Inteligencia artificial, recursos y poder definirán el 2026


 

Ronald Nostas Ardaya



Industrial y ex Presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia

En 2026, el mundo seguirá su acelerado reordenamiento económico, tecnológico y geopolítico, generando mayor incertidumbre y complejidad.  Tras las amargas experiencias de Gaza y Ucrania, la emergencia de los nacionalismos radicales y el fracaso del multilateralismo, los conflictos armados vuelven a ser una variable importante en los análisis prospectivos. Las grandes potencias como Estados Unidos, China, Rusia, Alemania, Francia e India han aumentado en casi 10% su gasto militar y aparecen zonas críticas en Medio Oriente y el Caribe que podrían estallar cualquier momento.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

EEUU parece haber ganado la batalla económica de 2025 frente al experimento BRICS, que se ha debilitado. La guerra de los aranceles impuesta por Trump, y su estilo pragmático que combina diplomacia, autoritarismo y audacia, han vuelto a posicionar el liderazgo americano en el orden global. Sin embargo, la ventaja tecnológica, la expansión comercial y los intereses expansivos de la China de Xi Jinping están lejos de haber disminuido. Todo parece indicar que la guerra económica entre estos dos gigantes va a continuar, aunque los ejes de disputa se concentrarán más en recursos naturales (minerales estratégicos, energía, agua y alimentos), que en mercados o rutas comerciales.

La Inteligencia Artificial va a marcar el orden mundial en 2026. Su crecimiento exponencial continuará en todos los campos, especialmente en salud, educación, finanzas, gestión pública y producción, y su uso se naturalizará en todas las actividades humanas. Sin embargo, generará intensos debates legislativos, éticos y políticos sobre sus efectos en el empleo, seguridad, propiedad y uso responsable. Además, enfrentará sus primeras limitaciones logísticas, especialmente por la escasez de semiconductores avanzados y el crecimiento exponencial del consumo eléctrico de los centros de datos.

Nuevas tecnologías y digitalización avanzada en internet satelital, Tecnología 6G, ciudades inteligentes y sistemas de pago alternativos transformarán la infraestructura global y la ciberseguridad se convertirá en un centro crítico, con riesgos crecientes por amenazas sofisticadas sobre los sistemas financieros, los gobiernos en línea e incluso los servicios públicos.

En un contexto de aceleración tecnológica, puede que enfrentemos un retroceso en los grandes temas que dominaron el primer cuarto del siglo XXI, como los derechos humanos, las agendas sociales y el medio ambiente; en cambio habrá un reposicionamiento significativo de los derechos individuales, el desarrollo tecnológico y la transición hacia el uso del dinero digital y la hiperconectividad.  La brecha de desigualdad e inequidad entre países, sociedades e individuos seguirá profundizándose, aunque los nuevos vectores de segregación serán el control del conocimiento y la tecnología aplicada al bienestar.

Problemas recurrentes como las migraciones, el terrorismo, el delito internacional, los desastres climáticos, las crisis humanitarias y la pobreza van a seguir erosionando la estabilidad y el crecimiento global.

Nuestro vecindario va a tener un año particularmente intenso. Brasil, Perú y Colombia tendrán elecciones presidenciales, mientras que los nuevos gobiernos de Chile, Ecuador y Bolivia empezarán a implementar medidas de ajuste, en escenarios de crisis económica y fragmentación política. La tendencia de la región hacia la democracia liberal y las economías abiertas, son señales de cambio muy potente que podrían incluso llevarse consigo a los regímenes de Venezuela y Cuba, cuyo fin parece estar cerca.

Es posible que Brasil y Guyana (que comparten una misma cuenca sedimentaria rica en petróleo) empiecen a tener un protagonismo inusitado para determinar los precios internacionales de los hidrocarburos, y se conviertan en exportadores principales. Por otro lado, la inauguración del Puente que une Carmelo Peralta en Paraguay y Puerto Murtinho en Brasil abrirá este año el flujo comercial entre el Atlántico y el Pacífico a través del Corredor Bioceánico más importante de la región, lo que puede iniciar la más grande transformación del comercio internacional sudamericano, tras más de 100 años de dominio de la ruta del Canal de Panamá.

A partir de su Estrategia de Seguridad Nacional, que reactiva una especie de Dotrina Monroe, la presencia estadounidense se acrecentará en la región, especialmente en países como Bolivia, Paraguay, Argentina, Ecuador y eventualmente Perú, aunque por ahora no reemplazará a las inversiones de Europa, China, India y Rusia.

La tendencia de los países será más bien hacia una apertura pragmática a inversiones masivas sin importar su origen, especialmente en áreas como energías alternativas, telecomunicaciones, infraestructura ferroviaria y caminera, minería y agroindustria. Con reglas de juego ajustadas, la competencia para captar inversiones puede animar a capitales asiáticos y europeos a apostar por el subcontinente.

La CEPAL ha advertido que este año el crecimiento del empleo será modesto, y la región seguirá enfrentando alta desigualdad salarial, empleo informal y brechas de bienestar social. Temas como la crisis de las pensiones, inclusión laboral, deficiente educación y salud, y brecha de género seguirán ganando importancia en agendas públicas.

El 2026 no será un año más: será un punto de inflexión. La tecnología, los recursos naturales y la geopolítica abren oportunidades reales, pero también riesgos de repetir viejos errores bajo nuevas formas. Convertir nuestras ventajas en desarrollo, dependerá menos del contexto internacional que de la calidad de nuestras decisiones políticas, institucionales y sociales. El margen de error se estrecha, y el tiempo para decidir es ahora.