Rodrigo Paz cruzó el Rubicón: dejó a Macri atrás y actuó como un Paz


Rodrigo Paz no es solo un presidente que toma una decisión difícil; es heredero de un apellido profundamente ligado a los momentos más críticos del país. La historia de Bolivia recuerda a los Paz no por la comodidad del poder, sino por haber gobernado cuando el país estaba contra la pared.

 



 

Por Ricardo Pereyra Costas

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Hace semanas escribí que Rodrigo Paz se esta pareciendo a Macri y que el gradualismo, cuando deja de ser estrategia y se convierte en postergación, no evita el shock: lo acumula.

Esta noche, ese shock llegó.

No llegó por sorpresa.

Llegó porque durante años se decidió no decidir.

Llegó porque sostener ficciones siempre termina siendo más caro que enfrentar la realidad.

Subir los combustibles de esta manera es durísimo. Golpea a todos, especialmente a los que menos tienen. Golpea al transporte, a la comida, a la vida diaria. Nadie puede celebrar el impacto en los bolsillos.

Y, sin embargo, esta noche, cenando con amigos, aplaudí la decisión del presidente Rodrigo Paz.

No la aplaudí porque sea popular.

La aplaudí precisamente porque no lo es.

Hay que decirlo con honestidad: Rodrigo Paz lleva apenas seis semanas en la presidencia. Seis semanas no definen un gobierno ni agotan su margen de maniobra. Y aun así, decidió hacer algo que otros evitaron durante años.

Tomó una decisión impopular, riesgosa y políticamente costosa. En política, eso también cuenta como coraje.
Ese gesto importa. Mucho.

Porque no todos los líderes se animan a cruzar el Rubicón cuando todavía tienen capital político.

Cuando Julio César cruzó el río Rubicón en el año 49 a. C., no estaba ganando una guerra: estaba renunciando a la posibilidad de volver atrás.

La ley romana prohibía a un general entrar armado a Roma. Cruzar el Rubicón significaba desobedecerla y aceptar todas las consecuencias.

Por eso César pronunció una frase que quedó en la historia: alea iacta est —la suerte está echada.
Cruzar el Rubicón no fue un acto romántico ni impulsivo. Fue una decisión consciente de asumir un punto de no retorno.

Desde ese momento, ya no había neutralidad ni medias tintas: todo lo que vendría después dependería de la coherencia, la disciplina y la capacidad de sostener la decisión tomada.

Hay, además, una dimensión histórica imposible de ignorar.
Rodrigo Paz no es solo un presidente que toma una decisión difícil; es heredero de un apellido profundamente ligado a los momentos más críticos del país.

La historia de Bolivia recuerda a los Paz no por la comodidad del poder, sino por haber gobernado cuando el país estaba contra la pared.

Víctor Paz Estenssoro no fue recordado por evitar el shock, sino por asumirlo cuando ya no había margen, por estabilizar una economía devastada y por tomar decisiones que nadie quería, pero que el país necesitaba. No hubo romanticismo en 1985; hubo responsabilidad histórica.

Esa herencia pesa.

No como nostalgia, sino como referencia.

No como obligación de repetir recetas, sino como recordatorio de que los apellidos, en política, se honran con decisiones difíciles, no con discursos prudentes.

Tal vez por eso esta noche el gesto tuvo un significado distinto. No fue solo una corrección económica. Fue, potencialmente, el momento en que Rodrigo Paz dejó atrás el reflejo de Macri y empezó a dialogar con su propia historia.

Ahora bien, el aplauso no cancela la preocupación.
Una decisión dura no es lo mismo que un rumbo claro.

El shock, por sí solo, no ordena un país. Puede ser el inicio de una corrección necesaria… o el comienzo de una nueva etapa de incertidumbre si no viene acompañado de coherencia, equipo alineado y señales claras de hacia dónde vamos.

Mi temor no es el ajuste.

Mi temor es que el costo recaiga siempre en los mismos, mientras el desorden interno, la improvisación o la falta de acuerdos políticos terminen erosionando la confianza social.

Ojalá este golpe sirva para ordenar.
Ojalá sea el inicio de un camino firme y no solo el precio de haber esperado demasiado.

Ojalá este gobierno logre transformar el coraje de una noche en un rumbo sostenido.
Aplaudí hoy.

Observaré con atención mañana.

Porque apoyar decisiones difíciles no significa dejar de pensar críticamente.
Y porque cuando un país ya no aguanta más, equivocarse cuesta demasiado.
Alea iacta est.