Vestida de blanco y con paso sereno, María Elena Urquidi marcó el regreso de la figura de la Primera Dama al Palacio Quemado. Su presencia simboliza una nueva etapa de cercanía, familia y compromiso social en la vida política boliviana.
Ligia Portillo
Fuente: Red Uno
En una jornada que quedará grabada en la memoria política del país, Bolivia estrenó hoy un nuevo capítulo con la posesión presidencial de Rodrigo Paz Pereira. Pero no fue solo un cambio de mando, fue también el retorno de una figura ausente durante casi dos décadas, la Primera Dama de la Nación.
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A su lado, vestida de blanco, María Elena Urquidi Barbery ingresó al histórico Palacio Quemado, símbolo del poder boliviano, marcando el regreso de una imagen que combina institucionalidad, familia y cercanía. El blanco —color de pureza, esperanza y nuevos comienzos— pareció reflejar el espíritu de una gestión que busca reconciliar a un país diverso y cansado de la confrontación.
De semblante sereno y sonrisa contenida, Urquidi acompañó a su esposo en cada paso de la jornada de investidura. Su presencia, discreta pero firme, captó la atención de los presentes y de los ciudadanos que siguieron la ceremonia por los medios nacionales.
Nacida en Bolivia, María Elena Urquidi es madre de cuatro hijos —Catalina, Alicia, Paulino y Elena— y esposa del nuevo mandatario desde hace más de dos décadas. Durante la campaña, se mantuvo fiel a su estilo: reservada, sin protagonismos innecesarios, pero siempre al lado de su familia y de las causas sociales.
Con el inicio del gobierno de Paz Pereira, la figura de la Primera Dama vuelve a tener un lugar institucional, tras años en los que ese despacho fue suprimido. Urquidi asumirá un rol centrado en la acción social, con programas de apoyo a mujeres, niños y sectores vulnerables, respaldados por el Ministerio de la Presidencia y la cooperación internacional.
“La familia es el reflejo del país que queremos construir”, habría dicho en privado a su equipo cercano, reafirmando la visión de que la política puede tener un rostro humano.
Su presencia representa el retorno de una mirada más empática y familiar en la vida pública, una nueva etapa en la que el poder vuelve a mostrarse acompañado, con rostro de hogar.
Descendiente de los Tezanos Pinto, familia con raíces históricas en la región, Urquidi combina tradición y modernidad. Su linaje se vincula con figuras políticas y diplomáticas de Argentina, Bolivia y Chile, entre ellas Manuel de Tezanos Pinto, fundador de la Logia San Juan de la Fe en 1853, y su hijo, primer presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de Argentina en 1902.
El vestido blanco con el que llegó al Palacio Quemado, sencillo y elegante, pareció contener un mensaje: un comienzo limpio, un símbolo de reconciliación y esperanza. En medio de los aplausos, María Elena Urquidi dio sus primeros pasos en la historia como la Primera Dama que devuelve a la institución su sentido de cercanía y servicio.
En una Bolivia que se renueva, su figura promete ser un puente entre el poder y la gente, entre la política y la vida cotidiana.
