han jugado un papel fundamental en las negociaciones. Hamás deberá ceder el control de Gaza a una Junta de Paz presidida por el presidente norteamericano, a pesar de que mantienen alrededor de quince mil combatientes en activo.

Por su parte Israel debe lidiar con sus problemas internos y el rechazo de la coalición de ministros que se han opuesto abiertamente al plan de paz propuesto, lo que pone en riesgo los acuerdos firmados por Benjamín Netanyahu al que acusan de haber prolongado la guerra sólo para mantenerse en el poder, por lo que podrían convocar a elecciones.

Aun con la incertidumbre de que se respeten los acuerdos y finalmente la paz vuelva a Oriente Medio, este periodo de alto al fuego permitirá que llegue la ayuda humanitaria a Gaza, aliviando a miles de familias que atraviesan condiciones de vida extremas. Se espera que, tras la primera fase del acuerdo, los avances para restablecer la paz de forma definitiva se pongan en marcha, más si se toma en cuenta que en la guerra no existen ganadores, sólo perdedores, muerte y desolación.

Mientras llega la paz, que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu, recuerden que: “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.