Agonía comunista


Álvaro Riveros Tejada

 



La amplia mayoría obtenida por José Antonio Kast, líder del Partido Republicano de Chile, frente a su contrincante comunista, Jannette Jara, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de esa nación transandina, ratifica la lenta, pero inminente muerte del espantajo comunistoide que rigió Latinoamérica, durante más de un cuarto de siglo, desde México hasta la Argentina.

Así como ese cáncer fue inoculado por la extinta Unión Soviética en Cuba hace 65 años, fueron varios los intentos de hacer metástasis en países como: Chile, Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela, Bolivia y otros, en donde, si bien no fue erradicado del todo, dejó serias secuelas que luego se vieron reforzadas por una junta de bacterias, que bajo el disfraz del Foro de São Paulo, volvieron a la carga.

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De ahí que este proceso electoral estuvo marcado por la preocupación ciudadana por la inseguridad y el desastroso desempeño económico que deja el gobierno  del comunista Boric y que ya lo había experimentado Allende. Sondeos previos a los comicios señalaban la violencia, el crimen y el narcotráfico como las principales inquietudes del electorado, en una trama de aumento de delitos tales como secuestros y extorsiones en los últimos años, pese a una clara disminución en los homicidios.

El llamado Foro de São Paulo —como tan acertadamente fue calificado— es la oficina central latinoamericana de todas las más letales fuerzas de la izquierda en nuestro continente, esa que proclama al mundo un cambio humanista y pacífico, pero en el fondo su propósito es perpetuar las tiranías de gente como los Castro, Maduro, Daniel Ortega, y la instauración de regímenes de terror y opresión

Ahora bien, a la luz de lo expuesto por el electorado chileno, pareciera que el Foro de São Paulo está al borde de su inexorable hundimiento. Casos similares son observados y medidos en tiempos históricos, a veces tan imperceptibles que se los comprende con un siglo de retraso, pero es altamente probable que la vida del Foro —aunque ahora se llame de Puebla— esté llegando a su fin. Nació para reciclar el socialismo marxista y, en lugar de la dictadura proletaria, se convirtió en la dictadura del castrochavismo con base en un risible Socialismo del Siglo Vende Humo, cuya primera medida fue no pagar derechos de autor a su inventor alemán.

En lo que a los bolivianos incumbe, esta nueva realidad chilena marca un hito de esperanza, dada la similitud de los principios doctrinario-políticos de ambos flamantes gobiernos, que bien podrían marcar un nuevo acercamiento entre nuestros países, delineando una conducta diametralmente opuesta a la famosa “diplomacia de los pueblos” que nos ofrecieron los masistas socialistas, al decretar nuestra mediterraneidad definitiva en los estrados judiciales de La Haya.

Lo curioso de este cártel comunistoide que nos gobernó por casi veinte años, es que nunca hubo un gesto de colaboración hacia nuestra justa y sempiterna causa marítima, de parte de los países socialistas. Obviamente, menos del gobierno chileno, presidido por un “comunista confeso”. Ese fenómeno nos induce al optimismo y a creer y confirmar la Agonía Comunista.