Luego de ser derribado por la riada, logró refugiarse en un altillo, donde se cambió de ropa y aguardó hasta el día siguiente para salir. Todas sus pertenencias fueron dañadas por la fuerza del agua, incluso lo más preciado para él, «sus alimentos».
Por Jessica Vega Muñoz

Fuente: El Deber
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Con sus pantalones remendados y ajustados con su cinturón, una polera descolorida y cubriendo su cabeza con un sombrero, es la vestimenta con la que quedó Medardo Durán, un hombre 80 años que logró salvar su vida refugiándose un pequeño altillo, luego de haber sido derribado por la riada la madrugada del lunes, desastre natural registrado en la comunidad Achira, en el municipio de Samaipata.
«Vi un aluvión de tres metros. El agua entró por la puerta y me tumbó dos veces, pero logré salvar mi vida», relata el hombre de la tercera edad a EL DEBER, un día después que la riada ingresara a su vivienda y se llevara todo a su paso, incluido a él.
Sin embargo, la misma fuerza del agua que abrió una puerta y lo arrastró a un pasillo, hizo que se cierre otro ingreso, lo que le permitió ponerse de pie y subir hasta un pequeño altillo que tiene en su propiedad, lugar donde ingresó y cobijó durante la madrugada. Se buscó la única ropa que encontró en el lugar y se cambió la que quedó mojada y se abrigó con una ‘chompita’.

Recuerda que el agua le llegaba hasta la altura del pecho, y caminó hasta su altillo donde se cobijó y trató de dormir: «Logré salvar mi vida por ese altillo, ya no podía salir a ningún lado, pero tras que hubiera puesto un pie afuera, estaba muerto yo», señala.
El hombre que vive hace 60 años en Achira, asegura que nunca vivió un episodio semejante en el lugar, ni en toda su vida. El desastre natural se llevó la mayoría de sus posesiones y lo dejó con sus únicas prendas que logró encontrar secas en el altillo.
«Esta preciosa ropa al final de cuentas le voy a agarrar un cariño grande, porque fue lo único que hallé y una chompita. Estos zapatos me los regalaron ayer, (estaba) como un mendigo yo», dice con la voz quebrantada y al borde del llanto.
«Todas las cosas las ha ‘desparpajado’ (la riada), la heladera, el freezer y lo más preciado que tenía: mi alimentación. Y, ¿Qué vamos a hacer?, los años nos han enseñado a que, llorar y llorar, irnos contra Dios, irnos contra la naturaleza es imposible, es un error grande», reflexiona.
Un día después del desastre, Medardo recorre sus habitaciones, pero se topa sus pasillos llenos de palizada y lodo que poco a poco se secan con el sol. «Estamos tratando de sobrevivir y sobreponernos, pero mi corazón no lo acepta», dice.
Su casa es amplia, cuanta con varios cuartos separados, recuerda que él se encontraba en la habitación más grande y cuando terminaba de sacar el agua con una escoba la puerta se abrió y vio el agua ingresar con fuerza que se lo llevaron por delante, incluso hasta sus oídos se llenaron de agua y tierra. Pero al lograr pararse, evitó que la riada lo arrastre hasta la cancha.
Ve sus casa inhabitable y por el patio pasearse su única gallina viva. «Todo se echó a perder, la casa resistió y eso que es una casa vieja de 100 años y está parada, por suerte», indicó.
Así como Medardo, una decena de personas pasaron una pesadilla tras el paso de la riada, cuando el agua, piedras y palos cayeron del cerro y arrasaron con la comunidad, dejando al menos una veintena de viviendas completamente inundadas, y diez de ellas desplomadas.
Pero no todos corrieron con la suerte de salvar sus vidas, hay dos mujeres que fueron reportadas como desaparecidas y no son encontradas hasta la fecha, pese a los trabajos de búsqueda que se realiza con canes, maquinaria pesada y el rastrillaje que realizan brigadistas y rescatistas de diferentes unidades.
