Emoción, eso es lo que se veía, se sentía y se vivía en los eternos minutos de la operación rescate de los 33 mineros sepultados allá en las profundidades de una montaña en el desierto de Atacama. Pocos se habrán liberado de la trasnochada por seguir el lento bajar y subir de la cápsula Fenix portando ayuda y salvando uno a uno a los que desde el 5 de agosto quedaron atrapados por un desplazamiento en el vientre de la madre tierra. Entonces nadie daba un peso por esas vidas con 700 metros de roca encima. La fe, la confianza en los conocimientos técnicos de cientos de personas dentro y fuera de Chile que colaboraron desde el principio con el desprendimiento admirable que provoca solamente el saber que se está luchando por salvar vidas, fueron aglutinados por un comportamiento impecable de autoridades que con absoluto sentido de responsabilidad encararon las tareas de planificación del rescate. Se dio el milagro y Chile servirá de ejemplo al mundo.
Sin el circo al que estamos tan habituados por todo y por nada, el presidente chileno se acercó al cuarto hombre que subió a la superficie de la Esperanza y fundido en un sencillo abrazo casi le susurra al oído ¡Bienvenido a la vida! Era Carlos Mamani, un joven boliviano que como tantos miles ha emigrado al país vecino buscando el sustento para la familia que dejaron sus padres hace años, y también para la propia que empieza a formar. Una historia que es la historia de millones que cruzaron fronteras forzados por la carencia de oportunidades en su país natal, donde la pobreza y hasta la miseria no respeta región ni pueblo. Los campos de Potosí, Sucre, Oruro y La Paz desbordaron primero las periferias urbanas de las principales ciudades del eje troncal y, desde allí, después de intentarlo todo legal y hasta ilegalmente, decidieron abandonar tierra, familia y amigos en una aventura que no siempre tiene final feliz. Hoy, esos millones en remesas esconden el drama de miles de familias destrozadas.
A pesar de eslóganes coloridos y con buena música la situación económica de la familia boliviana apenas ha cambiado. Para algún organismo internacional el país pasó al mundo de ingreso medio bajo, por los extraordinarios precios para las exportaciones de gas y minerales, las remesas de los idos, más los ingresos generados por la producción y tráfico de drogas ilícitas, han eliminado el déficit fiscal. Aunque las cuentas no estén claras: crecimiento de la deuda interna y a corto plazo, financiamiento de las indemnizaciones por nacionalización de empresas cada vez menos estratégicas, desproporcionado aumento del gasto público, bajo índice de inversiones externas por quinto año consecutivo, e informes alarmantes sobre el estado de reservas probadas y probables en el sector hidrocarburos, dejan en suspenso cómo se va a encarar el crecimiento económico a largo plazo y la añorada industrialización.
Rescataron a Mamani sin importar costo, origen o raza en 69 días. Mucho menos de lo que esperan los presos sin juicio, los exiliados por temor a no tener trato justo ni debido proceso; menos de lo que llevan los muertos sin investigación seria; menos de lo que esperan miles de niños/as sin espacio ni equipamiento escolar; menos de lo que miles de bolivianos se encuentran abandonados en los hospitales carentes de personal y, sobre todo, de medicamentos; menos de los que lleva la sequía y la quema de nuestros bosques sin solución a la vista. Tiempo suficiente sólo para hacer aprobar leyes para la transformación profunda, estructural, en la que está empeñado el actual gobierno.
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Al filo de la medianoche se fundieron todos en abrazo fraterno, mientras en otro canal de Tv los parlamentarios protestan porque no se da espacio a la crítica, a la disidencia y menos a la oposición; en otro, un senador reconocido con armas en la mano, durmiendo su borrachera en recinto policial, o como pasajero de un coche fantasma que circula veloz en la noche sin conductor, da clases de ética y pide humildemente buen comportamiento y docilidad a las leyes. El mundo real. Más de 100.000 firmas y piquetes en huelga de hambre en la batalla por un derecho fundamental, la libertad de expresión, que gracias a la “estrategia envolvente” del oficialismo se ha puesto en la picota con los artículos 16 y 23 de la ley contra el racismo y todo tipo de discriminación. A los promotores de dicha ley no les hace mella ningún razonamiento, ni referencias a la época de Musolini o Hitler, la decisión es visceral y así fue instruida “no se cambia ni una coma”.
Hay mundos empeñados en salvar vidas, otros están empeñados en aplastarlas. En la cárcel de San Pedro comparten gusanos con laberintos políticos, un hoyo más profundo que el de mina Esperanza. Caen sin explicación las primeras víctimas de la ley mordaza, se curan en salud algunos medios clausurando programas independientes y poniendo en la calle a sus responsables. Como si se fotocopiaran instrucciones, hay empeño en establecer relación y amistad con algunos países que han convertido en cárcel sus propias sociedades, donde no es extraño sino costumbre cerrar medios, quitar licencias, encarcelar trabajadores de la información y, por último, eliminarlos. El número de periodistas asesinados en el mundo aumenta cada año según los informes de Reporteros sin Fronteras, porque la intolerancia sigue su paso marcial, dejando huellas como las de Luis Espinal y también Marcelo Quiroga. No importa la calidad profesional ni el nivel ético con el que se practique la profesión de informar a la sociedad, es que la voz del pueblo que transmite y amplifica la prensa libre independiente es un estorbo para los que figuran y conciben mundos totalitarios.
Bienvenido a la vida, al mundo donde hay que luchar por la libertad de conciencia, por mejores días para los hijos de todos y no sólo para los que hablan de los pobres. Lo dijo P. Shimose, en parecida circunstancia “Quiero escribir pero me sale espuma”.