Giovanni Sartori, el importante politólogo sentenció: “lo que la democracia sea no puede separarse de lo que la democracia debiera ser. Una democracia existe sólo mientras sus ideales y valores la crean”
El ejercicio de la ciudadanía democrática no se da solamente en elecciones y a través de los mecanismos formales (como el voto o la militancia partidista), sino en las maneras en la que nos relacionamos con los demás cotidianamente. Una ciudadanía activa que ejerza los valores democráticos es indispensable para que las democracias funcionen y sobrevivan.
Las democracias se van debilitando y la gente se desencanta con la democracia porque espera que ella le resuelva sus problemas básicos, que todos tengan un buen salario, que la atención médica sea gratuita y de buena calidad, que las escuelas sean públicas, gratuitas y de excelencia, que no haya desigualdades excesivas ni pobreza, pero esto es difícil porque la democracia no es un gobierno que toma decisiones. La democracia es el sistema político o el régimen político donde los gobiernos y la ciudadanía pueden tomar decisiones. Esas decisiones pueden ser buenas o malas y aunque cuentan con mecanismos que deben encaminarnos hacia las buenas decisiones, estos mecanismos no nos impiden tomar malas decisiones. De ahí que las democracias llegan a ser vistas como ineficientes o incapaces de resolver los problemas de la sociedad. Cuando eso sucede, las democracias entran en crisis. Las personas dejan de votar y participar, empiezan a desconfiar de los representantes, políticos y partidos, pero también de los medios de comunicación y, en general, de las instituciones. El pluralismo y la diversidad dan pie al surgimiento de las divisiones sociales; muchos consideran que el gobierno no les representa y que no trabaja a favor de la sociedad.
En otro escenario, las elecciones las gana una fuerza política que se opone fuertemente al gobierno en turno y promete regresar el poder al pueblo y resolver prontamente todos sus problemas. Una vez en el poder, el nuevo gobierno, poco a poco empieza a implementar cambios en las reglas electorales o aquellas encaminadas a mantener el control ciudadano sobre el poder o el sistema de pesos y contrapesos, desmantelando algunos de los fundamentos de la democracia. Algunos opositores protestan, pero nadie les cree, y la democracia desaparece, como sucedió en Hungría, Polonia, Turquía, Venezuela y Bolivia. Si queremos evitar ese futuro, que las democracias no están destinadas a fracasar, entonces ¿qué es una democracia? ¿será sólo un mecanismo de toma decisiones del que no deberíamos esperar demasiado? ¿O es algo más? La democracia es, al mismo tiempo, muchas cosas y pocas cosas concretas: un procedimiento, una cultura y un ideal. Solamente entendiendo y asumiendo esas tres partes podemos comprender la fuerza y la vitalidad de la democracia.
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La democracia entendida como procedimiento permite cambio de gobernantes, la que nos da períodos de paz y estabilidad a lo largo de la historia. Eso nos conecta con las otras formas de entender la democracia: las elecciones necesitan de libertad, pluralidad de ideas y de una ciudadanía activa. La ciudadanía, para ser activa, necesita de bienestar, igualdad e inclusión. Por ello, para sobrevivir, la democracia requiere cumplir con una serie de elementos sin los cuales no sería democracia, de ciudadanía activa, de bienestar, de pluralidad de ideas, de igualdad e inclusión. La democracia necesita confianza y ciudadanía activa. La democracia es imposible sin demócratas, es decir, personas comprometidas con la democracia. La democracia requiere de ciudadanos y ciudadanas que crean en la democracia, que compartan sus valores, que usen el diálogo como una manera de resolver los problemas y que participen activamente para que su voz sea escuchada y sus demandas atendidas.
La democracia es un sistema político que se basa en la participación de todas las personas. Esa participación debe darse en condiciones de libertad e igualdad, no sólo formal, por la ley, sino real, efectiva, ciertas condiciones de vida, que les permitan satisfacer sus necesidades, realizar su plan de vida y participar en la vida social, cultural y pública de las sociedades. Las democracias buscan mantener un frágil equilibrio entre dos perspectivas. Por un lado, no buscan eliminar todas las diferencias que existen entre los individuos, la pluralidad y diversidad es fundamental para una sociedad democrática. Por otro lado, tienen la obligación de aminorar las desigualdades de riqueza y polos extremos, que pueden poner en peligro a la democracia cuando se vuelven demasiado exageradas. De ese tamaño es el trabajo del nuevo gobierno, consolidar nuestra democracia será fundamental para recuperar la fe perdida.
Mgr. Fernando Berríos Ayala / Politólogo
