Según una investigación, más de dos millones de niños sufren por efectos del cambio climático en el país. Más de 300.000 están expuestos a riesgos directos por inundaciones. Muchos pierden el material escolar y quedan con temor
Por Deisy Ortiz Duran
Fuente: eldeber.com.bo
La madrugada del 17 de noviembre, la mazamorra que cayó sobre Achira sepultó los cuadernos, lápices y todo el avance plasmado en las carpetas de la pequeña Ariana Sánchez, de diez años. No lograron salvar ni un solo material escolar y la niña quedó presa del miedo. “Cuando llueve no quiere ir a la escuela, porque tiene miedo de que vuelva a suceder otra tragedia”, dice su tía Delina Sánchez.
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Los únicos materiales que ahora tiene son cuadernos y lápices de colores que llegaron entre las donaciones. En Achira, los niños ahora estudian en una carpa que fue habilitada como aula, porque la escuela se utiliza como centro de acopio y distribución de ayuda para los damnificados.
“Los niños quedaron sin cuadernos, ellos quieren pasar clases, pero el desastre fue muy grande”, insiste Delina.
El cambio climático golpea a la población vulnerable del país. Más de dos millones de niños, niñas y adolescentes viven expuestos a los impactos más severos de las sequías, inundaciones, incendios forestales y olas de calor, según estudio de ChildFund Bolivia y Educo.
La investigación confirmó que la crisis ambiental impacta directamente los derechos fundamentales, como la salud, educación, protección, seguridad alimentaria, agua, saneamiento e higiene.
En muchos casos, los desastres destruyen viviendas y obligan a miles de familias a desplazarse, interrumpiendo los estudios de los niños y dejándolos sin un techo propio donde vivir. Eso fue lo que ocurrió hace más de dos semanas en el Puerto de Santa Fe, San Carlos, donde las riadas arrasaron con casas enteras y con años de esfuerzo. Rosa Arteaga y su familia fueron unos de los afectados. “Ahora no tengo nada, ni una casa para vivir. Pido ayuda a las autoridades. El turbión se llevó nuestras cosas, los zapatos, la ropa y hasta los cuadernos de mis hijos”, decía llorando el 17 de noviembre, cuando su vivienda quedó bajo el agua.
Sus pequeños Agustín (4), Jhon Jairo (11) y Nicolás (16) lo perdieron todo en la inundación. Cuando las aguas finalmente bajaron, lo único que pudieron rescatar fueron unas tapas de carpetas totalmente destruidas. “La comunidad nos regaló ropa y algunos cuadernos para que ellos puedan volver al colegio”, cuenta Rosa, quien agradece que los profesores han sido comprensivos con los niños porque conocen del desastre que vivieron las familias de Puerto de Santa Fe, donde el agua alcanzó al techo.
“En Bolivia, se estima que más de dos millones de niñas, niños y adolescentes viven en regiones altamente expuestas a riesgos climáticos, como sequías persistentes, inundaciones recurrentes, incendios forestales de magnitud, contaminación del aire considerable o temperaturas extremas”, alerta la investigación.
Inundación
El estudio identifica que 372.427 niños de 39 municipios están en riesgo directo por inundaciones. Están expuestos a ser arrastrados por la corriente o a sufrir lesiones; a contraer enfermedades como diarreas e infecciones respiratorias por el contacto con agua contaminada; a sufrir desnutrición por la pérdida de sus alimentos. Además, se ven afectados en el aprendizaje por la interrupción de clases o por el cierre de escuelas o su uso como refugios.
También está el impacto emocional. El miedo, ansiedad y estrés postraumático son frecuentes entre los menores que han visto destruirse sus hogares.
Salud
En materia de salud, los niños de 43 municipios presentan vulnerabilidad alta o muy alta, seis de ellos en situación crítica. En salud materna, la vulnerabilidad se extiende a 90 municipios. Y en nutrición, 20 municipios muestran riesgo muy alto.
La investigación concluye “que la vulnerabilidad obedece a factores que limitan su capacidad de adaptación: fisiológicos, sociales y económicos”, situación que vulnera otros derechos de la infancia y adolescencia como ocurre con la educación que se ve afectada por una muy alta deserción escolar.
Frente a esta situación, el estudio sugiere garantizar financiamiento para las emergencias por desastres naturales y en la prevención, para evitar afectaciones como las que ahora están sufriendo familias de diferentes municipios del país, donde el agua ha sepultado casas, cultivos y caminos.


