Hace 30 años, el correo llegaba a su destino llevado en bicicleta


En la década de 1980, unos 40 carteros recorrían La Paz y El Alto. Los destinatarios solían agradecer su servicio alimentándolos y hasta dándoles una propina.A mediados de 1984, don Ernesto había dejado su trabajo de portero en un edificio de la zona Central, para enrolarse al equipo de carteros de la que por entonces era la Dirección de Correos de Bolivia.

“Vivía en Chijini y conocía bien El Alto, que por esos años ni siquiera era una ciudad. Entré jovencito, tenía mis 26 años, tres wawas y la necesidad de agarrar un buen empleo”, recordó, sentado en las gradas de ingreso al edificio de la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol), que la mañana del jueves amaneció  cerrada y con resguardo policial.“Ganaba 700 pesos, esas veces era nomás un buen sueldo, pero el trabajo era fregado. Al amanecer, la camioneta (de la empresa) nos iba dejando en diferentes lugares, a mí en lo que ahora es El Ceibo. Bajaba mi bicicleta y desde ahí tenía que ir pedaleando hasta la altura de Río Seco, y más allá todavía, donde estaban algunas fábricas”, contó.Don Ernesto relató con nostalgia, que por aquellos años, la visita del cartero era celebrada en todos los vecindarios donde ningún otro acontecimiento era más importante que recibir noticias de algún ser querido.“Los señores destinatarios nos esperaban más que a Papá Noel. En el sector donde ahora está la estación del teleférico (azul), tocábamos el timbre de la bici y la persona que esperaba carta salía a recibirnos. Otras veces, los mismos chiquitos que jugaban en la calle, al vernos, gritaban ‘cartero, cartero ha llegado’”.En el caso de don Mario, que acumuló 19 años de servicio en el departamento de carteros de Ecobol, él realizaba la repartición de correspondencia a pie, principalmente en Sopocachi, San Jorge y la zona de Miraflores. “Como se dice, teníamos nuestros caseros. Al llegar a sus barrios tocábamos el silbato y en toda la cuadra ya sabían que el cartero estaba dejando las cartas. La gente esas veces era hasta más agradecida, porque nos invitaban un vasito de fresco o un sándwich, para que llevemos sus cartas a tiempo”, manifestó.Además del buen trato dispensado por los receptores, los carteros recibían cada día un ingreso adicional a su sueldo, gracias a las propinas que recibían de sus ocasionales clientes.“Nos daban uno, dos pesitos. En el día, hasta 20 o 25 bolivianos se ganaba de puro cariño de las personas. En esa época, diariamente llevaba a mi casa bolsas de leche y pan, que compraba con ese dinero”, agregó don Mario.En la década de 1980, el equipo de carteros contaba con 42 funcionarios, que llevaban las cartas y encomiendas hasta las zonas más distantes de la ciudad.Aunque hay antecedentes de que el servicio postal funcionó en Alto Perú desde 1557, el envío y recepción de correspondencia se institucionalizó en el país recién en 1890, en la ciudad de La Paz, según los antecedentes históricos que aparecen en la web de Ecobol.A inicios del siglo pasado, los técnicos postales ya contaban con el Reglamento de Correos y se inauguró la Dirección General de Correos, que años más tarde fue reemplazada por Ecobol.“Aquí adentro hemos dejado la vida, la juventud. Dicen que ya no hay cartas, que estamos viejos, pero quién creen que ahora lleva los paquetes con mercaderías, las compras por Internet. Los carteros, pues, los carteros, que desde siempre hemos llevado noticias, buenas, malas, pero noticias al fin”, añadió don Mario, padre soltero de dos hijos, y ahora exempleado de Ecobol.Salieron del Palacio Chico a uno de los edificios más modernosPor Decreto Supremo del 9 de enero de 1933, el otrora Palacio Chico, donde por esa época se recibía y despachaba la correspondencia, pasó a ser propiedad de la Dirección de Correos de Bolivia.Las instalaciones de la calle Ayacucho dieron cobijo a las cartas, sobres, paquetes y otras encomiendas durante al menos 55 años, hasta que la empresa inauguró el moderno edificio del Palacio de Telecomunicaciones, de la avenida Mariscal Santa Cruz.En una placa conmemorativa a la inauguración del rascacielos, ubicada en el nivel plaza de la torre, se lee: “República de Bolivia. Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Obra iniciada en 1973”.Ya en el hall principal del edificio, otra plaqueta muestra: “Dirección General de Correos. Edgar Prudencio Velasco, director general de Correos, gestor de la presente obra iniciada en 1973 y concluida en la gestión 1988, del Sr. Armando Lino Soza”.“Quién no ha ido a recoger una cartita al Palacio Chico o ha quedado en encontrarse con alguien en el edificio de Correos. Este es patrimonio de los paceños y es una pena que una empresa tan grande, tan icónica de nuestra historia cierre”, lamentó doña Teresa, usuaria de  Ecobol.Las cartas de los migrantes eran las más esperadasAllá por los años 90 del siglo pasado, en los barrios de la periferia de La Paz, la visita de los carteros era esperada con una ansiedad inusitada, porque en decenas de casas había madres, esposas e hijos que esperaban noticias del ser amado que había partido a otro país, en busca de mejores días.“En Nuevos Horizontes, Senkata, Río Seco, las villas de La Paz, usted hubiera visto cómo esas madres, esas esposas esperaban noticias de sus hijos, de sus maridos, era emocionante verles paradas en las puertas de sus casas, esperando al cartero, que les llevaba noticias de ese familiar”, rememoró don Mario, encargado de llevar las cartas a pie por la ciudad de La Paz.En su experiencia, la mayor cantidad de la correspondencia en sobre que llegaba a la Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol) por esos años provenía de Argentina, Brasil y Estados Unidos.“Nos contaban que sus hijos trabajaban en talleres textiles, en el caso de los compatriotas que migraron a Argentina. A Brasil se fueron muchos artesanos, y en Estados Unidos estaba gente que  había logrado irse gracias a que otro pariente que estaba allá le dio una mano”, acotó  don Ernesto, experto en repartir la correspondencia en bicicleta.Doña Salomé, por su parte, fue la primera cartera de Ecobol, y en sus 20 años de servicio conoció la emoción de entregar la carta que un destinatario esperaba.

“Conozco todos los edificios del centro de La Paz y es un orgullo para mí decir que he sido cartera, porque  nosotros a Ecobol le hemos entregado la vida entera”, afirmó la señora.Fuente: paginasiete.bo 




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