Pablo Stefanoni
En una reciente reunión, una parlamentaria del MAS dijo -como quien dice una obviedad- que el capitalismo se está derrumbando. Lamentablemente, las cosas se suceden de manera más complicada. Y la crisis capitalista –que la hay, la hay- parece favorecer más a la derecha que a las izquierdas. Así sucedió estos días en Estados Unidos, con el avance del Tea Party, en España los conservadores del Partido Popular se preparan para volver a la Moncloa, Angela Merkel se reposicionó en Alemania, Berlusconi si se cae será por sus grotescas aventuras sexuales con menores de edad más que por “razones estructurales”, en Suecia fue reelegido el gobierno de centroderecha’ en Francia la revuelta se tomó vacaciones.
¿Y qué pasa en el sur, donde las economías sí crecen? En India predomina un modelo desarrollista de mercado que incluye un fuerte alineamiento con EEUU e Israel luego de décadas de estrechos vínculos con la URSS, en China se hace capitalismo de Estado (autoritario) con un Estado sofisticado y con visión estratégica pero alejado de cualquier veleidad socialista, y en Brasil acaba de ganar Dilma Rousseff, también partidaria de alguna variante de capitalismo desarrollista más o menos autónomo -pero muy capitalista-. Cuba (económicamente pequeña pero simbólicamente relevante) avanza hacia una compleja apertura económica después de cinco décadas de economía planificada de comando. En una reciente mesa internacional, una economista de la Universidad de La Habana hablaba de cosas tan concretas como crear mercados de insumos y asesoramiento contable para los nuevos emprendedores. Los cubanos, que son inteligentes, saben que el socialismo del siglo XXI no los ayudará en nada para resolver sus problemas y vulnerabilidades en esta nueva transición.
Es en este contexto que debemos situar el debate sobre adónde debería ir Bolivia (que no tomó ninguna medida anticapitalista sino a lo sumo antiliberal; no nos engañemos con eso). Tiene razón Soliz Rada cuando insiste en que los países periféricos sólo pueden posicionarse mejor en el mundo global a partir del Estado, y el Estado fuerte de García Linera parece apuntar por el mismo lado.
Eso conlleva, no obstante, una serie de dificultades. Para hacer capitalismo de Estado –que pese a los confusos discursos del vivir bien es donde apunta este proceso- hay que entender bien lo que pasa con el capitalismo y hay que tener un Estado, que en Bolivia enfrenta una debilidad crónica, escasos procesos de aprendizaje y poca densidad institucional. Eso incluye fuertes inversiones en investigación y desarrollo (I& D) y una revolución educativa, que no está en el horizonte ni se resuelve con la Ley Avelino Siñani. Entre los imaginarios industrialistas de los años 40 y 50 y otras vías de industrialización menos grandilocuentes pero capaces de generar tejido productivo y trabajo más digno hay también un terreno para explorar, hoy ausente del debate público boliviano, copado hasta el extremo por las políticas de la identidad. Mal que les pese a los culturalistas, sin afrontar la cuestión social (y la igualdad de oportunidades) no habrá nunca descolonización efectiva del país.
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Ese camino no está exento de problemas y dilemas. Es bastante impresionante cómo China monopoliza hoy las “tierras raras” -17 metales claves para la alta tecnología- a partir de decisiones de Estado, frente al retroceso de Japón, Estados Unidos y otra potencia de mercado. Pero para mantener su industria de “tierras raras” China debe enfrentar grandes costos ambientales’ dilemas que también tenemos en Bolivia en otra escala y que no son en absoluto resolubles a partir de la dicotomía entre el Gran Salto Industrial y el Vivir Bien (que ni siquiera dialoga con las diversas expresiones del ecologismo ya existente). También podemos elegir un modelo “posconsumista”, pero ¿existe acaso consenso para ello? ¿los imaginarios de consumo de quienes aún no consumen son esencialmente diferentes de quienes ya están en ese paraíso?, ¿es moralmente aceptable que quienes profesamos un estilo de vida clasemediero y acomodado -con acceso a los servicios de la modernidad- le vayamos a decir a los indígenas que no consuman y que se queden cuidando a la Madre Tierra -e incluso que se enchufen a ella como en Avatar?
Y si va a haber capitalismo de Estado discutamos de qué tipo será.
Si no somos honestos en los análisis y nos creemos nuestros propios cuentos vivirbiensistas no vamos a avanzar mucho. Como dice el dicho, cuando no se sabe adónde se va todos los caminos conducen ahí.
Pagina Siete