“Una vez es casualidad. Dos veces es coincidencia. Tres veces ya es una acción del enemigo” – Ian Fleming
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Cuentan las crónicas del 18 de noviembre de 1952, al promediar las cuatro de la tarde como era habitual, contoneando las caderas y cargando un parasol que giraba coqueto por detrás del hombro derecho –en parte para cubrirse de los rayos del astro rey y por otra como accesorio decorativo–; con el rostro excesivamente maquillado, chapas y lunares pintados, sombrero de ala ancha con filigranas de colores a juego con su vestuario tan singular como extravagante diseñado por sus propias manos, recorría la Calle Comercio del centro de Nuestra Señora de La Paz (Bolivia), Adriana Núñez del Prado, a quién los niños llamaban “Tía Nuñez”.
La tarde mortecina transcurría serena. Anunciaban el vespertino crepuscular aquellos destellos dorados que pintaban de oro las escarpadas montañas que cubrían la urbe. Una despedida sutil de los tradicionales personajes que componen el retablo histórico de la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, aquellos que, aun en contra del tiempo, el descuido y desinterés de los “inquilinos” del Palacio Consistorial (Alcaldía), se resisten a desaparecer. Se apagan las risas y murmullos infantiles, los niños se avecinan a volver a sus hogares y la ciudad se cierne como cada noche entre el sueño y el olvido.
Durante el devenir del siglo XX la ciudad de Nuestra Señora de La Paz ha construido su identidad fundada en su historia, costumbres, mitos, leyendas, tradiciones y personajes que forman parte indisoluble de la energía telúrica proveniente de las montañas. La Tía Núñez, representa uno de los personajes emblemáticos que ha dejado su huella en la tradición oral y cultural de la ciudad. Ella, junto a muchos otros, paradójicamente ante los pocos esfuerzos que se hace por preservar su historia, perviven en el imaginario colectivo y ayudan a rescatar la historia cotidiana, permitiendo descubrir cuál fue la dinámica y conducta social de los paceños durante los siglos XIX y XX.
Corría el año de 1932 cuando el prometido de Adriana Núñez del Prado Taborga, fue a combatir a las ardientes arenas del Chaco durante el conflicto bélico que enfrentó a Paraguay y Bolivia. Este episodio marcaría la vida de aquella profesora de piano, que vio perdida la ilusión del retorno del hombre que le prometió matrimonio. El tiempo transcurrió inclemente y poco a poco fue llevándose la razón y buen juicio de aquella mujer que decidió encapsular la conciencia en sus fueros internos, imperturbable y apartada de los ataques externos. Sus vestidos y atuendos los confeccionaba con sus propias manos y los lucía orgullosa en sus paseos vespertinos por las principales calles de la ciudad.
Gracias a la transmisión oral de los artistas de la ciudad, se ha podido conservar y conocer la historia trágica de la “Tía Núñez”. Perteneciente a una de las familias ilustres y distinguidas de la ciudad, tuvo que transitar parte de su vida como trapecista en la delga línea entre la cordura y la locura. Durante las mañanas impartía clases de piano y por las tardes transformaba su rostro dando paso al personaje que buscaba ocultar entre singulares ropajes multicolores su dolor y desazón provocado por la pérdida de su amor, paseando por las principales calles con aura mística, entre burlas, risotadas y críticas de quienes no se mostraban solidarios con su infortunio.
Para pesar de los paceños, en lo que va de siglo, muchas cosas han cambiado. Aquellos personajes paceños de antaño que recorrieron los empedrados coloniales y republicanos de sus calles, han ido desapareciendo lentamente entre la bruma de la indiferencia. Nuestra Señora de La Paz ha ejercido una especial fascinación a todo aquel que la visita. Ha sido representada de múltiples formas bajo la pluma de grandes escritores, descrita como una urbe de belleza sin igual y una riqueza histórica y patrimonial fantástica, menos para quienes han tenido la tarea de administrarla en los últimos veinticinco años.
Las tradiciones y expresiones orales perviven al paso del tiempo. Conocimientos ancestrales, valores culturales, historia, gestas libertarias, una vasta y riquísima memoria colectiva, entre otras, que deben ser rescatadas y divulgadas para mantener vivas las diversas manifestaciones culturales y de identidad, evitando que se pierdan irremediablemente.
Es menester promover y alentar el trabajo de divulgación histórica. A escritores, investigadores, académicos, corresponde la misión de ser guardianes de esa memoria colectiva, para proteger, recuperar, conservar, valorizar y transmitir las mismas, aquellas que forman parte de la identidad y permiten que uno se sienta orgulloso del lugar donde ha nacido.
El patrimonio histórico y cultural se encuentra permanentemente amenazado por quiénes desde el municipio no hacen ningún esfuerzo por conservarlo. Sumado a ello, el efecto de la inmediatez, el acelerado crecimiento de la ciudad, la depredación y falta de conservación del patrimonio urbano, los efectos de la globalización, la falta de políticas públicas para su conservación, el desinterés por parte de las autoridades locales, la escasa producción de material didáctico, la falta de lectura, la ausencia de los medios convencionales; entre muchos otros, están llevando a la ciudad a la pérdida de identidad y la cultura paceña.
En unos cuantos meses se espera que en el país se desarrollen comicios para elegir autoridades departamentales y municipales, con un panorama aciago para la ciudad de La Paz, que ve todos los días como alrededor de treinta aventureros, muchos de ellos con una CATADURA MORAL más que cuestionable, intentan presentarse como alternativa para la ciudad. Desde hace más de un cuarto de siglo, una caterva de “políticos” han secuestrado a la ciudad para convertirla en su feudo, ensañándose con ella y postergando su desarrollo, apoderándose de lo más valioso que tiene: el valor de su gente y su identidad tan particular.
La comunidad y las instituciones deben contribuir a salvaguardar las tradiciones orales, costumbres, historias y leyendas construidas durante siglos. La recuperación de la identidad paceña coadyuvará a que el crecimiento y desarrollo de la urbe más importante del país retome el camino del progreso y libere a los paceños de aquella casta política que lo único que sabe es aprovecharse de ella. Chuquiago Marka volverá a brillar con luz propia en lo más alto del firmamento.
La historia de Nuestra Señora de La Paz, nos enseña que siempre ha asumido un protagonismo polifacético, integrador y solidario; gracias a la voluntad de su gente y su identidad forjada con base en esfuerzo y sacrificio, que son la clave para encontrar los caminos que la conducirán a encontrar la liberación interna y de simplificación mental, aquellas con las que volverá a crecer y hacerle frente a los desafíos de la nueva era.
Mientras tanto, que el desánimo y la frustración no minen nuestro espíritu y nos obliguen a cambiar nuestra manera de pensar, recuerden que: “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, sólo, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.
Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez
