La Patria por encima de todo: Un llamado urgente a la concordia


En Bolivia se vive hoy un clima de desconcierto que pocos esperaban a tan poco tiempo del inicio del nuevo gobierno. Las dos principales autoridades del país han entrado en un enfrentamiento público que, lejos de resolver las diferencias propias de la política, está alimentando una peligrosa sensación de incertidumbre en la ciudadanía. No es solo un choque de visiones: es un pulso innecesario que amenaza con fracturar la institucionalidad en un momento en que el país necesita exactamente lo contrario.

Resulta difícil comprender cómo, ante desafíos económicos, sociales y de seguridad que exigen unidad, las máximas autoridades opten por profundizar un conflicto que ya empieza a calar en la población. La confrontación abierta entre quienes deberían liderar con serenidad y coherencia transmite un mensaje preocupante: que los egos y las disputas internas pesan más que la estabilidad de la Nación.



Este comportamiento es, sin matices, totalmente irresponsable. Y es precisamente por esta razón que urge un llamado firme a la reflexión. Bolivia no puede permitirse que la tensión continúe escalando hasta que, como dice el dicho, “la sangre llegue al río”. La historia latinoamericana es demasiado clara respecto a los riesgos de la polarización extrema y la erosión de la confianza en las instituciones.

Las autoridades deben recordar que el mandato que recibieron no es para librar batallas personales, sino para gobernar con grandeza, diálogo y visión de futuro. La política, sobre todo en tiempos turbulentos, requiere prudencia, empatía y la capacidad de anteponer el interés colectivo a cualquier diferencia.

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Hoy, más que nunca, la Patria está primero. Y es responsabilidad del liderazgo nacional, dar ejemplo, bajar las tensiones y abrir espacios reales de entendimiento. Bolivia merece un horizonte de estabilidad, no un espectáculo de pugnas que solo profundizan las dudas y los temores.

La ciudadanía observa, y con razón exige madurez. Que este sea el momento en que las autoridades escuchen y actúen con la altura que el país les demanda. En definitiva, no interesa quién de los dos es más responsable que el otro, no existe duda que, para que se produzca este desencuentro, hay un grado de culpabilidad en ambas partes. Lo que importa es que ambos mandatarios pongan la Patria por encina de todo y resuelvan con urgencia este impase suicida. La concordia no es una muestra de debilidad, sino de verdadero compromiso con el futuro de Bolivia.

Fernando Crespo Lijeron