Shock o gradualismo


Oscar A. Olmedo

La discusión y urgencia de elección entre shock y gradualismo es válida en economía. Aquí se establecerán solo tres aspectos: 1) qué fenómeno o problema económico se quiere resolver; 2) que acción de política económica se presta como factible para resolver el problema y; 3) qué inferencias positivas o negativas pueden surgir en cada toma de decisión a nivel económico y político.



Se tiene que considerar que la estabilidad económica es prioritaria como objetivo de corto plazo, por lo cual, habrá que enfrentarse a un gran problema: la inflación. Pero, este fenómeno, no es homogéneo, como algunos la determinan a priori, cuando, contrariamente, la inflación se ha hecho múltiple por causas diversas y, esto trae problemas adicionales cuya solución debe ser dependiente de este hecho múltiple. Es el caso, de un tipo causal de inflación esencial en Bolivia: la de demanda, que supera a la oferta de un bien prioritario como la gasolina y diésel, proveniente de una pésima “nacionalización de hidrocarburos” que inviabilizó la exploración de nuevos pozos, aspecto que impuso una creciente subvención que desvalijó las reservas internacionales elevando de forma irracional la deuda externa. De este tipo de inflación se deriva una inflación de costes, que repercute en toda la cadena productiva del país, convirtiéndose en una inflación de tipo estructural/global y no parcial o sectorial. De manera que, la solución tendrá que ser de urgencia y total. Hay otro tipo de inflación no menos importante en Bolivia, la monetaria, que proviene de una emisión de oferta de dinero, por encima del crecimiento (negativo) económico (PIB), lo que hace estallar aún más los precios.

Una rápida reacción conduce a dar una solución urgente y de corte inmediato, poniendo énfasis en aquella inflación matriz (de demanda mayor a la oferta), donde se visualizan algunas  alternativas como, mayor explotación y producción de hidrocarburos, pero, advirtiendo que dicha solución se daría en el largo plazo (nuevos pozos), lo que se descarta por ahora; hay otras dos alternativas de mediano plazo, una positiva, liberando su importación, pero que requiere inversión privada (dólares) aún escasa y muy sensible a reglamentaciones burocráticas, mientras, el tiempo económico sigue su curso inflacionario, segunda, la de nuevos préstamos externos, solución repetitiva e ilusoria, puesto que dicho préstamo no iría a una inversión, sino al gasto gradualista de importación (con mayor déficit comercial en balanza de pagos), que provocaría una cadena o serie interminable e iterativa de préstamos-gasto; una última alternativa de emergencia y de cortísimo plazo, es parar la inflación en seco, de golpe a manera de un “punch”, que no provoque reacción socio-política adversa inmediata.

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Por tanto, la solución debe ir por igualar la oferta y demanda, a través del precio internacional como referente axial y, paralelamente, eliminar la subvención ipso facto. ¿Qué significa esto económicamente? Los precios de la cadena productiva se elevarán inmediatamente dado el incremento de costos de transporte, pero, dichos precios de oferta, serán mayores a los de la demanda del consumidor (sin elevación de salarios nominales), lo que provocará inevitablemente una caída significativa de precios, hasta alcanzar un nuevo punto de equilibrio, es bueno recordar que en 1985, una hiperinflación de 5 dígitos, se bajó con un Decreto antinflacionario de shock, a 2 dígitos en ¡tres meses!, mostrando el éxito de la medida extrema. Es conveniente advertir que, los usuarios psicológicamente están preparados para esta última alternativa, dado que el mercado negro ya está presente con precios paralelos altos.

Si se apostaría por una acción económica como el gradualismo, se podrían dar dos casos: uno, eliminando la subvención a todos, y otro, instalando forzadamente precios discriminatorios a dicha subvención. Si bien con precios discriminatorios se podría alivianar a unos pocos, por ejemplo, transporte público, el resto de la economía seguiría una única dirección ascendente de precios que se elevarían lentamente, afectando a todos sin discriminación. No habría puntos de inflexión, el consumidor conocería que la elevación de precios seria continua y previsible. Todos tomarían previsiones anunciadas, lo que desembocaría en actos de acumulación y acaparamiento de parte de sujetos económicos con posibilidades económicas reales e inmediatas. Lo previsible en estos casos, es que, el gobierno viabilice controles en la provisión de ventas. Solo que, provocaría entre proveedores (instituciones estatales y privadas), más sus controles (civiles y uniformados), medidas coactivas artificiales nunca suficientes, ni eficientes, al contrario, se abriría otro proceso inflacionario de corrupción inevitable en su seno. El gradualismo total o, los precios discriminatorios, más controles inútiles, no darían solución definitiva, sino de agonía lenta (como sacarse dolorosa y punzantemente una muela en interminables sesiones diarias), además, al conocer los agentes económicos la información de precios anticipadamente, perderían inevitablemente eficacia las políticas de estabilización. Solo el mercado realiza un control eficaz por sí mismo a los precios, puesto que él las determina.

Políticamente, si hay shock, hay que admitir problemas como un posible malestar social inmediato, pero, la reacción se hará débil, al existir cierta tolerancia al nuevo gobierno y a cualquier reparación que asuma al problema urgente a resolver. Incluso, habrá aun confianza y credibilidad, respecto al nuevo gobierno, por lo que apoyo tendrá. Por otro lado, la subvención significa ahorro e ingresos para el gobierno y grandes posibilidades de inversión e implementación de proyectos sociales de impacto contiguo. Un gradualismo en cambio, conlleva una inflación política dispuesta a estallar en cada subida de precios, dando la posibilidad de rearticulación de la oposición por el tiempo que se toma el gradualismo y/o precios discriminatorios, donde los resultados económicos son inciertos, pues la inflación nunca llega a un precio tope, como en el caso del shock. Paralelamente, el gradualismo puede arrastrarse y continuar durante y después de las elecciones subnacionales, ocasionando un nuevo problema político al gobierno y sus fuerzas políticas, pues podría inducirse a un “arreglo de cuentas” con un voto castigo. Con el shock, de legislarse la 1era semana de ascensión al poder (no esperar) los resultados podrían ser alentadores en los primeros meses del próximo año.

No se trata de una disyuntiva sensitiva/sensible. Se trata de implementar políticas racionales, frías y objetivas, de lo que se tiene que hacer, y no de lo que debería o desearía hacerse. La decisión tomada develará, además, qué objetivo se pretende apostar: o se continúa en la huella del viejo modelo, o, decididamente, se endereza hacia un nuevo modelo económico.