En 1850, el economista y pensador francés Frédéric Bastiat explicó una idea fundamental en el campo de la economía, que lamentablemente hoy es peligrosamente ignorada a nivel global. Se trata de la falacia de lo que no se ve, la cual advierte sobre las implicaciones negativas de políticas como el Estado benefactor, la socialdemocracia, los gravámenes arancelarios, tasas, impuestos, así como las subvenciones, entre otros.
La falacia de lo que no se ve consiste en señalar que muchos errores económicos surgen de considerar únicamente los efectos visibles e inmediatos de una acción, y no aquellos invisibles o indirectos que también genera, aspecto que invita a reflexionar sobre la subvención a los hidrocarburos.
Esta medida se ejecutó con el propósito de “garantizar estabilidad económica”, manteniendo precios controlados de los combustibles para la población y el transporte, lo que buscaba estabilizar los precios internos de bienes y servicios, con el fin de beneficiar a quienes más lo necesitaban.
No obstante, la reciente publicación El Costo Social del Ajuste, del Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre (OXFAM), señala que, paradójicamente, quienes más se benefician de la subvención a los hidrocarburos son los sectores con mayor poder adquisitivo, pertenecientes al ámbito formal de la economía. Una suspensión abrupta o medida de “shock” disminuiría el poder adquisitivo del quintil más pobre en 30 bolivianos por persona, mientras que el quintil más acaudalado perdería 148 bolivianos; esto se debe a que este último grupo posee, en su mayoría, más de un vehículo y es comprador directo de carburantes.
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Sin embargo, en términos relativos, el quintil más desfavorecido perdería un 9,2% de su poder adquisitivo, frente a la disminución del 3,7% del quintil superior, lo que agravaría en primer orden la pobreza moderada y extrema. Además, las medidas compensatorias parciales, como subsidios focalizados al transporte, serían insuficientes para mitigar el impacto generalizado sobre el ingreso real; razón por la cual, este organismo recomienda que la eliminación de la subvención vaya acompañada de un sistema de protección social mucho más efectivo y eficiente, que evite sesgos regresivos y reduzca errores de exclusión o inclusión.
Los resultados del estudio evidencian la falacia de lo que no se ve: si bien la subvención a los hidrocarburos tuvo una intención aparentemente positiva, terminó beneficiando a estratos sociales menos necesitados, siendo importante considerar que esta política se financia con recursos públicos, con un alto costo de oportunidad, pues esos fondos pudieron emplearse en salud, educación o innovación. Además, generó la protección de una industria ineficiente, que desincentiva la competencia y la productividad, y fomentó el contrabando regional debido a los precios artificialmente bajos de los combustibles.
En este sentido, el sostenido déficit fiscal desde 2014 se agravó año tras año hasta alcanzar en 2024 un 10,62% del PIB, debido fundamentalmente al aumento del gasto en subvenciones y al pago del servicio de la deuda, lo cual ha generado gran parte de la crisis económica que actualmente atraviesa el país. En ese sentido, la amarga verdad es que la subvención ya no es viable: ha provocado una crisis energética sin precedentes, importantes incrementos en los precios de productos y alimentos, una caída en la productividad y competitividad, y un escenario agrícola que exige soluciones inmediatas para evitar una potencial crisis alimentaria el próximo año.
Al intervenir y procurar controlar los precios, se contravienen principios económicos vinculados a la información, los cuales surgen de las interacciones del proceso productivo y de los mercados, toda vez que cuando el precio de un bien se incrementa, se producen dos efectos inmediatos: por un lado, mejora la eficiencia en su uso; por otro, surge la sustitución por alternativas viables. Por ello, aunque una medida de shock tendría un costo social y político elevado; es preferible que el gobierno oriente esfuerzos hacia programas de protección para los sectores más vulnerables, como inserción laboral, capacitación en gestión, emprendimientos y exportación, así como la creación temporal de empleos vinculados a proyectos de inversión en infraestructura productiva y la profundización de medidas que faciliten los procesos de exportación.
En síntesis, la subvención que alguna vez pareció una garantía de estabilidad se ha convertido en un espejo que refleja solo una parte de la realidad, lo que no se ve —el costo fiscal, la ineficiencia y la pérdida de competitividad— es lo que hoy amenaza el futuro económico del país. Cualquier intento de gradualismo bajo el contexto actual con un sostenido déficit fiscal, insostenibilidad de un tipo de cambio fijo, recesión económica y crisis energética, tenderá inexorablemente al fracaso, tal como Bastiat advirtió hace más de un siglo y medio: la diferencia entre un mal economista y un buen economista es que el primero solo ve los efectos visibles; el segundo prevé también aquellos que no se ven.
Por: Horacio Guido Valle Santa Cruz
