Hernán Terrazas E.
La telenovela de Edman Lara, a la que no le faltan ingredientes de pasión, ambición y cosas peores, ha ingresado ya en su tercera semana de emisión sin que hasta la fecha se pueda saber con certeza cuándo es que se llegará al último capítulo, si habrá o no final feliz o si el suspenso será la tónica permanente.
Lo cierto es que, por suerte, hasta ahora las críticas y cuestionamientos de Lara no han afectado la marcha del gobierno. Ninguna de las decisiones urgentes pasa hoy por la vicepresidencia y es posible que incluso otras medidas de carácter estructural puedan tramitarse también sin muchos frenos en la Asamblea.
Pero de que el ruido molesta, por supuesto que molesta. No es normal que, en los primeros días de una gestión, el segundo mandatario observe, por ejemplo, el incumplimiento de compromisos electorales. Si lo hiciera seis meses después o un año más tarde, la evaluación podría tal vez ser justa y la autocrítica válida. Pero sacar conclusiones sobre el desempeño del alumno en las dos primeras semanas de clase es, por lo menos, desquiciado.
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Se sabía que Lara podía ser un problema. Es más, no fue el acompañante de fórmula tradicional, sobre todo al día siguiente del triunfo en la primera vuelta electoral, cuando ya hablaba de encanar al ahora presidente si es que hacía las cosas mal.
Ningún otro candidato a la vicepresidencia dio mucho que hablar, a excepción tal vez de Juan Pablo Velazco con lo de sexi y lo del cohete Tupaj Katari. El resto estuvo dentro del molde y siguiendo el guion original.
Lara superó todos los límites. No solo quiso decidir sobre la elección de ministros, cosa que no le toca, sino que se quejó de no ser invitado al gabinete cuando en realidad dependía de él hacerlo o no. Además, pasó más días fuera que dentro de su despacho y no porque tuviera que hacer viajes relevantes para el interés nacional.
Asistir a la cumbre de la COP no era una de sus tareas, obviamente, y mucho menos viajar con un ministro al que ya no le correspondía manejar esos temas. Lo mismo o peor con el viaje a Paraguay para presenciar una final internacional de fútbol entre dos equipos de una jerarquía ciertamente menor.
Con qué plata viajó S.E. Con la poca plata que queda en las arcas públicas, por supuesto, desde donde se financiaron también los viajes y estadías de su esposa y de un par de personas que fueron vistas junto a él en su travesía deportiva.
Esa supuesta pasión por el fútbol recuerda a la de otro dignatario que hace muy pocos años llenó la sala de un museo personal con las camisetas de sus equipos más admirados en el mundo.
El vicepresidente protege a un ministro de Justicia observado y luego destituido solo porque es su amigo y porque lo defendió gratis en un problema legal hace poco. Peor todavía, cuando su amigo deja el cargo, se lo lleva a formar parte de su propio “gabinete”, como si esto fuera posible.
Está claro que Lara no sabe cuáles son los límites de sus funciones y que, por cierto, desconoce también las del presidente y que, por eso, se atreve a lanzar amenazas, cuestionar designaciones y atribuirse competencias que no tiene, solo para demostrar que, si no lo toman en cuenta en los términos que él quiere, los berrinches no terminarán nunca.
La gente no eligió dos presidentes. El aporte de votos de Lara puede haber sido importante o no. Eso es muy difícil de saber. Pero él era candidato a la vicepresidencia desde el día uno. Nadie le dijo que iba a ser una suerte de co-presidente, como ocurre solo con la delirante pareja Ortega en Nicaragua.
La gente, el ciudadano común y los analistas se preguntan ahora, ¿qué hará Paz con Lara? ¿Romperá definitivamente? ¿Qué implica llegar a ese extremo? ¿Será posible que el gobierno pueda mantenerse sin copiloto?
Paz puede gobernar sin Lara. No es lo mejor. Lo mejor sería tener un vicepresidente sensato, respetuoso, activo en su ámbito de competencia y colaborador en las tareas del presidente, pero si no lo hay ni lo va a haber, lo mejor es decir hasta aquí y prepararse para actuar en ese escenario.
Lo otro es transitar por un camino que puede tornarse peligroso. De hecho, ya el vicepresidente tocó la puerta de los cuarteles y pidió el respaldo militar. Dijo que todavía irá más lejos en lo que hace. En otras palabras, ingresó ya de lleno en el campo de la sedición.
Los bolivianos no quieren vivir en la insólita Lara land, el palacio del TikTok desde donde todos los días se les pregunta ¿cómo está mi gente?, solo para arremeter luego con una nueva acusación generalmente infundada o con alguna amenaza sediciosa o un mensaje intrascendente desde algún escenario deportivo. Ya basta
