En diálogo con Infobae, la líder opositora venezolana advirtió que el régimen chavista enfrenta “sus últimas horas” y llamó a las Fuerzas Armadas a respaldar el cambio político. Sobre su posible viaje a Oslo para recibir el Nobel de la Paz, respondió: “Sólo Dios sabe”.
Por Lucas Goyret
Desde que el gobierno de Donald Trump ordenó el mayor despliegue militar en el Caribe en décadas para hacer frente al narcotráfico, la tensión con el régimen de Nicolás Maduro ha ido en aumento. Pese a esto, el propio presidente republicano no descartó mantener una conversación con el dictador venezolano, aunque aclaró que su país puede “hacer las cosas por las buenas” o “por las malas” con tal de frenar el envío de drogas a territorio norteamericano. En medio de este contexto de alta tensión, María Corina Machado, cuya inagotable lucha en busca de la libertad de su país le valió recientemente el reconocimiento del Premio Nobel de la Paz, ya vislumbra “la Venezuela que viene” después de “tantos años de oscuridad”. Esa Venezuela en la que, tras más de dos décadas de abusos, atropellos y violaciones a los derechos humanos, “la dignidad humana será sagrada”.
Desde la clandestinidad, esa que viene soportando desde pocos días después de las elecciones del 28 de julio del año pasado por las amenazas del régimen, la líder opositora venezolana dialogó con Infobae sobre el futuro del país. Respecto a la presión de Washington sobre el dictador chavista, fue contundente: “No quiero especular”. Lo que sí dejó claro es que “Venezuela está lista para recuperar la libertad”, y reiteró que, una vez que eso suceda, “traerá ondas de libertad y estabilidad a toda la región”, en particular a Cuba y Nicaragua.
En un mensaje directo al dictador Maduro, afirmó que “el tiempo se le acabó” y lo volvió a llamar a que “facilite” el proceso de transición que ya comenzó aquel 28 de julio cuando más del 70% de los venezolanos expresó en las urnas su deseo de cambio.
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Machado denunció que hoy en día, cuando se están viviendo “las últimas horas del régimen”, en Venezuela todavía hay cientos de presos políticos -entre ellos también menores de edad- que siguen sufriendo brutales torturas y vejaciones en los macabros centros de reclusión de la dictadura.
“Las últimas horas del régimen de Maduro son sangrientas y oscuras, como fue su llegada”, aseveró la líder opositora, quien reiteró su llamado a las Fuerzas Armadas para que se pongan del lado del pueblo y dejen de obedecer las órdenes del dictador. Y avisó: “Los militares y policías son los sectores de la población más espiados porque el régimen les tiene terror”.

—Hace unos días publicaron el “Manifiesto de Libertad”. ¿En qué consiste y cuáles son los ejes de cara a la Venezuela que viene?
—Gracias a Infobae, que se ha transformado en una ventana de libertad, de verdad y de las voces de los venezolanos que no pueden difundir sus ideas dentro de Venezuela sin ser perseguidos, torturados o encarcelados. Y ese es uno de los elementos esenciales del manifiesto. El manifiesto reúne los principios que han impulsado la lucha de Venezuela durante estos años de oscuridad, que nos han mantenido unidos, de pie y que al final son valores universales, porque la causa venezolana es una causa por la libertad y, por lo tanto, nos une a todos los ciudadanos que aman la libertad y que anhelan preservar sus libertades individuales. El manifiesto ratifica nuestras absolutas convicciones y creencias: la dignidad humana es sagrada. Todo ser humano nace con el derecho a ser libre. Eso no te lo concede una fórmula política o un acuerdo legal o un sistema político. De la dignidad se derivan todas las otras libertades: la libertad de expresarte, de informarte, de organizarte, de protestar; la libertad de votar libremente. Y que el ejercicio de la soberanía popular sea el mandato del destino de las respectivas naciones. Es decir, la democracia como sistema, el derecho a la seguridad y lo que eso representa en el mundo de hoy. El derecho a la legítima defensa y, evidentemente, la justicia, en el cual nosotros los venezolanos hemos sido víctimas de crímenes brutales, horrendos, de lesa humanidad. Y que la Venezuela que viene, que ya emerge y que va a consolidarse, evidentemente se reencontrará en el perdón habiendo logrado la justicia. Entonces, este manifiesto de libertad es la columna vertebral de esta Venezuela que se reencuentra, además, con sus valores originales, porque estos son los valores de nuestros padres fundadores hace doscientos años. El anhelo de una república liberal democrática que finalmente vamos a hacer realidad. Por lo tanto, este es un momento realmente histórico, no solamente para Venezuela, yo me atrevo a decir, para la historia de Occidente.
—¿Por qué consideras que también para Occidente?
—El silencio y la opresión no es paz. La libertad es un prerrequisito para la paz. Y esa es una gran lección que hemos tenido los venezolanos y yo creo que también un gran testimonio. Es decir, no puede haber paz sin libertad. Eso es esclavitud. Y la libertad requiere fuerza; fuerza para defenderla, para preservarla. Y eso es una fuerza moral, espiritual y también física, producto de la organización de una sociedad que no se deja imponer la tiranía y la sumisión. Yo creo que en ese caso, la experiencia venezolana efectivamente trasciende nuestras fronteras y las fronteras de las Américas. No tengo duda de que la libertad de Venezuela y un proceso de transición ordenado va a traer esas ondas de libertad y estabilidad a toda la región, porque Venezuela se ha convertido en el centro del crimen y de la desestabilización intencional de la región. Así que yo no tengo ninguna duda de que estamos entrando en una nueva era. Para Venezuela se cierra una era de oscuridad, de devastación. Ustedes son testigos del horror, del dolor que este régimen ha causado en la sociedad venezolana.
Por cierto, aprovecho y quiero reiterar el dolor que estamos viviendo en estas horas. Un régimen que sabe que este proceso se acabó, que sabe que estamos avanzando hacia una transición inexorablemente, pero que esas últimas horas son sangrientas y oscuras, como fue su llegada. En estos últimos días ha habido, solo en el mes de noviembre, casi treinta aprehensiones y desapariciones. Muchos son jóvenes; una es una niña adolescente, Samantha Hernández, que tiene dieciséis años. Se le presentaron a medianoche unos hombres encapuchados, se la llevaron a ella y a su hermana mayor, de diecinueve, porque están buscando a su hermano, que es un militar disidente que huyó del país. Entonces, van contra la familia. Y la situación en nuestras cárceles es tan horrenda, tan grotesca, que estamos viendo casos crecientes de intentos de suicidio de jóvenes. La semana pasada en la cárcel de Tocorón, que es un centro de tortura atroz, Juan David Gutiérrez, un muchachito de veintiún años, el día de su cumpleaños intentó suicidarse por una situación absolutamente inhumana y por la tortura a la que están sometidos. Entonces, es un momento donde el mundo tiene que hablar, tiene que hablar con firmeza, tiene que gritar lo que Maduro y su régimen están haciendo en sus horas finales.

—En estas últimas horas que mencionas, hemos visto una creciente presión de Estados Unidos con su despliegue militar en el Caribe, decenas de vuelos cancelados tras las advertencias de EEUU, y a un Maduro bailando, mandando mensajes en inglés casi al borde de la burla… ¿Cómo atraviesa el seno del régimen todo esto?
—Hay que recordar que han sido veintisiete años de esta tragedia. Es una generación completa que ha crecido y solo ha conocido este horror. Nuestros jóvenes que no saben lo que es vivir en libertad y democracia, pero que han arriesgado su vida por lograrla, por vivir en ella. Es algo increíble. Y lo que está ocurriendo dentro de los distintos grupos que el régimen ha sometido, que ha amenazado, incluyendo militares y policías, porque hoy ellos, los ciudadanos militares, los policías, son de los sectores de la población más oprimidos, más perseguidos, más espiados, porque el régimen les tiene terror, porque saben que finalmente nosotros logramos derribar esas divisiones artificiales, esos muros brutales que habían creado para enfrentar y fragmentar a la sociedad. Los militares, los policías llegan a su casa, igual abren y tienen neveras vacías y los está esperando su mamá y no los pueden ver a los ojos, porque saben que han cumplido órdenes grotescas, instrucciones brutales en contra de sus propios hermanos. Entonces, nosotros le estamos exigiendo que se coloquen del lado de la verdad, de la justicia, de la Constitución, por su propio bien. Yo insisto, si hay un sector que, por encima de todos, está desesperado y necesita redención, son precisamente ellos. Y este proceso, como te dije, es inexorable. El régimen no solamente ha sido derrotado espiritualmente y electoralmente por la sociedad venezolana, sino ha sido expuesto en su naturaleza criminal, narcoterrorista frente al mundo. Y a quienes se dedicaban a lavarle la cara, a justificarlos, por las razones que sean, porque aquí hay muchísimo dinero, muchísimos intereses, fortunas obscenas, a costa del hambre y la destrucción de una sociedad, de un pueblo… Pero esos mismos ya han entendido que esto no tiene vuelta atrás. Entonces, muchos buscan ahora acomodarse, salvarse. Es un proceso interno de desbandada. Se tienen desconfianza, se traicionan, se esconden. Y obviamente, la forma de tratar de que esto no sea evidente, es con este tipo de comportamiento casi psicótico. Pero al final es un reflejo de la esencia de este sistema, que es el mal absoluto, y eso contrasta con la dignidad y la valentía de un pueblo que decidió ser libre.
—Hace casi un año en Medio Oriente cayó el régimen de Al Assad. En ese caso, vimos cómo con el correr de las últimas semanas, días, el ex dictador sirio fue perdiendo respaldo de quienes eran sus grandes sostenes: Rusia e Irán. Precisamente los mismos que tiene la dictadura de Maduro, incluido China. ¿Ya está pasando algo parecido en el caso del régimen chavista, más allá de las expresiones públicas de respaldo que pueda haber?
—Fíjate, en el caso de la caída del régimen sirio, con todas las diferencias que hay, porque son dos realidades y dos culturas totalmente distintas, doce horas antes, veinticuatro horas antes, Al Assad decía que él estaba más fuerte que nunca y que no había ninguna posibilidad de un cambio. Y muy pocas personas creían que iba a ser posible, a pesar de que habían esas señales de distanciamiento de algunos actores internacionales. En este caso, es muy revelador. No solamente lo que han sido los principales aliados intrínsecamente vinculados al régimen de Maduro: Cuba, Irán, Rusia, Bielorrusia, las redes criminales, Hezbollah, la guerrilla colombiana, los cárteles… Es evidente que las propias dinámicas que hay con sus respectivas zonas geográficas o conflictos con los que están vinculados ha debilitado enormemente las capacidades de estos grupos, que sí han tenido en Venezuela un satélite para sus operaciones, un santuario, como lo hemos llamado el hub criminal de las Américas, pero que han entendido que Occidente está decidido a preservar su seguridad hemisférica y que están actuando de manera ya clara y coordinada, con la participación y el apoyo de muchísimos países de América Latina, del Caribe y Europa. Así que yo creo que es evidente que los soportes que tuvo el régimen en el pasado, que iban desde recursos financieros, apoyo militar, apoyo de inteligencia, o incluso político en distintos foros, está sensiblemente disminuido y en algunos casos es totalmente inexistente. Pero también lo vemos en otros gobiernos, donde ideológicamente hubo afinidad alguna vez con Maduro, tanto en América Latina como en Europa, que claramente se distancian, porque al final es tóxico. Estamos hablando que quien defienda al régimen de Venezuela se está colocando en la defensa de un cártel narcoterrorista.
—Esta semana entró en vigor la designación del Cartel de los Soles como organización terrorista extranjera por parte del Departamento de Estado, y Trump dijo que podría hablar con Maduro…
—Prefiero no entrar en los aspectos cotidianos de esta dinámica. No voy a especular. Por el contrario, yo lo que quiero hoy es transmitirle la seguridad a todos los venezolanos, a todos los latinoamericanos. Yo diría a todos los ciudadanos que amamos la libertad en el mundo que Venezuela está lista. Así como el pueblo de Venezuela ha dado esta lucha ejemplar por estos valores, y fundamentalmente, tengo que decirlo, por el amor a nuestra familia, nuestros hijos, porque eso es lo que ha unido a esta sociedad. Está lista para asegurar que sea una transición ordenada y estable. Si hay algo que hemos aprendido es que la libertad viene de la mano de la responsabilidad. Y la corresponsabilidad, no solamente en haber dado esta lucha por la democracia y por la libertad, pero por preservarla una vez que sea realmente conquistada finalmente en este proceso de transición, es de todos los venezolanos, los que estamos adentro y los casi nueve millones que están afuera, de los cuales nuestro anhelo, y será una absoluta prioridad de nuestro gobierno en democracia, es que vuelvan a casa. Acelerar el regreso de que cada venezolano que ha sido expulsado afuera, que le han sido arrebatados sus derechos desde la identidad hasta el voto, el estar con su familia, el poder disfrutar de su propiedad, de su tierra libremente, todo esto va a ser ahora sagrado. Y por eso, insisto, esto es una era de libertad, de estabilidad, de crecimiento, de muchísimo trabajo para Venezuela y para la región. Y contamos con ustedes, con todos los latinoamericanos, porque insisto, esto es un momento histórico y estoy absolutamente convencida y comprometida que la libertad de Venezuela traerá también la libertad del pueblo cubano y la libertad del pueblo de Nicaragua.
—Cuando uno habla con muchos venezolanos sobre la situación de su país, la gran mayoría puntualiza sobre el aspecto cultural y social. Cómo, más allá de los problemas económicos y políticos, esta dictadura rompió lazos familiares, de amistad, forzando al exilio a tantos millones… ¿Ese será el eje principal de la reconstrucción de la Venezuela que viene?
—Este es un punto tan importante el que tú traes y me alegro mucho, porque hay quienes pueden ver lo que está ocurriendo en Venezuela como una lucha política, o solo por ciertas libertades y derechos, o producto de una devastación económica que genera esta reacción de sobrevivencia. Esto va mucho más abajo. Y sí hay un proceso cultural, indiscutiblemente, estos sistemas buscan enfrentar a la sociedad, dividir a la familia. Debilitar y desgarrar a la familia es algo intencional, es algo que yo he repetido muchísimo tiempo. La migración forzada, sistemática, masiva, no fue accidental, fue intencional. Era una manera no solamente de crear una válvula de escape a la presión social, producto de la destrucción de todo, de la calidad de vida, pero también era una forma de dividir a las personas, dividir a la familia, los núcleos familiares y hacerte mucho más frágil. Porque tú tienes a las madres sin sus hijos, los niños sin sus madres, los hermanos separados. Entonces, sumerges a la sociedad en una tristeza profunda que te paraliza. Y fíjate lo paradójico de lo que aquí ocurrió. La sociedad venezolana ha tenido como esas resistencias tan profundo en nuestro ADN, y esa resiliencia, que esta adversidad sirvió precisamente para lo contrario. Yo te aseguro que no hay otra generación en la historia de Venezuela que valore la unidad de la familia como estas generaciones nuestras. No hay una generación de venezolanos en la historia que valore lo que es poder vivir en tu país, recorrerlo libremente. Hemos estado encarcelados, perseguidos, exiliados a la fuerza. Pero que además no hay una sociedad más generosa y solidaria que la que ha vivido en estos años de hambre atroz y que ha hecho que los vecinos compartan lo poco que tienen. A esa gente que ha tenido esa tesis de daño antropológico, yo les digo: “Se equivocan absolutamente”. Claro que ha habido un impacto antropológico, pero profundamente positivo. Y te aseguro, no hay otra sociedad hoy en el mundo que tenga el nivel de cohesión que tiene la sociedad venezolana, sin diferencias y tensiones de orden religioso, ni racial, ni regional, ni siquiera político. Dime qué otro país en el mundo tú tienes el 90% del país que anhela lo mismo y que está dispuesto a entregarse para preservarlo. Esto es muy poderoso. Y estos son los pilares de esta república liberal democrática que finalmente emerge. Y por eso yo estoy tan orgullosa de la sociedad venezolana, del pueblo de Venezuela, y tan agradecida a Dios por haber nacido en esta tierra y en este momento de nuestra historia.
—Si tuvieses la oportunidad por un minuto, de la forma que sea, ¿qué le dirías a Maduro?
—Ya se lo dije por esta vía y por muchas otras. El tiempo se les acabó. Se les acabó. Entiéndanlo, asumanlo y por su propio bien, faciliten que este proceso de transición avance.
—Para cerrar. El próximo 10 de diciembre se te va a entregar el Premio Nobel de la Paz. Se espera que puedas viajar a Oslo para recibirlo en persona, a pesar de las constantes amenazas del régimen. Incluso hay líderes internacionales invitados a la ceremonia. ¿Qué puedes contar al respecto? ¿Y qué esperas, en caso de poder concretar el viaje, de ese primer día después de pasar tanto tiempo en la clandestinidad?
—En primer lugar, el Premio Nobel de la Paz es un reconocimiento a los venezolanos. Es un reconocimiento a una gesta ciudadana que tiene un significado universal y del cual yo soy una de un inmenso movimiento. Es un reconocimiento, además, que la democracia es esencial para la libertad. Creo que esto es un elemento fundamental de este premio y que, por supuesto, trasciende las fronteras de Venezuela.Y además, es un reconocimiento al coraje cívico que ha acompañado a esta causa, de modo que ha tenido un impacto monumental. Es una belleza, Lucas, porque desde ese día la gente gritaba y decía: “¡Ganamos, ganamos!”. Todo el mundo se sintió reconocido en un momento donde hay tanto dolor. Estamos hablando tú y yo y hay casi novecientos presos políticos en esta ola. Decenas de ellos, y yo sé que ustedes los han visibilizado, cosa que lo agradezco, porque son historias, son rostros, son personas, son familias. Muchos de ellos no sabemos dónde están, no lo saben sus familiares, no lo sabe nadie. Son las que están siendo torturadas en estas horas, perseguidas, aterradas. Entonces, es un reconocimiento al coraje y al amor profundo de la sociedad venezolana, y a que todo es posible. Tantas veces nos dijeron que era imposible lograrlo y mira dónde estamos. De modo que solo Dios sabe cómo será el 10 de diciembre en Oslo. Lo que sí te puedo decir es que para los venezolanos hemos aprendido que diez días es largo plazo (ríe). Así que, vivimos cada día a la vez. Estamos viviendo cada minuto a la vez, lo que nos ha dado mucha serenidad, nos ha dado confianza y sobre todo, nos ha dado esa certeza de que vamos de la mano de Dios hasta el final.