Un historiador británico ha probado lo que era un secreto a voces: que Churchill le fue infiel a su mujer con la tía abuela de Cara Delevingne.
Cuando Winston Churchill dejó de verla, se lió con su hijo Randolph. Al hermano pequeño de Nancy Mitford le abandonó porque no tenía bastante parné. También salió con una mujer, la millonaria Margot Flick Hoffman. En los restaurantes de Mayfair le gustaba armar pequeños escándalos, protestando por la temperatura del vino o la disposición de los cubiertos sobre la mesa. Los zapatos de piel italianos eran su debilidad y acumuló cientos de pares debido a su manía de calzárselos no más de cuatro veces. Lo mismo hacía con las medias de seda que encargaba en París. Que Cecil Beaton fuese homosexual lo tomó más como un reto que como un obstáculo. Finalmente, en 1938, el vizconde de Castlerosse se divorció de ella. A Doris, la hija de un barbero del East End, le consoloba saber que pese a todo no perdería su título.La vida de Doris Castlerosse, tía abuela de la modelo Cara Delevingne, lleva décadas coloreando las páginas de las crónicas de sociedad británicas y es una verdadera golosina para los arqueólogos de escándalos en tabloides como el Daily Mail, el Mirror o el Express. Este domingo, no obstante, uno de los chismes de Lady Castlerosse se hizo noticia y su nombre saltó a los titulares de los periódicos más prestigiosos del Reino Unido. “Doris Castlerosse, el amor secreto de Winston Chruchill, un riesgo de chantaje”, titulaban en The Times. “La aventura secreta con una socialité que casi arruina la carrera de Churchill”, en The Guardian.Por primera vez, un historiador ha conseguido demostrar lo que todo el mundo en Londres ya sabía o al menos sospechaba: que Winston Churchill le fue infiel a su esposa Clementine con la vizcondesa de Castlerosse. La prueba es la grabación de una entrevista al que fue su secretario personal, Sir John Colville. “Winston Churchill no era un hombre excesivamente sexual y no creo que en sus 60 o 55 años de matrimonio tuviera ningún desliz. Excepto en una ocasión”, contó Colville en 1985 a unos archivistas de la Universidad de Cambridge. “Lady Churchill no estaba con él y a la luz de la luna, en el sur de Francia, es cierto que tuvo una breve aventura con Castlerosse, creo recordar que se llamaba. Doris Castlerosse, eso es”.Aunque los biógrafos del primer ministro ya conocían la entrevista, parece ser que niguno había escuchado esa parte, al final de la cinta. La descubrió en 2016 Warren Docket, un profesor de la Universidad de Aberystwyth que estaba documentando un libro sobre la relación de Churchill con su secretario, y sale ahora a la luz como anticipo del documental Churchill’s Secret Affair, que se estrenará el 4 de marzo en Channel 4. Además, el profesor Docket ha conseguido cartas de Churchill a Castlerosse (“Qué bien lo hemos pasado en casa de Maxine. Me pregunto si nos volveremos a ver el próximo verano”, escribe Churchill en una), varias fotografías de la pareja y hasta un retrato que el primer ministro pintó de la vizcondesa.
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El escándalo que se echó a dormir
Fue en 1934 y en un chateu del sur de Francia donde Winston Churchill y Doris Castlerosse se conocieron y donde el político la retrató con sus óleos. Ese año, la carrera del político estaba en horas bajas y sus colegas le animaron a veranear en la costa azul. Siguieron viéndose los tres veranos siguientes. En 1937, sin embargo, Churchill regresó a la primera línea de la política para enfrentarse a Hitler y su aventura con Lady Castlerosse terminó. Que luego la vizcondesa se liara con su hijo, Radolph Churchill, sigue siendo solo un chisme, aunque así lo afirma su biógrafa en The Mistress of Mayfair: Men, Money and the Marriage of Doris Castlerosse.Sí se sabe que los amantes volvieron a verse en Washington, aprovechando la visita que el primer ministro británico le hizo en junio de 1942 al presidente Roosevelt. En esa época, divorciada ya del vizconde, Doris Castlerosse estaba arruinada y le pidió ayuda a su amigo para volver a Inglaterra. También su escandalosa relación con Margot Hoffman, por la que se había mudado a Nueva York, se había roto. El primer ministro, por su parte, temía que el retrato que le había pintado y regalado cayera en poder de alguna revista americana, debilitando su imagen en los Estados Unidos y dañando en consecuencia la necesaria alianza frente a los nazis de los dos países. También a él le interesaba, en definitiva, que Lady Castlerosse regresara con su cuadro al Reino Unido, y así lo dispuso.Esa fue la última vez que se vieron. En diciembre de ese mismo año, ya en Londres, Doris Castlerosse murió de una sobredosis de pastillas para dormir. Al parecer había estado trapicheando con sus diamantes y le angustiaba que la policía la descubriese. Poco después de su muerte, el magnate de la prensa Lord Beaverbrook, uno de los amigos y aliados de Churchill, fue a visitar al hermano de Lady Castlerrose y se llevó el retrato. No se lo devolvió hasta después de acabada la Segunda Guerra Mundial.Fuente: revistavanityfair.es