Maggy Talavera* – Urupesa urbana
“Cinismo y realismo no podrán confundirse a partir de este momento”, decía un editorial del diario español El País hace unos días, a propósito de la decisión del gobierno de China de impedir la entrega del Premio Nobel de la Paz al escritor chino Liu Xiaobo. El editorial aludía al cinismo que marcan las relaciones de otros gobiernos con el de China: “frente a la necesidad de entenderse con un país determinante en el futuro mundial, optan por minimizar las exigencias de respeto a los derechos humanos”. Una cuestión de intereses en la que los negocios entre mandamases pesan más que los derechos humanos de millones de personas a los que dicen representar. ¿No suena familiar esta historia?
El gobierno de China está tan seguro de su poder en el mundo de los negocios, que no duda en cometer excesos en la restricción de libertades, como lo acaba de demostrar en el caso de Xiaobo. Otra vez, bajo la lógica del refrán chino que reza “matar a la gallina para asustar al mono”, pero ahora no sólo para escarmentar a los chinos que osan disentir con el régimen dictatorial, sino también a los extranjeros que pretendan mantener sus críticas de manera directa o a través de acciones como la del Comité del Nobel, destacando acciones de los disidentes. ¿Será que la comunidad internacional, que se llena la boca con discursos pro derechos humanos y libertades democráticas, tendrá la capacidad de vencer el cinismo para ser más coherente con la realidad?
Hay motivos para dudar de ello. Y esos motivos no se encuentran apenas en el caso de China, potencia emergente, sino también en Bolivia, un país marginal en contraste con el primero. ¿Acaso no es verdad que ese equilibrio perverso entre cinismo y realismo se refleja también en Bolivia? ¿Cuántas violaciones a los derechos humanos han sido cometidas a vista y paciencia de una comunidad internacional que califica como “anécdotas” los excesos y abusos de poder del Gobierno central y de sus operadores políticos? ¡Vaya, si se trata de aplicar el refrán chino en Bolivia, habrá que decir que hay mortandad de gallinas provocada por el MAS con el único propósito de asustar a millones de monos! Y con el respeto que merecen los animales, habrá que reconocer también que hay demasiadas “gallinas” cacareando a favor de los atropellos.
Lo que está muy claro, en todo caso, es que la comunidad internacional no peca de ingenuidad, sino de cinismo cuando hace la vista gorda frente a las violaciones de los derechos humanos en China y Bolivia. Una ceguera de la que ambos gobiernos toman nota para persistir en atropellos, aunque ignoran que la “benevolencia” internacional tiene límites impuestos por los intereses que abrazan otras potencias, consolidadas o emergentes, y no siempre coincidentes. Que lo diga el gobierno boliviano, que acaba de llevarse un gran chasco en la Cumbre del Cambio Climático realizada en Cancún. Su propuesta de “defensa de la Madre Tierra” no tuvo eco. Su “voz disidente” quedó sola, sin respaldo siquiera de sus socios del ALBA: Cuba, Ecuador y Venezuela.
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¿Será esa una señal de que el realismo comienza a ganarle terreno al cinismo en el mundo de las relaciones internacionales del que participaba tan triunfante, al menos hasta ahora, el Gobierno boliviano? ¿Es posible creer que, finalmente, la comunidad internacional estará dispuesta a ver las gallinas muertas por el régimen del MAS y la estampida de monos que no cesa en Bolivia? ¿Acaso Cancún será para Bolivia lo que el Nobel de la Paz a Liu Xiaobo ha sido para China? La realidad plantea demasiadas preguntas a la vez, y no es fácil encontrar las respuestas. La dificultad está otra vez en el vaivén que acompaña a la coyuntura internacional, tan dependiente de intereses que están por encima de las libertades democráticas o de los derechos humanos. Y, también, en las debilidades de una población que se deja someter sin miramientos.
*Periodista