El fallecimiento del capitalismo

Daniel A. Pasquier Rivero

PASQUIER La industria del entretenimiento está asegurada con algunos pronunciamientos políticos. Nada menos que en Irán, durante la visita que realiza el presidente del Estado Plurinacional (EP) ha vuelto a repetir su convicción de que el capitalismo está en su punto más débil, la decadencia del imperio (entendido como sinónimo de imperio de los norteamericanos) es un hecho, y lo único que falta para darle el tiro de gracia es la unión de los gobiernos revolucionarios.

Hoy por hoy EEUU es la economía más grande del mundo, con la competencia cada vez más cercana en China, debido a su tremendo peso demográfico (tres chinos por cada norteamericano) y una economía de enorme magnitud que se ha modernizado y dado saltos impresionantes en corto tiempo (40 años), en realidad desde que asumieron que “no importa el color del gato, con tal de que cace ratones”. La condición: dejar de lado el fardo de la ideología comunista en lo económico y limitarla al campo de las libertades políticas y el ejercicio restringido de los derechos humanos. Haciendo demostración de un extraordinario pragmatismo ha llegado a aceptar en un Estado dos sistemas, uno con planificación centralizada característica del estatismo marxista y el otro conformado principalmente por enormes concentraciones urbanas con economía abierta, al punto de coexistir en el mismo territorio la china comunista con Hong Kong, el paradigma del capitalismo mundial.



Si algo está en ascenso es el capitalismo, aunque no exento de crisis, como es de esperar en cualquier fenómeno político, social, económico o cultural en manos de algo tan falible como son los seres humanos. Basta mirar quienes lideran el progreso, Japón, la Comunidad Europea, Corea del Sur, Australia, Canadá, etc., además de los ya anotados. Suman miles de millones de hombres y mujeres que viven en mejores condiciones en este planeta. Y para reafirmarlo ahí están Brasil, Rusia y la India quienes, después de haber ensayado equivocados derroteros, han hecho enormes avances siguiendo los pasos del grupo capitalista líder. Los frutos son cuantificables, fríos números hablan de volumen de exportaciones, PIBs, procesos de industrialización, modernización y calidad de vida en cientos de millones de habitantes en el planeta. En cualquier país “rico” hay pobres, obvio; el tema es el porcentaje, y en qué condiciones “sobreviven”. Definitivo, hay diferencia entre estar en la cúspide o en la base de la pirámide, allí cerca de Somalia y Haití.

Recursos no faltan. Cuando no hay los llamados “naturales”, los que proyecta la ficción de que dan de comer sin trabajar (oro, plata, gas, petróleo, y miles más), está ese otro maravilloso recurso natural que es el talento humano, la inteligencia, la creatividad, que posibilita el infinito proceso de innovación frente la adversidad para encontrar siempre la respuesta adecuada en el momento preciso. Es lo que hace la diferencia. En un lugar alguien cae a una noria y se ahoga, nadie le tira una soga de 10 metros. En otro, 33 quedan sepultados a 700 metros de profundidad y salen después de 69 días ilesos, limpios y afeitados. Es que a los estúpidos, a los venales, a los incompetentes, a los corruptos, a los egoístas, les está vedado hacer milagros. Es como si los milagros requiriesen de frescos pastos, donde abunde la bondad, la solidaridad, la libertad.

El EP de Bolivia es un caso de estudio. ¿Qué le falta? Huanuni se agota, y algunos de los que nacieron en la mina ya están de taxistas o agricultores en Santa Cruz, pero el Cerro Rico sigue aportando de sus entrañas; el oro mueve la avaricia del Estado, aunque sólo sea para aumentar las reservas del BCB; los bosques amazónicos aportan maderas y castaña, aunque ello no les consiga gas para los domicilios, ni gasolina ni diesel para mover su pequeña industria, sólo reciben de YPFB promesas; asombroso, de ser “el centro energético del Cono Sur”, potencia gasífera continental, en tan solo cinco años resulta que no hay tal gas. Además, el EP tiene muchos pasivos, nacidos del proceso expulsor de las transnacionales del rubro, otros contraídos con los pueblos originarios de las zonas de explotación y, están las cuentas que se tienen que saldar con el medio ambiente.

Sin embargo, estamos llenos de proyectos que tienen más título que presupuesto. Todo lo que produce el Oriente tiene mercado en los países vecinos o cercanos; se los limita o se los quiere llevar hasta Asia. ¿La “importación” como la gran solución? O será para hablar de “otras soluciones”, cuando ya esté todo destruido, en la próxima campaña electoral. Tenemos mar por Puerto Aguirre y Puerto Busch, pero soñamos con las frías aguas del Pacífico en Ilo. ¿Arrancará el Mutún y habrá algún día siderurgia? La soberbia es mala consejera.

Capital, tecnología, buena administración, transparencia en la información. Nada quedará oculto, ahí está WikiLeaks. Un Estado pacifista, que pretende salvar al mundo de la pobreza y liderar la conservación de los recursos naturales del planeta, ¿cómo se va a embarcar en la lucha contra el imperialismo, el capitalismo y la globalización? Buscamos socios, no patrones, definición del EP. Pero ronda peligrosamente alrededor de socios cuestionados por la comunidad internacional. Irán, por su proyecto de energía nuclear con fines dudosos; Venezuela, con los peores índices, incluyendo el de más corrupto en Latinoamérica (último informe de Transparencia Internacional); Cuba, esperando al “príncipe” que salve su caótica economía. Mientras que Chile y Argentina se aseguran el 40% de la torta mundial por explotar litio con las empresas prácticamente descartadas por el EP.

¿Otro sueño, otra ilusión perdida? La utopía, digna de un lugar preferencial en cerebros privilegiados, es señal de locura cuando trata de imponerse a la realidad. Difícil entender dónde se nutren de información los postuladores del cataclismo: el fin del capitalismo.