Bolivia es protagonista de una transición complicada. Se libera de un socialismo híbrido: una mescolanza de rencor vengativo, reivindicación engañosa, normas legales incrustadas provenientes de ideologías prestadas; que, si bien consiguió avances en términos de políticas sociales, terminó en fracaso irrefutable. Así que entró en vigencia un nuevo modelo de cambio a la luz del ideario del Partido Demócrata Cristiano [PDC); su candidato, un político de perfil moderado, decidió ir tras el apoyo de la burguesía, y la clase media. El triunfo sorpresivo salió de los votos nulos de la primera vuelta que migraron a favor del PDC en solo seis semanas: un millón de personas —la mayoría militantes masistas- sellaron el resultado que definió la victoria.
El gobierno instalado desde el ocho de noviembre es, en los hechos, la alianza del PDC y Unidad Nacional, el frente político que sin fingimiento logró involucrarse en la gobernanza, y dejó afuera del Poder Ejecutivo a la agrupación política Libre.
Por lo mismo, los parlamentarios del MAS que apoyan al vicepresidente, son, todavía, testigos mudos de piedra. Tienen importante presencia en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), y serán protagonistas estratégicos cuando se necesiten votos para aprobar las leyes. Por otro lado, la agrupación política Libre puede inclinar la balanza cuando se requiera dos tercios, a menos que vuelvan las prácticas del irreversible transfugio.
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El Presupuesto General del Estado fue elaborado por el anterior mandatario y su gabinete de ministros; es obvio que debe ser replanteado según sean las políticas públicas, los objetivos y metas del nuevo jefe de Estado, y el criterio de colaboradores enfrentando desafíos nuevos, que probablemente no estén en la teoría de sus libros, ni en experiencias pasadas. Por eso, más allá de prestigio y méritos curriculares, necesitan “ingenio humano”.
El presidente Rodrigo no es libertario como Milei, tampoco liberal como Tuto Quiroga. Por ahora, las medidas económicas aplicadas, más parecen tanteos para observar las reacciones y expectativas de los diferentes grupos de la población. Los informes que divulga el mandatario, en sus frecuentes intervenciones, producen efectos de asombro e incredulidad. ¿Prepara el ánimo para lo que se viene? Habla de miles de millones de dólares y de pesos bolivianos. El desglose específico de las cuentas, como demostración de evidencia, se presentará seguramente más tarde; está claro que también en esto se aplicará el gradualismo.
Los compromisos de transparencia se repiten en los discursos de quienes posesionan y de los posesionados que juran al cargo besando la señal de la cruz. La culpa “in eligendo” alcanza a quienes no saben elegir bien, y la culpa “in vigilando” a quienes no vigilan bien a sus elegidos. Por eso, si la gestión de la gobernanza es deficiente, o se reinstala la corrupción, la culpa directa es del Presidente Rodrigo; por eso, no debe equivocarse a la hora de elegir, como también los elegidos, cuando hagan lo propio con sus colaboradores.
Mario Malpartida Arce
Periodista
