El radicalismo pasa factura y la subordinación a falsos “gobiernos amigos” también. Así acaba de suceder en la Cumbre Climática de Cancún, donde la posición ultrista de la delegación boliviana quedó en soledad frente a las demás representaciones (193). Lo más llamativo del caso es que ni siquiera las delegaciones de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador secundaron las tesis “pachamamistas” y de “muerte al capitalismo” proclamadas por Evo Morales. Luego de haber actuado como escudero de Hugo Chávez en cuanto foro mundial le fue posible, repitiendo “como un loro” los discursos del comandante de Caracas, llegó la hora de la verdad para Evo y quedó claro que no hay una alianza de iguales entre Venezuela y Bolivia, sino una relación potencia-satélite. Lo cierto es que el mandatario boliviano se ha dejado usar por el ALBA para promover a nivel internacional las posturas más radicales, que los demás socios del bloque no se atreven a sustentar públicamente. En Cancún, los otros gobiernos del “socialismo del siglo XXI” parecen haber tomado nota del creciente aislamiento global de su grupo y prefirieron no quedar en evidencia, suscribiendo la declaración final del encuentro. Una medida pragmática que la cancillería “cósmica” de Bolivia y la presidencia “eterna” no han llegado a concebir o entender. ¿Evo Morales se creyó de verdad el rol propagandístico que los socios mayores del ALBA le asignaron? Si quedara algo de racionalidad e independencia en la administración de Morales, se deberían seguir los pasos del también “bolivariano” Rafael Correa, que en varias ocasiones ha sabido desmarcarse de los designios de Chávez, como sucedió en la negociación entre la CAN y la Unión Europea. ¿Despedirá el presidente a sus asesores venezolanos por no defender a la “Madre Tierra”?