El seductor


Hija de Francis y Eleanor Coppola, Sofía Coppola (NY, 1971) estudia fotografía en el Mills College de Oakland (California) y pintura en el California Institute of Arts, pero lo principal de su formación se da con su asistencia a los rodajes de su padre, para quien interpretó pequeños roles en ocho de sus películas y uno mayor en El padrino 3.Cuando parecía que el futuro de Sofía Coppola estaba en la actuación (tenía 24 roles y un decenio trabajando como intérprete), la joven realiza los cortos independientes Bed, bath and Beyond(1996) y Lick the star (1998) y encadena con Las vírgenes suicidas(1999), lograda adaptación de la novela de Jeffrey Eugenides que la colocó en lugar de privilegio en el cine de su país.La continuación no hizo sino confirmar las expectativas: Perdidos en Tokio (Lost in translation, 2003) con un Bill Murray formidable; María Antonieta (2006) su segundo encuentro con Kirsten Dunst; Somewhere (2010) que le valió el León de Oro en Venecia, The bling ring (2013) y ahora El seductor (The beguiled, 2016), premio a la puesta en escena en Cannes.Con un promedio de tres años entre una y otra película, Sofía Coppola es muy cuidadosa con sus proyectos y defiende ante todo su independencia. Por raro milagro toda su obra se ha podido ver entre nosotros, lo que nos exime de tener que presentarla. En relación a El seductor conviene advertir que estamos ante la segunda versión fílmica de la novela de Thomas Cullinan.En efecto, ya el veterano y talentoso Don Siegel (1912-1991) había realizado una primera, El engaño (1971, con Clint Eastwood, Geraldine Page y Elizabeth Hartman, entre otras), aunque Sofía Coppola afirma que su película no es en modo alguno un remake de la de Siegel, sino una relectura de la novela original desde otro punto de vista.

LA HISTORIA

En el tercer año de la guerra civil (1861-1865) que enfrentó norte contra sur en Norteamérica, en Virginia y pleno deep south se ubica el pensionado femenino de miss Martha (Nicole Kidman), que aprovecha la mansión familiar para acoger a pupilas, reducidas a cinco por la proximidad del conflicto. Con ella, la profesora de francés miss Edwina (Kirsten Dunst).Las dos adultas tratan de organizar una economía de autosubsistencia y mantener una apariencia de disciplina y orden entre alumnas de diversa edad, algunas de las cuales –como Alicia (Elle Fanning)– ingresan a la pubertad. Un mañana en la que recoge setas, Amy (Oona Laurence) descubre en el bosque próximo al cabo John McBurney (Colin Farrell), herido en una pierna, y decide llevarlo al Instituto. Mientras lo curan y convalece, la atmósfera se carga de tensiones eróticas y riesgosas rivalidades aparecen.

PUESTA EN ESCENA

La mitad de las películas de Sofía Coppola tiene que ver con grupos femeninos que participan de algún tipo de reclusión: la mansión de las cinco hermanas en Las vírgenes suicidas, la vida disipada de María Antonieta en los Trianones. Aquí la amplia mansión sureña cumple las veces de encierro y refugio de una célula femenina con funciones propiasEn efecto, la mansión se convierte en una presencia más de la trama, con sus ambientes sombríos y cerrados, que vamos descubriendo poco a poco a medida que el cabo McBurney –primero invitado y luego intruso– se familiariza con ellos. La cámara nos descubre rejas con candados, cerraduras bajo llave y ambientes estancos que serán claves para cuanto ocurra.La contraparte también existe. Hay un afuera conformado por el jardín, donde cada pensionista tiene funciones que cumplir, y el establo donde viven los pocos animales que aportan a la casa. Más allá, el camino regional recorrido por tropas amigas y el bosque. Un dato inicial nos informa que los esclavos se han marchado.Coppola y su director de fotografía Philippe Le Sourd (colaborador de Won Kar-wai) aplican diversos tratamientos a estos dos ambientes. En el jardín reina una paleta de tonos claros, casi impresionistas. En los interiores, protegidos por cortinas y tules e iluminados por velas, es la penumbra de la atmósfera victoriana la que marca el patrón, con el grupo femenino inmerso en rituales de interior (estudios, música, oraciones). Coppola ubica a sus actrices en posiciones de grupo que tienden a fijarse en el plano y que descubren cierta influencia de la pintura renacentista italiana.La trama tiene dos movimientos que se completan. En el primero, el cabo McBurney es curado y admitido como huésped de la hospitalidad sureña pese a su condición de enemigo. Se puede decir que el grupo femenino rivaliza en atenderlo y que su condición de mercenario y desertor no invalida el trato cordial que recibe. McBurney corresponde a este trato tratando de hacerse útil en pequeñas funciones de jardinería.Pero este movimiento de acogida se paraliza en cuanto parte del grupo es invadido por el deseo, al igual que el invitado. Como un factor de curiosidad en Miss Martha (véase la secuencia en que cose la herida y lava el cuerpo de McBurney) acorde con su presencia maternal y de liderazgo. Como una posibilidad de cambio de vida en Edwina (una notable Dunst) y realización de pareja. Como vaga tentación de pubertad en Emily.El error de McBurney, voluntario objeto del deseo, consiste en jugar a tres bandas y traicionar las normas que lo acogen. Se inicia entonces el segundo movimiento, que invierte el sentido del primero y debe concluir en su expulsión. La imposibilidad de curación se convierte en amputación (una castración simbólica), las setas pasan a ser un eficaz veneno, la cena deviene en ritual de despedida.Tiene razón Sofía Coppola en afirmar que solo ha hecho una relectura de la novela, pero no estamos ante una tarea menor, pues ha desplazado la mirada hacia el punto de vista del grupo femenino, dando más tiempo a las pupilas del internado y permitiendo que las actrices y sus personajes ganen en autonomía, algo que la distancia de la versión (también lograda) de Siegel.En la primera, la presencia carismática de Clint Eastwood como McBurney ponía de inmediato la cuestión sexual en primer plano. La Miss Martha de la espléndida Genevieve Page era una matrona con fantasías histéricas cuyo choque con el huésped era inevitable; la Edwina de Elizabeth Hartman no podía sino sucumbir al atractivo macho encarnado por Eastwood.Esta versión es más equilibrada y cargada de matices. Ello se debe no solo al desplazamiento ya mencionado sino a la cuidadosa puesta en escena de Coppola, que trabaja sobre el ritmo temporal y los contrastes. Atmósfera y texturas contribuyen al clima visual gracias al empleo de un negativo de origen químico y no digital. Lo restante, que no es poco, proviene del destacado desempeño de sus intérpretes, prisioneros todos del ceremonial perverso de este drama gótico sureño.❧Dirección, guion. Sofía CoppolaFotografía. Philippe Le SourdMúsica. Laura KarpmanReparto. Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Oona Laurence. Marie AddisonPremios. Puesta en escena (Cannes)Producción. EEUU, 2017Duración. 93 minutos

Fuente: La República