El 75% de bolivianos, sin techo en Argentina. Las 3 muertes ocurridas en Villa Soldati destapan penurias habitacionales, inseguridad y xenofobia contra migrantes bolivianos en sectores de la sociedad argentina.
Incursión. Villa Soldati, por dentro. Hay casas de cartón y de todo lo que otros desechan
El Deber
“Una horda se puso a cazar bolivianos”
Revelación. Dirigentes que trabajan con la colectividad boliviana lanzan el dato de que la gran mayoría tiene que mendigar un espacio para vivir. Moran niños que están hacinados
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La horda está perdida en su furia. Hay gente con la cara cubierta con pañoletas y tiene palos y piedras en las manos. Es viernes 10 de diciembre y no hay policías. En una hora más, la televisión incluso mostrará a un argentino con una pistola en la mano.
La escena violenta se desarrolla en el parque Indoamericano del sur de la ciudad de Buenos Aires que se encuentra tomado por inmigrantes de Bolivia, de Paraguay y también por argentinos. Del lado de los loteadores está Samuel. Moreno y de estatura mediana. Tiene 36 años y es más gordo que flaco. Ya es lunes 12 y sigue con la cara asustada. “Yo estuve en los enfrentamientos. Aquella noche vi cómo los vecinos del parque nos estaban cazando”, dice, pero ahora que el tiempo ha pasado, hace un mea culpa y sostiene que no fue una buena idea tomar un área pública en la que la misma comunidad boliviana disfrutaba los fines de semana paseando y bebiendo unas cervezas bajo los árboles frondosos del Indoamericano. Jhonny Morales es otro testigo fiel del ataque que sufrieron en aquel intento de desalojo. Él fue golpeado con palos y piedras y cuando estaba siendo auxiliado en una ambulancia, la horda lo sacó del motorizado y la violencia volvió a caer sobre su cuerpo. Después despertó en la cama de una iglesia evangélica que lo auxilió y lo salvó de la muerte.
Los vecinos del parque, como Héctor Faccini, dicen que están cansados de que los inmigrantes sean vistos como víctimas.
La violencia volvió a Villa Lugano
Vecinos del barrio porteño de Villa Lugano se enfrentaron ayer con policías cuando se manifestaban contra la ocupación de un club de la zona, en medio del conflicto por la toma de espacios públicos y privados de Buenos Aires y su cinturón urbano.
Los vecinos chocaron con los policías cuando se manifestaban contra las decenas de ocupantes del Club Albariño, luego de los incidentes de este viernes que se saldaron con al menos tres heridos.
"Que se vayan, que se vayan", cantaban anoche los vecinos mientras incendiaban neumáticos, arrojaban piedras y petardos, y reclamaban a los policías que les dejaran acercarse al predio donde los ocupantes se mantenían expectantes.
Los policías, en tanto, intentaban mantener el cordón para evitar choques entre ocupantes y vecinos de la zona, mientras la tensión se acrecentaba en el lugar.
Los disturbios sucedieron a los que la semana pasada causaron la muerte de dos bolivianos y un paraguayo en un parque público de la capital argentina.
El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, dijo que la Policía Federal, dependiente del Gobierno de Cristina Fernández, "tiene que ejecutar" la orden de desalojo del Club Albariño, dispuesta por el juez Daniel Rafecas. /EFE
Cronología
Los choques entre civiles que buscaban desalojar a los ocupantes del parque Indoamericano causaron una víctima fatal el jueves 9. Se trató de Chura Pura, una mujer que nació en Bolivia.
El viernes 10, después de que se registrara un total de tres fallecidos, dos bolivianos y un paraguayo, el Gobierno Nacional reaccionó y envió a la Gendarmería a proteger el parque Indoamericano para evitar nuevos enfrentamientos entre vecinos y ocupantes.
La jueza contravencional María Cristina Nazar rechazó el sábado 11 un nuevo pedido de desalojo del Parque Indoamericano.
Cuando parecía que la situación comenzaba a tranquilizarse, el fin de semana un nuevo enfrentamiento entre un pequeño grupo de vecinos y la Prefectura ocurrió en Villa Soldati.
El Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner llegó a un acuerdo con el Intendente de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, para solucionar la toma del parque Indoamericano. La oferta consistió en ofrecer planes de vivienda con créditos a bajo porcentaje. El requisito para quienes quieran acceder a esa oferta fue exigir el inmediato desalojo del parque Indoamericano.
El 75% de bolivianos, sin techo en Argentina
Revelación. Las tres muertes ocurridas en Villa Soldati destapan penurias habitacionales, inseguridad y xenofobia contra migrantes bolivianos en sectores de la sociedad argentina
Labor. Norma Andia, mientras sirve comida a los necesitados, comenta lo duro que se vivió en Soldati
Roberto Navia. Buenos Aires, El Deber
La furia de Soldati reveló un dolor que gran parte de la colectividad boliviana en Buenos Aires soportaba sin abrir la boca. Las revelaciones sobre el déficit habitacional, la xenofobia y la supervivencia en villas miseria donde tanto el crimen organizado como los robos de bagatela imponen su política de miedo, han salido del clóset de la indiferencia política.
Ahora, sobre estos temas se habla también en algunas esferas de la sociedad argentina con la misma pasión con que se comenta un partido de fútbol.
Así, la toma del parque Indoamericano de Villa Soldati por más de 2.000 personas entre bolivianos, paraguayos y también argentinos, entre el 7 y el 17 de este mes, hizo visible un cáncer que dormía en el cuerpo social de los emigrantes. Pero el costo de ello ha sido alto: han muerto tres compatriotas, un paraguayo y más de 30 personas fueron heridas a bala y a palo cuando la Policía y grupos de vecinos intentaron desalojar el parque ubicado en la zona sur de la capital argentina.
A estas pérdidas se suma otro elemento que preocupa particularmente a los bolivianos.
La fama de hombres y mujeres trabajadores que defendieron a punta de pulmón a lo largo de medio siglo de una diáspora que no para, empieza a ser reemplazada por la seca palabra de ‘okupa’, que no quiere decir otra cosa que invasor de tierras fiscales. Pero hay que meterse al corazón de la vida cotidiana de los bolivianos que salieron con hambre del país y se instalaron en la vecina nación para conocer los detalles de ese dolor que se ha hecho visible desde los hechos violentos de Soldati.
De los 2,5 millones de bolivianos que diferentes autoridades e instituciones estiman viven en Argentina, por lo menos el 75% no tiene un techo propio y por eso, hay por lo menos 1,6 millones que se ven obligados acobijarse en las villas miseria, porque ahí el alquiler de una habitación cuesta 40% menos que en un barrio de buena ley.
Norma Andia maneja esos datos con la certeza que le dan 30 años de estar inserta en instituciones que velan por los derechos de los inmigrantes.
Ella es una mujer de peso en la colectividad boliviana, no sólo por los kilos de su cuerpo que le dan un aura de mamá grande, sino porque es impulsora de la Casa de los Bolivianos y de la Asociación 6 de Agosto, una institución que da de comer a los que no tienen trabajo y a los que asesora en material legal y migratoria.
Francisco Benavídez es otro de los que trabaja con la colectividad boliviana y su especialidad es caminar por las villas miseria para informar de ellas en un periódico mensual de ocho páginas que se llama El mundo villa.
La mala noche del jueves y del 9 y 10 de diciembre, cuando Juan Castañeda Quispe y Rosmery Chura Pura murieron en las refriegas del Parque Indoamericano, él escuchó los disparos desde su casa que está en el pleno corazón de la Villa Soldati, al frente del predio.
Cuando vino el arreglo entre partes, es decir, cuando los gobiernos de la nación y el de la ciudad de Buenos Aires propusieron a los que tomaron el terreno un plan de vivienda a cambio de que abandonaran el parque, los bolivianos deshicieron sus carpas y se mandaron a mudar.
A Villa Soldati se la ve desde el puente que divide este territorio de migrantes, del parque Indoamericano. Las casas son construidas sin un plan arquitectónico. Viviendas de dos plantas sin revocar, con calles de tierra y gente caminando de un lado a otro. Unos vendiendo algo, otros comprando de todo.
Es que, en Villa Soldati, ya lo verán, hay una parte de la cultura y de las costumbres bolivianas que caminan por sus calles como un animal libre. “Y claro, aquí también hay que tener cuidado”, dice Norma Andia, conocedora de este submundo al que no cualquier persona intenta entrar, los riesgos de sufrir un asalto son tan reales como la posibilidad de no encontrar a un policía para que intente poner freno a la delincuencia.
Norma Andia sabe que a pesar de gestionar la comida para 350 inmigrantes por día, su vida corre peligro porque, a la hora de la verdad, la delincuencia ataca, dice, como un perro con mal de rabia. Por eso, ella tiene una pistola calibre 22 que oculta a un costado de su cintura, pero, aclara, la tiene sólo por si acaso y eso significa que la utilizará ante una situación de emergencia. “Ya he disparado 130 veces, pero al aire”, puntualiza.
Las casas son rudimentarias, un cuarto en alquiler cuesta 100 dólares y mide dos por dos metros.
El baño es compartido por cuatro o seis familias. Los matrimonios tienen hijos pequeños, cinco, seis, siete descendientes. Casi todos menores de 15 años. En una habitación estrecha vive María.
El narcotráfico también ha ganado terreno. Muy cerca de donde un niño compra un helado de un vendedor ambulante, dos hombres trafican con droga. Uno de ellos entrega un sobre y el que recibe le pasa un billete. “Más bien que a ustedes no los han visto. Ver esta escena puede significar ponerse la soga al cuello”, afirma Francisco Benavídez.
La embajadora de Bolivia en Argentina, Leonor Arauco, admitió que la situación de los compatriotas, sobre todo de los que viven en villas miseria, es dramática. “El déficit habitacional, de salud y educación es muy grande”, lamentó.
Pagar 150 dólares por mes significa comerse el 50% del sueldo que una madre gana como trabajadora del hogar o un padre en la construcción de edificios y viviendas.
Pero la preocupación inmediata también pasa por otros problemas: quedarse con el estigma de ‘boliviano loteador’. María es una mujer que tiene 47 años y el otro día ha sentido la discriminación en carne viva.
Asegura que estaba en el asiento de un bus de transporte público y que un joven de 25 años la obligó a bajarse. “Vos sos la bolita que toma nuestra tierra. Bajate vos”, dice que le dijo un muchacho rubio y que el resto de pasajeros lo apoyó con aplausos.
Ella no tiene casa, pero sí sentimientos encontrados. “Estoy contenta porque ahora podré tener una viviendas gracias al plan anunciado por el Gobierno, pero también me da miedo caminar por las calles o subirme a un bus”, afirma ella, antes de ingresar al estudio de una radio boliviana donde estaba dispuesta a abrir la boca.
Bolivianos en Argentina cuentan cómo son víctimas de la xenofobia
‘Okupas’ en Buenos Aires. La enviada de La Razón a Buenos Aires escuchó testimonios de bolivianos, quienes después de que se suspendió la ocupación en el Indoamericano fueron agredidos
Sólo al pensar en cómo pasa estos días en Villa Soldati, Lourdes no puede contener las lágrimas y deja que éstas rueden por sus mejillas. Por haber participado en la toma del parque Indoamericano se ganó el repudio del resto de los bolivianos.
Dos mujeres bolivianas hacen un alto en su caminata por una feria en la capital argentina para dar de beber al niño. Foto: AFP
La Razón, Raquel Otálora
Aún le quedan rastros de la golpiza que recibió cuando le asaltaron y le robaron el único bien que había hecho en años de trabajo: su automóvil. Semanas después del robo se enteró, por rumores de la gente, que daban terrenos en el Parque Indoamericano.
Con la esperanza de salir de la Villa y de la casa de su madre —donde vive junto a sus seis hermanos, en condiciones de hacinamiento— se arriesgó a ir sin saber que esa decisión le costaría el desprecio de sus compatriotas, quienes la culpan por la ola de xenofobia que se despertó en Argentina en contra de los migrantes.
Miles de bolivianos, paraguayos, peruanos y argentinos tomaron el parque Indoamericano en Buenos Aires, un predio de 130 hectáreas donde se instalaron 13.000 personas. Aunque ya desocuparon el lugar aún queda el recuerdo de las tres personas (dos bolivianos y un paraguayo) que murieron en los enfrentamientos con grupos de choque presuntamente vinculados al alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, y a las hinchadas de los clubes de fútbol Boca Juniors y Huracán.
Lourdes tiene tres hijos todos argentinos y junto a su madre Hortensia, una paceña de pollera fue al parque Indoamericano para tomar un terreno.
“Nosotros fuimos dos días después que comenzó la toma, los vagos (desocupados) ya se habían agarrado todo y estaban vendiendo terrenos de 100, 200 metros hasta en 500 pesos (argentinos). No quise comprar porque tal vez iba a perder mi dinero y por eso me fui a un cerrito que había al lado de toda la planicie y ahí nos juntamos varios bolivianos. Pero los vagos también eso querían quitarnos y teníamos que defendernos de ellos”, relata Lourdes.
Existen unas 14 villas pobladas por más de 150.000 personas, principalmente migrantes, estos barrios fueron construidos en base a tomas. La gente que vive ahí no tiene papeles de propiedad, sin embargo, puede vender o alquilar la casa y así hay un mercado de compra venta pero sin documentos avalados por el Estado, pues estas villas son consideradas albergues transitorios.
Raúl, otro boliviano que ocupó el lugar, afirma que fue a la toma porque quería salir de Villa Lugano, por la inseguridad que hay en el barrio. “Yo me enteré por los rumores que decían que el Gobierno iba a construir una casa para salir de la Villa de esa manera se nos ha ocurrido ir, porque aquí en la Villa es muy peligroso para nuestros hijos. Ahora creo que todo fue armado por las barras bravas que dirige Macri con fines políticos”. Hasta ahora no se sabe cuántos bolivianos fueron censados en el parque Indoamericano.
Sin embargo, esa invasión cambió la vida de los bolivianos residentes en Argentina. En las radios ‘bolivianas’ cada día se denuncia un hecho de discriminación, la gente llama y cuenta lo que le pasó y culpa a los invasores.
“Estaba pasando con mi nena por la pizzería El Gordo y el Flaco y unos chicos, eran todos argentinos, me tiraron naranjas, yo les enfrenté. También aquí le pegaron a un señor que estaba saliendo de trabajar. En la plaza te miran como si hubieras hecho algo te dicen estos y muchos de nuestros paisanos bajan la cabeza, ese día (de la toma con enfrentamientos) era re feo todos te miraban te insultaban no podías andar”, cuenta Sandra Catacora.
Fracasó un plantón de bolivianos
Alfredo Ayala, presidente de la Asociación Civil Federativa, quien además dirige un programa de radio, señala que los días del conflicto las llamadas denunciando hechos xenófobos eran permanentes. Ante esa ola de xenofobia, Ayala convocó a un plantón en las puertas del Consulado de Bolivia en Buenos Aires para que la entidad se pronuncie, pero no fueron escuchados.
La CTA confirma fines políticos
Buenos Aires
El delegado de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), Miguel Ángel Oga, aseguró a La Razón que hay varios elementos que muestran que la toma fue provocada por móviles políticos que hicieron surgir la ola de xenofobia que ahora hay en Argentina contra los migrantes.
Según el dirigente, las palabras del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, fueron determinantes. “Decir que estaba un corredor de droga entre Soldati y la Villa 1-11-14 y que eso lo hacían los bolivianos y paraguayos provocó la ola de xenofobia”.
Para Oga hubo móviles políticos que provocaron la toma y que una prueba de ello es que el 50% de las carpas eran todas iguales. “Yo me pregunto si todos los que tomaron fueron a comprar del mismo lugar la carpa”, indica.
Además, asegura que esta ola se extendió a otros países como España donde su esposa que es boliviana trabaja. “Estos días se desató una ola de xenofobia racista en España producto de lo que pasó en Argentina.