*Por Carlos Hugo Molina.
Cuando recién llevamos una semana del juramento de Rodrigo Paz y Edmand Lara, y después de 20 años de negación, bloqueo mental y físico, y pensamiento único al que estuvimos sometidos, la ciudadanía radical y la gente decente hemos ganado que se respete nuestro derecho a la crítica, al disenso y al equilibrio del Centro Democrático para construir una sociedad civilizada.
Los nuevos gobernantes van a tener que inventar institucionalidad democrática para fortalecer la gobernabilidad en un momento de tensiones múltiples. El gobierno aún no ha adoptado ninguna de las medidas anunciadas, (consideradas por todos los candidatos en el periodo electoral), y sin embargo ya vemos cómo están apareciendo algunos sectores con anuncios de conflictos, con plazos y condiciones.
Permitime cuatro comentarios, sencillos.
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1. Está intacta la burocracia, disciplina y obediencia partidaria en la función pública que impuso el MAS en estos 20 años. Suponer lo contrario es ingenuo e irresponsable y se necesitará mucho más que el cambio de cargos jerárquicos para que el «país tranca y corrupto» contra el que nos hemos rebelado, modifique su conducta en márgenes razonables. Los primeros que deben comprender esta nueva realidad son los mismos funcionarios partidarios que deben convertirse en servidores públicos para recuperar la calidad de ciudadanos, respetando el cambio y actuando profesionalmente.
2. Aceptando las dificultades de la transición, la gravedad de la crisis económica y social, de corrupción, pérdida de institucionalidad que dejan los gobiernos masistas de Evo Morales y Luís Arce, y no pudiendo ignorar un estilo de comunicación entre el Presidente y el Vicepresidente que debe superarse discretamente para convertirse en anécdota, resulta imprescindible establecer prioridades concediendo un tiempo prudente a los gobernantes para que terminen de posesionar a los nuevos gestores de la esperanza y hagan funcionar esta máquina en favor de la gente.
3. El Gobierno deberá administrar un malestar acumulado y creciente, ofreciendo información fidedigna y oportuna. No necesitamos propaganda oficialista, con paciencia, buen genio y de ser posible sin ceño fruncido, necesitamos que nos digan la verdad.
4. Los ciudadanos somos los defensores de nuestra democracia. Las campañas de mentiras, que propongan violencia y generen incertidumbre, deben merecer responsablemente, verificación, evaluación, censura y repudio social colectivo cuando tengan esa calidad.
Si te parece, pasá la voz.
*Abogado con especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo.
