El Albiverde cerró el torneo todos contra todos con estadísticas alarmantes y una nueva frustración deportiva. La crisis institucional, económica y futbolística volvió a golpear al club albiverde, que sumó otro año sin rumbo ni premios internacionales.
Fuente: diez.bo
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Oriente Petrolero volvió a firmar una temporada para el olvido. Los números finales del campeonato reflejan una realidad dolorosa para una institución histórica del fútbol boliviano, atrapada desde hace años en una profunda crisis institucional, económica y deportiva que parece no tener fin.
El pasado domingo, el Albiverde se despidió del torneo con una derrota en casa por 1-3 ante Bolívar, un resultado que simbolizó lo que fue su año futbolístico: un equipo inestable, sin identidad y que naufragó reiteradamente en la incertidumbre, incluso ante su propia gente.
En la tabla de posiciones, Oriente terminó en el puesto 11, con apenas 33 puntos en 30 partidos disputados. Ganó solo 9 encuentros, empató 6 y perdió 15, cifras que evidencian una campaña muy por debajo de la historia y las expectativas del club.
En el plano estadístico, los números también fueron implacables. Anotó 45 goles, pero recibió 58, cerrando el torneo con una diferencia de gol de -13, una muestra clara de los graves problemas defensivos y de la falta de equilibrio colectivo durante toda la temporada.
La inestabilidad dirigencial fue uno de los grandes detonantes del fracaso deportivo. Los constantes conflictos internos derivaron en una campaña desordenada, marcada por malos resultados y decisiones apresuradas, que terminaron debilitando aún más al plantel.
Esa falta de rumbo se reflejó en el banquillo. Oriente tuvo cinco entrenadores a lo largo del año: arrancó con Joaquín Monasterio, luego pasaron Rodrigo Venegas, Gualberto Mojica y Álvaro Peña, para finalmente cerrar la temporada bajo la conducción de Víctor Hugo Andrada.
Como si fuera poco, por tercer año consecutivo, Oriente Petrolero se quedó sin premio internacional. El Albiverde no logró clasificar a ningún torneo continental, profundizando la frustración de una hinchada que sigue esperando señales claras de reconstrucción.
Ahora, con el retorno de Ronald Raldes a la dirigencia, el club intenta encontrar un camino hacia la estabilidad. Sin embargo, el rechazo de una parte importante de la parcialidad albiverde, las fracturas internas y la falta de un proyecto definido hacen que el desafío sea enorme y que, al menos en el corto plazo, la recuperación de uno de los clubes más grandes del país parezca una tarea cuesta arriba.

