¿Qué es izquierda y qué es derecha?


En la contienda electoral boliviana de este 2025, se habló mucho sobre si tal candidato era de izquierda o de derecha, que si era socialista o más liberal. Ya sabemos que los conceptos de izquierda y derecha surgieron con la Revolución Francesa, pero se requiere aclarar algunas cosas.



Ha sido frecuente en nuestros candidatos rechazar ser categorizados como zurdos o diestros. Objetivamente, aunque alguien rechace alguna etiqueta, la etiqueta se le puede aplicar tranquilamente. Los términos obedecen a definiciones, y las definiciones de las palabras no cambian por nuestros sentimientos. O para decirlo en cristiano: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. La verdad no deja de ser verdad cuando ofende a individuos susceptibles.

Tendencias entre quienes rechazan las categorías de izquierda y derecha las hay varias. Una de ellas es la del socialista, que se dice de centro. Otra es la del fascista que alude a una ‘Tercera Posición’. Ambos se escudan en la frase: «Ni de izquierdas ni de derechas», pero o son de izquierda o son de derecha, no porque nadie pueda salirse de ese esquema (se puede), sino porque esos casos particulares muchas veces obedecen a los principios de uno u otro bando.

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Pero al final, ¿qué es izquierda y qué es derecha? Para ponerlo en términos simples, la izquierda ama la Revolución en profundidad y la derecha ama la Revolución moderada. Ambas coinciden en que rechazan la sociedad tradicional, orgánica, federativa, de lo que se conoce despectivamente como ‘Antiguo Régimen’.

La Revolución Francesa impulsó el modelo de sociedad política al que obedece ciegamente la modernidad: soberanía popular (contra la soberanía divina), positivismo jurídico (contra el iusnaturalismo), liberalismo político (contra el tradicionalismo) y secularización profunda (contra la armonía Iglesia-Estado). En otras palabras, Revolución con mayúscula es la transformación política consolidada, mientras que revolución con minúscula es un levantamiento cualquiera que no conquista el poder.

La izquierda quiere cambios profundos y rápidos; la derecha, cambios superficiales y lentos. Ambas quieren cambiar lo pasado sin detenerse a meditar si una buena parte de eso es rescatable.

Ni la izquierda ni la derecha piensan volver a la monarquía, porque la consideran obsoleta desde una perspectiva historicista hegeliana. Tanto la izquierda como la derecha están de acuerdo en que la historia ‘avanza’ y que hay que reinventar la rueda odiando al pasado, o tomando de él solo lo que coincida con los nuevos prejuicios ideológicos.

La derecha es una izquierda en cámara lenta. Los liberales de hoy son los conservadores de mañana. Los socialistas de hoy son los liberales de mañana. Los progresistas de hoy son los conservadores de mañana. Un día proclaman el cambio total, y al día siguiente ven las consecuencias, se arrepienten de ese cambio y piden moderarlo para que no se salga de control.

Si a ud. le disgustan las etiquetas, no basta con rechazar que lo llamen zurdo o diestro: hay que verdaderamente no ser zurdo ni diestro. Y eso se hace saliendo de nuestra burbuja, haciéndonos las preguntas verdaderamente incómodas: ¿realmente es bueno este sistema tal como lo conocemos?, ¿quiénes son los verdaderos disidentes?, ¿qué es lo que verdaderamente une y separa a la izquierda y la derecha?

¿La solución? Volver a los clásicos, retomar la filosofía natural y aprender de nuestros maestros en lugar de rechazarlos con soberbia, creyéndonos los inventores de la rueda. Cierto que podemos rescatar ideas de hoy, porque la tradición no es piedra inmóvil, sino que se actualiza.

Como decía Aristóteles, en todo cambio hay un elemento que muta (lo secundario) y otro que permanece (lo principal). Cuidemos de que lo que cambie en nuestras ideas sea lo accidental y que lo permanente sea lo sustancial, es decir, aquello que reconoce la realidad objetiva tal cual es, y no bajo el filtro de apriorismos ideológicos.