No van a alcanzar las palabras para agradecerte, querido Bigotón


Hiciste demasiado por todos nosotros, nos hiciste creer que podíamos ganar, que nosotros también podíamos, nos mostraste que las metas se alcanzan, que no hay sueño imposible, que no hay excusas, que hay trabajo, que debe haber mentalidad, disciplina, mística y unidad.

Nos demostraste que había país, que había talento, que se tenía que creer, que las regiones se podían sumar en lugar de dividirse, que Etcheverry se podía abrazar con Baldivieso, que Melgar podía hacerle una finta a Klinsmann en Chicago y que el mundo podía elogiarnos.



No ha sido poco, de verdad, que no van a alcanzar las palabras, querido Bigotón.

Mirá lo que fuiste, maestro. Nos hiciste inaugurar un mundial. Pusiste en la cartelera del planeta un partido Alemania – Bolivia. Y mandaste a esa tu selección a la cancha a jugar con calidad y dignidad. Nos hiciste complicarle la tarde al último campeón mundial. Qué orgullo sentimos ese día viendo a nuestro equipo en ese inolvidable Estadio Soldier Field.

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Nos llevaste donde nadie más nos llevó, lo hiciste con tu sapiencia futbolística, sí, pero más con tu alma de guía espiritual, de psicólogo, maestro, padre, inspirador y mentor.

Y pensar que te recibimos mal. ¡Quién es ese español desconocido que trajeron a la selección!, reclamamos cuando te contrataron en 1993.

Pecábamos en nuestra ignorancia. Desconocíamos que habías dirigido en la primera división de España. Al Sevilla, al Tenerife, al Valladolid.

No sabíamos que aparte de entrenador eras médico y habías tenido una clínica deportiva en España. Y que habías atendido al mismísimo Maradona, que confío en tu calidad y profesionalismo.

Llegaste abucheado y después te amamos con exceso. Fue entonces cuando acuñaste una frase con tu marca registrada: “Bolivia es un país difícil de entender e imposible de olvidar”.

Fueron tantas tus frases memorables. “Antes que futbolista, el jugador es persona, hay que mejorar la persona para que mejore el jugador”.

Fuiste sabio querido Bigotón. Habías leído mucho, habías vivido mucho, eras médico, entrenador, escribías en grandes diarios, hacías radio, entrenabas equipos empresariales, te contrataban gobierno y universidades.

Me encantó cuando uno de los entrenadores de moda en el mundo, Maurcio Pochettino, ex DT del Tottenham Hostspur, del Chelsea, del París Saint Germaín, de la selección de EEUU, te eligió a vos, querido Bigotón, como el que más le enseñó.

Todos querían saber de dónde venía el éxito de Pochettino y querían ligarlo a las enseñanzas de Marcelo Bielsa. Y Pochettino los sorprendió: sí, dijo que había tomado cosas de Bielsa, pero dijo que su gran maestro era Azkargorta. Y contó sobre sus largas horas de charla, sobre irse juntos a ver partidos y sobre dibujar fútbol en un papel. Era un alumno exitoso, de moda en el mundo, elogiando a su gran maestro, que desde Bolivia disfrutaba saber de los éxitos de su siembra.

Fuiste eso, querido Bigotón. Y nos diste todo eso. Y por si fuera poco, nos elegiste para venirte a vivir entre nosotros. Y acabas de morir entre nosotros. En tu tierra, donde más has sido amado, donde nunca serás olvidado.

Hay que hacerle un monumento a este hombre. Tomen nota autoridades. Él se lo ha ganado. Y tenemos que ser agradecidos. Y honrar ese gran momento de nuestro fútbol que él supo construir, guiar y coronar.

No van a alcanzar las palabras para agradecerte querido Bigotón. Qué placer que me ha dado la vida, haber hablado con vos, entrevistarte y que me entrevistaras. Gracias también por eso, enorme Bigotón.

Descansa en paz, maestro.