Guido Añez Moscoso
A pesar de que en la última campaña electoral, las empresas encuestadoras no han acertado en los datos electorales que publicaban, e incluso la red Unitel, una semana antes de la segunda vuelta y unas horas antes del debate presidencial, lo daba como ganador a Tuto Quiroga, y en la primera vuelta lo daban como ganador a Samuel Doria Medina, todavía sigo creyendo que las encuestas son el único medio científico de medir las sensaciones de la población, y en este caso, al no tratarse de encuesta de votos de candidatos donde se juegan muchos intereses y preferencias de los medios por un candidato, creo que pueden ir acercándose a la realidad, aunque con un mayor margen de error por la metodología utilizada.
Quiero aclarar, que en todos los países que tienen una democracia consolidada, las primeras mediciones se hacen a los 100 días, porque es un periodo simbólico de gracia política donde un nuevo mandatario tiene su máximo capital político y poder para implementar reformas, popularizado por Franklin D. Roosevelt en 1933 para actuar rápidamente contra la Gran Depresión, sirviendo desde entonces como un termómetro mediático y ciudadano para medir el liderazgo inicial, la capacidad de cumplir promesas y la dirección de una administración nueva.
Los datos son interesantes para Rodrigo Paz, que empezó siendo calificado por la encuestadora GALLUP como el mejor presidente de Sudamérica, superándolo al mediático de Milei, al experimentado Lula Da Silva y dejando en último lugar al impresentable impostor de Nicolás Maduro.
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La aprobación del presidente de un 65% es un puntaje bastante alto, y un capital político que ha sabido incrementar, mientras más la gente lo conoce, más confía en el, paso del 32% en primera vuelta, a 54% en segunda vuelta y ahora a tener un apoyo de dos tercios de la población.
No me pareció muy profesional de la red, poner una marca en la gestión de que el presidente y el vicepresidente «están peleados» eso es un análisis poco serio. No he escuchado ninguna declaración del presidente en contra del vicepresidente, pero al revés si he escuchado varias declaraciones del Vice contra Rodrigo, y eso la gente lo ha castigado, y si Lara sigue insistiendo en ese estilo de hacer política, la gente lo seguirá castigando.
Con estos datos se han caído varios mitos, el primero sostenido por el MAS y alimentado por la gente de Lara que Rodrigo gano por los votos de Lara, que él era el hombre voto y no Rodrigo, el segundo que la división entre la percepción de la racionalidad política entre oriente y occidente está desapareciendo, Rodrigo tiene un 71% de aprobación en Santa Cruz, y 60% en El Alto y tercero que la sensación de esperanza que vendrán días mejores son similares en los tres departamentos más El Alto.
Estos primeros 30 días son esperanzadores para la gente, hay algunos sectores que están subiendo su nivel de ansiedad queriendo que de una vez el gobierno acelere los cambios que son imprescindibles tanto en la economía como en lo institucional, estoy seguro de que esos cambios vendrán porque son necesarios, porque el país no aguanta más subvenciones absurdas que a la larga nos harán más daño a todos, pero tenemos que tener paciencia para asegurarnos que los cambios que se hagan serán para asegurarnos el futuro de todos los bolivianos.
Creer que en un mes de gobierno se borraran 20 años de irracionalidad del manejo de la cosa pública, es imposible, vendrán cambios con efecto inmediato, otros con efectos a mediano plazo, y otros que recién se notaran en los próximos años.
Cuando recuperamos la democracia, el primer gobierno de la UDP, conquisto la libertad para todos, Víctor Paz nos dio la estabilidad económica, Jaime Paz inicio el proceso de crecimiento del país e hizo los acuerdos Mariscal Andrés de Santa Cruz, que generaron una política antidrogas, política energética que nos garantizó el gas, unas corte electorales imparciales, reforma constitucional etc. y luego vino Gonzalo Sánchez de Lozada a hacer reformas económicas más profundas y por último Banzer que consolido la venta de gas al Brasil.
La paciencia en política es una virtud clave que implica serenidad, tolerancia y perseverancia ante la adversidad y las demoras, permitiendo a los líderes tomar decisiones correctas sin ceder a la impulsividad, que nos puede hacer retroceder en la libertad conquistada en las últimas elecciones.
