De acuerdo con un estudio de la Cepal, el país es el segundo más rezagado en implementación de IA en toda la región.
Por Daniel Zenteno

El país da sus primeros pasos en inteligencia artificial. Foto: Pxfuel.
Fuente: La Razón
Bolivia aún ocupa los últimos lugares en el mapa regional de la Inteligencia Artificial (IA), pero ya da dio sus primeros pasos en la adopción de esta tecnología que redefine economías y Estados.
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Así lo refleja el Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que sitúa al país en el puesto 18 de 19 economías evaluadas. El resultado confirma un rezago evidente, aunque también deja ver señales tempranas de incorporación social de la IA que podrían convertirse en una base para avanzar.
Estudio
El ILIA es un indicador regional que evalúa el grado de preparación de los países para desarrollar, implementar y gobernar la inteligencia artificial. Para ello, analiza dimensiones como infraestructura digital, talento humano, capacidades institucionales, uso de IA —incluida la generativa— y marcos normativos. Los datos provienen de fuentes que brindan los propios gobiernos, estadísticas internacionales y bases comparables, lo que permite contrastar realidades nacionales bajo criterios homogéneos.
Uno de los aspectos más llamativos del caso boliviano es que, pese a su bajo puntaje global, el país muestra un uso relativamente extendido de herramientas de IA generativa. De acuerdo con dos expertos, esto sugiere que la tecnología ya forma parte de la vida cotidiana de ciudadanos, estudiantes y emprendedores, aunque todavía sin un ecosistema nacional que la transforme en innovación productiva, investigación científica o mejoras estructurales derivadas del propio Estado.
Inteligencia Artificial
Para Cristian León, director ejecutivo de la Fundación Internet Bolivia, este fenómeno refleja un avance bastante desigual.
“Para avanzar en un desarrollo de inteligencia artificial responsable, Bolivia necesita generar una política pública específica para una transformación digital inclusiva”, dijo en contacto con La Razón.
En su criterio, Bolivia necesita una política pública integral de transformación digital que priorice el cierre de la brecha de conectividad y establezca una visión estratégica sobre cómo implementar la inteligencia artificial de forma responsable y con claridad.
León recuerda que Bolivia tuvo avances importantes en infraestructura, como el despliegue de fibra óptica que llegó a la mayoría de los municipios, pero señala que ese esfuerzo quedó incompleto por un problema de diseño institucional. La conectividad llegó a las capitales municipales, pero no a las escuelas, hogares ni edificios públicos, porque los gobiernos locales no tenían competencias ni recursos para extender la red. Esa atribución seguía concentrada en el nivel central, a través de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (Entel). “Ahí hubo un mal diseño competencial que ha evitado que se cierre la brecha digital”, afirmó el especialista.
Ese rezago en conectividad tiene un impacto directo en la inteligencia artificial. Sin acceso estable y de calidad a internet, hablar de IA resulta abstracto para una parte importante de la población. A ello se suma la falta de infraestructura crítica: centros de datos, capacidad de cómputo y servidores capaces de procesar grandes volúmenes de información. León señala que Bolivia tiene menos de ocho datacenters registrados, la mayoría de pequeña escala y privados, insuficientes para las demandas que implica la IA.
“Al haber pocos actores, tampoco hay mayor desarrollo. Es algo que debe nutrirse, debe incentivarse”, explicó León.
Estrategia nacional
Una lectura similar plantea Mario Durán Chuquimia, experto en derecho y tecnología, quien coincide en que el país se encuentra en una fase inicial, pero advierte que el principal cuello de botella no es solo técnico, sino normativo y estratégico.
“Bolivia carece de una estrategia nacional integral de inteligencia artificial, así como de políticas de ciberseguridad y de protección de datos personales alineadas a estándares internacionales”, afirmó en entrevista con este medio.
Esa ausencia, explicó, limita tanto la inversión como la adopción responsable de la tecnología.
Durán señaló que existen iniciativas aisladas, principalmente en universidades públicas y privadas, pero que estas no logran articularse en una visión de Estado. “No existen políticas públicas consolidadas de gobernanza respecto a la IA ni inversión estatal suficiente para fomentar su adopción”, sostuvo. En ese escenario, la inteligencia artificial avanza de manera fragmentada, dependiendo del esfuerzo individual de académicos, empresas o organizaciones de la sociedad civil.
Un claro ejemplo de iniciativas aisladas y que provienen del sector privado son Arien, un chatbot dedicado al micro aprendizaje y al acompañamiento empresarial, impulsado por la Fundación Emprender Futuro, y MIA, una inteligencia artificial aplicada a la educación y los negocios, impulsada por la organización Lacademy.
Sin embargo, tanto Durán como León coinciden en que la falta de una visión estratégica provoca que la IA no sea una prioridad real en la agenda pública. León observa que, mientras no exista una política clara, las acciones seguirán siendo dispersas: cursos aislados, manuales puntuales o proyectos piloto que no escalan. “Mientras haya iniciativas aisladas, no se van a generar soluciones estructurales”, advirtió.
En su criterio, es el Estado el que debe marcar el rumbo y permitir que universidades, empresas y organizaciones se articulen a partir de una política común.
Aprovechamiento
Durán complementa esta idea desde el plano jurídico. Subraya que sin reglas claras sobre uso de datos, responsabilidad y protección de derechos, la inteligencia artificial se convierte en un terreno de incertidumbre. Bolivia, recuerda, no cuenta con una ley de protección de datos personales ni con una normativa robusta de acceso a la información. Esto no solo afecta a la ciudadanía, sino que también limita a las empresas que podrían desarrollar soluciones basadas en datos públicos.
Pese a este diagnóstico crítico, ambos coinciden en que la inteligencia artificial representa una oportunidad estratégica para el país. León destaca su potencial para mejorar la eficiencia del Estado, optimizar servicios públicos en salud, educación y transporte, y fortalecer la transparencia. En el ámbito productivo, señala que puede aumentar la competitividad al automatizar procesos, optimizar cadenas de suministro y facilitar decisiones basadas en datos.
Durán, por su parte, remarca que la IA puede generar impactos concretos en sectores clave como la agricultura, mediante el monitoreo inteligente de cultivos; la salud, a través del análisis de datos clínicos; y la educación, con servicios más personalizados y accesibles para las personas.
“Su aprovechamiento es crucial para el desarrollo, ya que podría mejorar la productividad y atraer innovación privada”, dijo.
En el mediano plazo, añadió, permitiría posicionar mejor a Bolivia en la economía digital global.
Sin embargo, ambos advirtieron que estos beneficios solo serán posibles si la IA se implementa desde una perspectiva ética, inclusiva y de derechos humanos. León alertó sobre los riesgos del uso indebido de estas tecnologías, como la generación de imágenes y videos falsos, la suplantación de identidades o la amplificación de desigualdades. “No tenemos políticas en temas de ciberseguridad, más allá de algunas políticas muy específicas de ciertos sectores, como el sector financiero, pero en general no tenemos una política nacional de ciberseguridad”, dijo.
Durán coincide y subraya la necesidad de regulaciones específicas en tratamiento de datos y ciberseguridad.
En cuanto a las soluciones, León insiste en que todo debe partir de una política pública integral de transformación digital. Esta debería definir cómo se incorpora la IA en el sistema educativo, cómo se actualizan las currículas, qué salvaguardas se adoptan y cómo se canalizan los recursos. Durán añade que esta estrategia debe incluir inversión en centros de datos, formación de talento humano desde la educación básica hasta el posgrado, apertura de datos públicos y alianzas entre universidades y empresas y otras iniciativas.
Talento humano y avances
Justamente, este es uno de los puntos más importantes para el estudio de la Cepal: el talento humano en desarrollo de IA.
Nuevamente, pese a que el país muestra un avance e incluso supera a otros países, todavía está lejos de Estados donde los estudios sobre esta nueva tecnología son una prioridad real. Sin embargo, el número de usuarios que utilizan inteligencia artificial generativa (ChatGPT, DeepSeek, Gemini, entre las más conocidas, aquellas que crean textos e imágenes) está en un aumento constante.
León recuerda que en la anterior Asamblea Legislativa dos proyectos de ley intentaron impulsar y normar el uso de la inteligencia artificial, pero no llegaron a ser tratados por el pleno. Además, la Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic) recién presentó su programa de digitalización, que contemplaba el uso de la IA, a finales de su gestión.
Mientras tanto, las nuevas autoridades no han tratado el tema de una tecnología tan importante como la inteligencia artificial. De hecho, el tema estuvo ausente durante toda la campaña electoral.
“Se espera que la actual Asamblea Legislativa Plurinacional tengo un rol activo respecto al desarrollo tecnológico de Bolivia”, afirmó Durán, pero, por ahora, ningún diputado o senador impulsa algún proyecto de ley relacionado con impulsar la IA.
Ambos expertos insisten en que Bolivia aún está a tiempo de subirse al tren de la inteligencia artificial, pero el margen se reduce. Sin decisiones políticas claras, inversión sostenida y marcos normativos modernos, el país corre el riesgo de quedar relegado como simple consumidor de tecnología extranjera, como ocurre con otros sectores donde hay dependencia.
Con una estrategia nacional bien diseñada, en cambio, la IA podría convertirse en una palanca para transitar de una economía basada en materias primas hacia una economía del conocimiento, pues se puede aprovechar esta tecnología como una herramienta aplicada, como sucede con Arien con su chatbot para guiar a emprendedores, y con MIA, para enseñar en diferentes niveles. Ambas iniciativas bolivianas podrían potenciarse si hay las condiciones.
Fuente: La Razón