La cloaca con tentáculos


 

«Cloaca». Esa fue la palabra elegida por el presidente Rodrigo Paz para describir el Estado boliviano que heredó. No “crisis”, no “desorden”, no “irregularidades”. Cloaca. Una cloaca con tentáculos que, según denunció, habría drenado más de 15,000 millones de dólares del futuro de Bolivia.



El lenguaje visceral no es accidental. Es calculado. En política, las metáforas orgánicas de descomposición —cloaca, autopsia— cumplen una función específica: establecer que lo anterior no merece reforma, sino extirpación. Cuando un presidente declara que el Estado está “muerto” y requiere “autopsia”, no está proponiendo continuidad administrativa. Está anunciando refundación.

El análisis bibliométrico de su primer discurso presidencial revela una estrategia discursiva clara: la palabra “corrupción” y sus derivados aparecen 17 veces en 25 minutos; «bolivianos y bolivianas” 22 veces. Esta repetición construye dos narrativas simultáneas: la del saqueo como crimen contra la identidad nacional, y la del nuevo gobierno como vengador del pueblo. Es retórica de emergencia, y la emergencia justifica lo extraordinario.

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Las cifras presentadas son “espectaculares”. Quince mil millones de dólares representan aproximadamente el 35% del PIB boliviano. Nueve radares por 360 millones de euros que nunca funcionaron. Presupuesto completamente agotado al séptimo día de gestión. La magnitud de los números genera indignación antes que análisis.

El discurso de Paz exhibe polarización absoluta: no hay reconocimiento de complejidades, herencias mixtas o logros previos. Solo contraste total. Esta estrategia tiene ventajas de corto plazo —moviliza, unifica, legitima— pero puede tener costos de mediano plazo. Gobernar en modo denuncia permanente agota: eventualmente, los ciudadanos dejan de preguntar qué heredaste y empiezan a preguntar qué hiciste.

Además, la narrativa de refundación total genera una trampa lógica: si todo estaba podrido, ¿cómo se explican las continuidades inevitables? ¿Cómo se gestiona cuando los «tentáculos de la cloaca» resultan ser estructuras del Estado que deben seguir funcionando? La autopsia es metáfora poderosa, pero los Estados no se reconstruyen desde cero. Se reforman con las piezas disponibles, muchas de ellas heredadas de la “cloaca”.

El verdadero desafío del gobierno de Paz no será probar que heredó corrupción —ese es el consenso nacional— sino demostrar que puede gobernar más allá de la denuncia. Que la indignación se convierte en gestión. Que el contraste dramático da paso a resultados concretos.

Porque las cloacas, con o sin tentáculos, no se limpian con discursos. Se limpian con instituciones sólidas, transparencia verificable y resultados medibles. Y ahí, en el terreno de la gestión cotidiana, es donde los gobiernos refundacionales suelen encontrar su verdadera prueba.

La metáfora de la cloaca es poderosa. Pero Bolivia no necesita solo denunciantes. Necesita fontaneros institucionales capaces de construir sistemas que no colapsen con el próximo gobierno. Esa es la tarea que el discurso no menciona, pero que la historia exigirá.

Juan Fernando Subirana

Analista Económico