Los acontecimientos del presente en las páginas del mañana


En las crónicas que se escriban para dejar testimonio de lo que ha sido el presente, probablemente dirán que por estos días, previos a las fiestas de Navidad y Año nuevo, Bolivia enfrentaba una situación crítica; las arcas fiscales sin dinero suficiente, y las deudas impagas aumentaban a la par que transcurrían los días, Entretanto, los pescadores en río revuelto, disconformes e impacientes, exigían que se adopten medidas económicas extremas, y que al pueblo se le aplique los remedios, en plenos días festivos, por más dolorosas que sean. Su esperanza para que todo suba de precio parecía fallida, hasta que el día llegó; el diecisiete de diciembre, 2025, los combustibles subieron, de precio. Los ciudadanos, en su papel de pacientes, con la salud emocional destrozada —casi en terapia intensiva- vivían con miedo, pues el presidente Rodrigo, inicialmente gradualista, empezó a decir que se venían tiempos difíciles; al anochecer de ese día empezó a encaminarlos, promulgó el Decreto supremo 5503. Entre los argumentos repetidos para eliminar la subvención se mencionaba: el Estado no puede controlar el contrabando; admitía su incapacidad con desfachatez, se quejaba de lo que permitía. Pocas horas después de publicado el Decreto supremo, resurgieron los movimientos reivindicadores después de que estuvieron callados por años, así como esos otros falsarios que pasaron a otro bando político, pedían que se resuelvan de inmediato los problemas que ellos mismos habían causado, exigían la vigencia de derechos que conculcaron sin miramientos.

Las lluvias persistentes y espesas; los meses de noviembre y diciembre, del 2025, llegaron exageradamente torrenciales, se desplazaron los ríos, y las aguas turbias, caudalosas, arrasaron viviendas, sembradíos; para más infortunio se perdieron vidas. Algunos políticos, en todo tiempo ofrecido, aprovecharon la desventura ajena para desplegar demagogia, que ellos llamaban solidaridad social; porque en la realidad la ayuda efectiva se demostró en los rescatistas anónimos que expusieron su valor y habilidades, a pesar de los recursos escasos. Se entregó ropa usada, alimento y medicamentos, un socorro pasajero ante la inmensidad de los daños.



En medio de tanto entrevero se anunciaron las elecciones subregionales. Los políticos en su salsa se volvieron a juntar para capturar cargos públicos, en concordia pragmática electoral; una maquinación frecuente en países expuestos a ese desventurado defecto del mestizaje cultural. Manipularon las expectativas de los sectores que buscaban respaldo económico, apoyo para seguir produciendo, y de una mayoría que luchaba por el sustento diario.

En ceremonia ampulosa nombraron a los integrantes de la “Comisión de la verdad”; se decían tantas cosas, se informaba con tono morboso descubrimientos escandalosos. Para calmar la sed de justicia aumentaron los encarcelados; pero como siempre, mucha cárcel, de dineros recuperados, nada.

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Lo que se recuperaba con ajetreo eran pobladores, víctimas del turbión; como esos dos niños de tez morena, labios secos y cabello tieso, traídos en brazos, rescatados del fango; con su mirada ingenua y desvaída parecían preguntarse por qué les contaban los latidos y signos vitales, si lo que traían era orfandad, angustia, hambre y sed.

Mario Malpartida*

*Periodista