La mañana del 15 de enero de 2011, se reunió un grupo de personas en el Cementerio General, en el lecho de los ocho dirigentes asesinados, para rendirles un tributo a tres décadas de su partida. Comenzó con una concentración, donde se encontraban antiguos dirigentes y activistas. Son aquellos que vivieron los tiempos de la masacre, pero también los que perdieron a sus amigos, que lloraron su muerte y ahora viven su recuerdo. Por otro lado, también estaban presentes los nuevos activistas, los que leyeron y escucharon sobre la Harrington, pero que en 1981 no estaban ni siquiera cerca de nacer. Una generación nueva, y sobre todo agradecida porque gracias a ellos, ahora vive en democracia.
La gente se encontró, se conoció y reconoció en ese pequeño acto. Hablaron, algunos con nostalgia, de tiempos pasados y de los gestos, las costumbres y personalidades de los mártires de la calle Harrington. De repente, ya era tiempo de comenzar. Los carteles, pancartas y banderas bolivianas ya estaban en su sitio, y poco a poco la gente se fue acomodando. Unos adelante, otros atrás, cada uno con su ramo de flores. La misa estaba a punto de empezar. Silencio. El padre empezó la misa llamando a una reflexión: el mundo debe dejar de estar dominado por el odio. Todos asintieron y continuó con algunas lecturas de la Biblia. Finalmente, los presentes se dieron el saludo de la paz, el padre los bendijo, y bendijo la tumba de los caídos.
Delante de los asistentes, se encontraba Gloria Ardaya, única sobreviviente de la matanza de la calle Harrington. Acompañada por jóvenes activistas y por su familia, fue invitada a decir unas palabras al atrio improvisado del cementerio. Primero, dejó un ramo de flores multicolor sobre la lápida de sus compañeros y luego fue a buscar el micrófono. Fue un discurso de unos escasos minutos, pero de mucho peso moral. Gloria, nos recordaba, que el homenaje a los caídos el 15 de enero, no sólo se hace cada 15 de enero y no termina en el cementerio. Al contrario, el mejor homenaje que podemos hacer, es un compromiso diario y en todo lugar; es, unirnos al sueño de los compañeros y seguir la lucha. Decía Gloria Ardaya: “[…] Nuestra tarea, compañeros, es no sólo no olvidar. En ese momento nosotros peleábamos por la democracia. Ahora nuestra tarea es hacer que esa democracia sea mucho mejor; nuestra tarea es que no haya autoritarismo, que nosotros no seamos perseguidos por pensar diferente sino que con nuestro pensamiento contribuyamos cada día, cada minuto, a hacer de Bolivia una Patria grande como la soñaron los compañeros que dieron su vida el 15 de enero. […] Nuestra obligación es seguir con ese ejemplo y con esa lucha por muy pequeña que sea. Creo que todas y todos podemos intervenir. No hay iluminados. Somos nosotros, los acá presentes y otros que no están aquí, los que vamos a hacer verdaderamente una Bolivia libre.” Los aplausos rompieron el silencio del cementerio y luego todos se saludaron, sin importar que no se conozcan entre sí.
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Todos terminaron reflexionando, los que diríamos veteranos, como los jóvenes presentes que sólo conocían de la Harrington por los libros. Todos supieron que la lucha por Bolivia apenas comienza. Todos pusieron sus flores, ocho flores, una por cada caído. Ocho flores, por Ricardo, Artemio, José, Gonzalo, José Luis, Arcil, Ramiro y Jorge. Ocho flores con las que dijeron simplemente, Gracias compañeros.
Esta crónica la escribió Fernanda Verdesoto Ardaya, compatriota que participó del acto y todos compartieron que su crónica expresaba el sentido profundo del homenaje y lo asumimos como nuestro.
Por Fernanda Verdesoto Ardaya