En toda Constitución existe un espíritu que no siempre aparece en el texto, pero que se desliza entre sus artículos como un hilo de oro. Ese espíritu —la voluntad del constituyente boliviano— imaginó un Órgano Electoral Plurinacional independiente, imparcial y capaz de resistir las tormentas políticas. Hoy, cuando la democracia enfrenta tensiones que recuerdan las narraciones inglesas sobre reinos al borde del desgaste moral, los nuevos vocales tienen la oportunidad de realinear la brújula institucional con cinco acciones que no son meras tareas administrativas, sino compromisos éticos y estructurales.
1. Restaurar la dignidad institucional con un compromiso ético radical. El constituyente concibió al OEP como un “cuarto poder” moral de la República. Los vocales, por tanto, deben iniciar con un pacto ético vivo: agendas públicas, renuncia documentada a toda influencia partidaria y declaración transparente de intereses. Como escribiría Shakespeare, “la integridad no se declama: se muestra en el momento en que más arde la tentación”. En un país dividido, la primera acción es moral antes que técnica;
2. Revisión total del andamiaje electoral como acto de sinceramiento con el país. La democracia no puede avanzar sobre cimientos debilitados. Los vocales deben ordenar una auditoría integral del padrón, los sistemas informáticos y los reglamentos, no como un gesto político, sino como un deber de reparación institucional. Que los resultados se publiquen sin maquillaje, con la crudeza que exige la verdad democrática. Solo así se conjura la desconfianza que el constituyente quiso prevenir al dotar al OEP de autonomía plena;
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3. Reconectar con la ciudadanía desde la territorialidad real. La Constitución boliviana se funda en la pluralidad: naciones indígenas, periferias urbanas y regiones con identidades propias. Los vocales deben salir del Palacio Electoral y caminar los territorios donde la democracia es práctica cotidiana, no teoría. Instalación de mesas permanentes de diálogo, visitas rotativas y consultas públicas reales. Como diría Virginia Woolf, “no se gobierna desde una ventana cerrada”. El OEP debe volver a escuchar la respiración del país;
4. Gobernanza electoral previsora y no improvisada. La voluntad del constituyente exige estabilidad. Por ello, los vocales deben construir un Plan Estratégico Electoral 2025–2035 con métricas verificables, alertas tempranas y protocolos de contingencia para crisis políticas o sociales. Bolivia no puede seguir reaccionando; debe anticiparse. La institucionalidad, como las grandes novelas inglesas, se sostiene en la coherencia de su trama, no en la improvisación del capítulo siguiente;
5. Transparencia absoluta como política indeclinable. La democracia muere en la penumbra. Por ello, las resoluciones deben transmitirse en vivo, los votos deben ser fundamentados públicamente y los datos deben abrirse al escrutinio ciudadano. La transparencia no es un adorno retórico: es un mandato constitucional implícito. El OEP debe convertirse en un espejo donde nada pueda esconderse. Estas cinco acciones representan la ruta para honrar la voluntad del constituyente y reconstruir la confianza ciudadana. Los nuevos vocales tienen ante sí una tarea que no admite demora: convertir la institución en un faro democrático que, aun en la noche más oscura, siga señalando el camino.
Autor: Carlos Pol Limpias, abogado con Doctorado en Derecho con mención en Sistema Jurídico Plural.
