Así fue el sensual baile de Brigitte Bardot en «Y Dios Creó a la Mujer» que revolucionó la industria del cine


Una escena icónica de cine convirtió a un tranquilo pueblo pesquero en sinónimo de glamour internacional y rompió barreras culturales.

Por Carlos Eduardo Martínez

El sensual baile de Brigitte Bardot en «Y Diós Creó A La Mujer» que cambió el cine



 

Fuente: infobae.com

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

 

En el verano de 1956, el pequeño pueblo pesquero de Saint-Tropez se transformó en el epicentro de una revolución cinematográfica y cultural cuando la actriz Brigitte Bardot protagonizó una de las escenas más recordadas de la historia del cine en la película “Y Dios creó a la mujer” (Et Dieu… créa la femme), dirigida por Roger Vadim y estrenada el 28 de noviembre de ese mismo año. Aquella secuencia de mambo, donde Bardot apareció descalza y visiblemente agitada, rompió los esquemas morales de la época y convirtió a la joven actriz en un símbolo de libertad y sensualidad, redefiniendo la imagen de la mujer en la pantalla grande.

La escena, filmada en locaciones reales de la Costa Azul, fue el resultado de una conjunción de factores: el ambiente denso de un bar saturado de humo, la tensión contenida en las miradas masculinas y el ritmo frenético de una orquesta en vivo. Bardot, en el papel de Juliette, irrumpió en el salón con el cabello rubio suelto, la piel perlada de sudor y una energía indómita. Llevaba una falda verde larga, que se desabrochó para liberar sus movimientos, dejando ver un body negro ajustado que, junto con sus pies descalzos, desafió todos los códigos de recato de la posguerra. La cámara, en formato CinemaScope, recorrió cada giro, cada salto, cada sacudida de caderas, amplificando la fuerza visual de la escena sobre el tablero blanco y negro del suelo.

Brigitte Bardot revolucionó el cine

Brigitte Bardot revolucionó el cine francés en 1956 al protagonizar la icónica escena de mambo en ‘Y Dios creó a la mujer’, filmada en Saint-Tropez

La juventud y el deseo se fundieron en una expresión de autonomía corporal nunca antes mostrada con tal naturalidad en la gran pantalla. El sudor, el cabello desordenado y el vestuario despojado de artificio la distanciaron del modelo hollywoodense y la acercaron al realismo crudo, a una sensualidad “animal” que escandalizó a críticos y censores.

La reacción no tardó en llegar. En Francia, la película recibió inicialmente recelo y escándalo. La prensa habló de “desparpajo sexual” y los sectores conservadores alzaron la voz contra lo que consideraban una amenaza a la moral pública. Pero el verdadero estallido se produjo al cruzar el Atlántico. En Estados Unidos, el filme fue un éxito comercial sin precedentes para una producción francesa, recaudando millones de dólares y catapultando a Bardot al estrellato mundial. A pesar de la censura en varios estados y la condena de la Legión Católica de la Decencia, la imagen de Bardot bailando descalza se instaló en el imaginario colectivo como emblema de una nueva era. En España, bajo la dictadura franquista, la película estuvo prohibida hasta 1971, lo que no impidió que su mito circulara clandestinamente.

El impacto fue inmediato y profundo. Saint-Tropez, hasta entonces un refugio tranquilo de pescadores, se convirtió casi de la noche a la mañana en destino turístico de lujo, elegido por la élite internacional y la “jet set” europea. El turismo se disparó tras el estreno y Bardot, que fijó su residencia en la propiedad La Madrague, fue reconocida como la madrina del lugar. El fenómeno transformó la economía y la identidad del pueblo, que pasó a ser sinónimo de glamour y libertad.

El éxito internacional de la

El éxito internacional de la película catapultó a Brigitte Bardot como símbolo sexual y de liberación femenina, consolidando su carrera como icono global

Pero la onda expansiva no se detuvo allí. La secuencia del mambo redefinió el vestuario femenino. El look de Bardot —pies descalzos, faldas amplias, cabello suelto y natural— se convirtió en tendencia mundial, alejando a las mujeres jóvenes de la rigidez elegante que había dominado la moda hasta entonces. La película, rodada con recursos técnicos avanzados para la época, como el uso del CinemaScope que magnificaba tanto los paisajes de la Costa Azul como la amplitud de los espacios interiores, fue reconocida con una nominación al Globo de Oro como mejor película extranjera y Bardot recibió premios de popularidad en varios países.

El eco de aquella escena marcó para siempre la carrera de Bardot. Con solo veintidós años, la actriz se transformó en el máximo símbolo sexual de la posguerra y en referencia obligada de la liberación femenina. Críticos y cineastas coincidieron en que la secuencia no solo anticipó la revolución sexual de los años sesenta, sino que anticipó el surgimiento de la Nouvelle Vague, al demostrar que el cine francés podía triunfar en el mercado global. Directores como Jean-Luc Godard y François Truffaut encontraron en ese éxito comercial el respaldo necesario para experimentar y romper con los modelos narrativos tradicionales.

Décadas después, la influencia de aquel momento se mantuvo intacta. La imagen de Bardot girando sobre el damero blanco y negro, con el sudor brillando en su piel y el vestido desabrochado al compás del mambo, fue referenciada en editoriales de moda, películas y campañas publicitarias. Su magnetismo permaneció como símbolo de una feminidad auténtica, sin filtros ni sumisión a los cánones de la época. La escena fue interpretada por críticos como el testamento de una mujer que, a través del baile, reclamó para sí el derecho al placer y a la autonomía.

La escena final del mambo

La escena final del mambo redefinió la autonomía del cuerpo femenino en la gran pantalla y anticipó la revolución sexual y la Nouvelle Vague francesa

La mañana de este domingo, la noticia de la muerte de Bardot a los 91 años, comunicada en un comunicado oficial de la Fondation Brigitte Bardot, reavivó el recuerdo de su gesta artística. La organización la despidió destacando su “inmensa tristeza” y subrayando que la artista, tras conquistar la fama mundial, eligió dedicarse por completo al bienestar animal y a su fundación. El comunicado no precisó la fecha ni el lugar exacto de su fallecimiento, pero su legado, forjado en aquella noche de verano en Saint-Tropez, permaneció inalterable.

La secuencia de mambo en Y Dios creó a la mujer no concluyó con un aplauso, sino con la intervención violenta del esposo de Juliette, que intentó restaurar el orden con una bofetada. La transgresión, sin embargo, ya se había consumado. Bardot, en ese instante, dejó de ser una joven promesa para convertirse en leyenda. Su danza, lejos de buscar redención o perdón, se convirtió en el símbolo universal de la emancipación y el deseo femenino, borrando las fronteras entre la luz y la sombra, lo correcto y lo prohibido. Desde aquel baile sobre el suelo damero de Saint-Tropez, la historia del cine y de la moda no volvió a ser la misma.

 

Muere a los 91 años la actriz y activista Brigitte Bardot