El cargo de presidente no es un mero puesto operativo ni un ejercicio de omnipresencia. Su trabajo no es inaugurar obras, ni comentar cada problema del país. Su trabajo es brutalmente simple y horrorosamente delicado. Tomar decisiones. Nada más, nada menos.
Gobernar consiste en elegir personas, elegir rumbos, elegir prioridades, elegir bien. Cada decisión desplaza recursos, altera equilibrios, crea ganadores y perdedores. Un presidente que no decide, o que decide tarde, sencillamente no tiene lo necesario para serlo. Si no, observemos el fresco recuerdo del expresidente Arce.
Las decisiones presidenciales no se miden por su popularidad inmediata, sino por sus consecuencias. Algunas, como las de los gobiernos del MAS, serán aplaudidas y luego lamentadas. Otras, como las del MNR, serán criticadas y luego entendidas. El mayor problema es delegar o retrasar la decisión por miedo al costo político, esconderse detrás de informes técnicos o permitir que otros decidan en su lugar sin asumir la responsabilidad. No existe un “timing” perfecto, el olfato es la habilidad necesaria que marcará la diferencia entre ser un gran estadista o un mero presidente de pacotilla.
De las decisiones dependen cosas que no admiten retórica. La estabilidad económica, la confianza en las instituciones, la credibilidad internacional, la paz social. En los últimos 20 años la patria se ha ido erosionando con pequeñas decisiones mal tomadas o, peor aún, con decisiones que nunca se tomaron.
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Un presidente está para conducir el país, para fijar el rumbo y las coordenadas. Cuando se entiende eso, el Estado se ordena; cuando no, la corrupción y el caos se disfrazan de gestión y el país entra en piloto automático hacia ninguna parte.
Al final, la historia anota nombres, pero solo los nombres que tomaron decisiones trascendentes, para bien o para mal, son recordados.
En esencia, tomar decisiones es el único trabajo que todos tenemos en este mundo, y estas son las que definen el rumbo de nuestras vidas. En el caso de un presidente, las suyas tienen el poder de influir en los destinos de la nación y su gente.
Marcelo Ugalde Castrillo
Político y empresario
