Por Roy Alex Muguertegui T.
Cuando una Federación o Asociación de Fútbol tiene un proyecto, sobrevive; cuando tiene una estructura, evoluciona. En Bolivia no existe ni lo uno ni lo otro. Y, si existiera, la afición futbolera no lo conoce porque nunca fue socializado por quienes deberían transparentarlo.
La Copa Simón Bolívar, el torneo de ascenso que deberá ser el semillero del fútbol nacional, hoy parece una competencia de barrio: mal organizada, con equipos que contratan jugadores al borde del retiro solo para “ver qué pasa”, futbolistas extranjeros sin formación en menores que llegan a probar suerte y terminan fichados, canchas en condiciones deplorables, clubes con deudas e impagos, licencias incumplidas que nadie controla, y arbitrajes tan malos que rozan la sospecha. Todo enmarcado en una estructura irregular.
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Mientras un torneo considerado de “segunda categoría” no se transparente, la escala seguirá siendo la misma: mediocre. Mediocre porque la Copa Simón Bolívar lleva años disputándose sin VAR y con un arbitraje que se convirtió en el “villano” principal de un espectáculo que no se vende, no se promociona.Un torneo que se cae solo.
Si los organizadores dicen que implementar el VAR es costoso, entonces debieron aplicar la alternativa lógica: el FSV (Sistema de Revisión en Video), utilizado precisamente en campeonatos con recursos limitados. Este sistema permite que los cuerpos técnicos soliciten revisiones puntuales —goles, penales, tarjetas rojas, errores de identidad— con tan solo dos ventanas por partido. Es simple, funcional y mucho más económico. Pero tampoco se implementa.
Como tampoco se impulsa una regla indispensable para un país tan desigual geográficamente: la diferencia de goles en playoffs. Esta medida equilibraría las series entre equipos de altura y de calor extremo, daría competencia real y reduciría el abuso del “factor localía”. Pero no se aplica, quizá porque hay intereses particulares para que ascienda ‘X’ equipo, quizás porque la dirigencia vive de favores políticos y defiende más la viveza criolla que la meritocracia.
El fútbol nacional está repleto de ventajistas. Mientras no existan torneos transparentes, serios y con arbitrajes creíbles, nada va a cambiar. Y lo peor no es que ocurra; lo peor es el silencio. No hay un solo dirigente que al menos denuncie lo que se ha vuelto rutina: el fútbol mediocre que nos toca ver, año tras año, como si fuera normal.
Fuente: diez.bo

