Tres días después de la peor masacre en Australia en décadas, las autoridades de Filipinas confirmaron que los dos autores del atentado visitaron el archipiélago en noviembre. Para los investigadores australianos, la pista de un entrenamiento yihadista en campos sigue siendo creíble, pero Manila lo niega rotundamente.

Con Heike Schmidt, corresponsal de RFI en Manila, y AFP
Desde el atentado de Sídney, que se cobró la vida de 15 personas reunidas para celebrar una fiesta judía en la playa de Bondi, la policía australiana investiga la posibilidad de que los tiradores, Sajid Akram y su hijo Naveed Akram, hayan viajado a Filipinas entre el 1 y el 28 de noviembre para entrenarse con yihadistas.
Si Australia señala a Filipinas, es porque el destino de los terroristas llama la atención de los investigadores: la isla de Mindanao, una zona que escapa parcialmente al control de Manila y que se sospecha que alberga campamentos de la organización Estado Islámico.
Por su parte, Manila niega que haya campamentos de este tipo en su territorio. El presidente Ferdinand Marcos rechaza “formalmente […] la descripción engañosa de Filipinas como centro de entrenamiento del Estado Islámico”. Según él, “no se ha aportado ninguna prueba”.
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Situada en el tercio sur del archipiélago, Mindanao es la tierra ancestral de una minoría musulmana de cinco millones de personas. Desde hace varias décadas, la región es escenario de una insurgencia islamista liderada por los separatistas moros del MNLF o por el movimiento Abu Sayyaf. Algunos de estos grupos han jurado lealtad al Estado Islámico.
Una región inestable a pesar del proceso de paz
Tras años de combates, y con el apoyo de Estados Unidos, un acuerdo de paz condujo a la creación de la región autónoma de Bangsamoro en 2019. Miles de combatientes entregaron entonces las armas. Pero los grupos vinculados al Estado Islámico nunca reconocieron este acuerdo y continuaron con sus acciones armadas. Con el fin de tranquilizar a la población, la portavoz del ejército filipino, Francel Padilla, afirmó a la AFP que los yihadistas que siguen activos hoy en día están “fragmentados y carecen de autoridad”. El ejército estima que su número es de poco más de 50 combatientes, frente a los 1257 que había en 2016.
Sin embargo, el proceso de paz sigue siendo frágil y las operaciones militares continúan. En 2023, un atentado con bomba contra una misa católica en la Universidad de Mindanao, en Marawi, recordó la persistencia de la amenaza.
Aunque reconoce que las ofensivas gubernamentales han debilitado considerablemente a los grupos yihadistas, el analista de seguridad Rommel Banlaoi, con sede en Manila, explicó a la AFP que estos habían mantenido sus conexiones “a nivel local y mundial” y que seguían gestionando campos de entrenamiento en el centro de Mindanao. Además, los yihadistas siguen reclutando en las redes sociales, y no es imposible que los dos atacantes de Sídney hayan podido entrar en contacto con ellos.