Emilio Martínez Cardona
Poco después del balotaje del 19 de octubre, indiqué en una entrevista para el pódcast de la Fundación Atlas (Buenos Aires) que el nuevo gobierno boliviano nacería bajo una doble tensión, entre el “vicepopulismo” de Edman Lara y la persistencia de la narco-republiqueta en El Chapare, desafíos que intentarían coordinarse en contra de la recuperación democrática.
Ahora, en un encomiable frenazo dado por el zar antidrogas al vicepresidente, se dijo que hay una “sintonía” entre Lara y Evo Morales, confirmando aquellas impresiones, al tiempo que se denunciaron los intentos del vicepresidente de colocar allegados en cargos policiales y de la FELCN.
Esto último podría ser algo más que un simple ejemplo de peguismo o “empleomanía” estatal, si se atiende a versiones que situaban al hoy vice en la facción policial evista que funcionaba durante la anterior administración, enfrentada a la facción arcista (motivo de fondo para las luchas y “cogoteos” que trascendían por medios y redes). Esto, por la misma época en que Morales se ufanaba de tener gente dentro de la policía que “le pasaba información”.
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Si eso tiene asidero, podríamos estar ante un intento de generar fugas de inteligencia que favorezcan al liderazgo narco-cocalero del Trópico de Cochabamba, redoblando la gravedad de las presiones de “colocación” de personal de Edman Lara.
Al margen de esto, el evismo jugará en otro plano, el electoral, aún sin sigla propia, siendo una absoluta ingenuidad creer que se quedará de brazos cruzados en las elecciones 2026, pudiendo apoyar bajo la mesa a candidatos de otras agrupaciones con los que tenga afinidad o pactos.
El sector del ex mandatario parte sus cálculos de un supuesto algo inflado pero no desprovisto de base, señalando que el voto nulo se impuso en la primera vuelta de agosto, en poco más de la mitad de los municipios del país. Algo inflado, decimos, porque no todo el voto nulo puede atribuirse a la consigna evista. Pero, en cualquier caso, la estimación da cuenta de la subsistencia de un potencial territorial en muchos municipios rurales, de baja población y en los cuales los “movimientos sociales” o sindicatos campesinos conservan poder coercitivo.
Otra área es la administrativa, donde figuras que estuvieron vinculadas al evismo urbano y de clase media se las han ingeniado para reaparecer como autoridades “técnicas” en este nuevo ciclo político. El caso más sonado es el de una ex viceministra de hidrocarburos, de los tiempos en los que se emitían falacias sobre el “mar de gas”, reciclada al frente de una de las principales agencias estatales del rubro; mientras que el más reciente es el nombramiento como consejero de la Fundación Cultural del BCB de un personaje que ya presidió esa entidad en gobiernos de Evo Morales, desde donde llegó a censurar la presentación en Santa Cruz de la Sierra de dos escritores cubanos exiliados.
Sin exageraciones pero también sin subestimación, no nos adelantemos aún a proclamar la desaparición del evismo. El precio de la libertad, decía Thomas Jefferson, es la eterna vigilancia.
