Raúl Peñaranda U
Hace unos días el periodista Jaime Iturri, director de ATB, fue increpado por una persona en un restaurante de Cochabamba, donde, además, hizo que alguien grabara todo el hecho. El video circuló masivamente. Curiosamente, ciertos usuarios de redes sociales que son contrarios al Gobierno salieron en esta ocasión en defensa de Iturri. Los argumentos más utilizados fueron que no se puede ser intolerante y que quien realiza un “escrache” termina haciendo lo mismo que se le critica al MAS, es decir, asumir una perspectiva antidemocrática.
Yo tengo una posición distinta. En primer lugar, en este caso el “escrache” no se produce ante la posición política de Iturri, que es conocida, sino ante la percepción que una parte de la población tiene de él: que es un palo blanco, que se ha enriquecido rápidamente y que aprovecha de su cercanía con el poder para mejorar su posición personal. Ninguna de esas cosas ha sido probada, pero se mencionan con insistencia.
Iturri no es el único que ha sufrido ese tipo de situaciones en tiempos recientes. La hermana del Vicepresidente también fue insultada en público, lo mismo que la exministra Nemesia Achacollo o el exalcalde de Cochabamba Edwin Castellanos, el Cholango. Cuando se produjeron esas situaciones, los usuarios de redes sociales no salieron necesariamente en su defensa, como lo hicieron con el caso de Iturri. Habría que preguntarse por qué y la respuesta es que quizás Iturri no es considerado, propiamente, como un político o que en la mente de quienes lo defienden está el convencimiento de que no ha cometido delito.
Como sea, en ciudades donde el rechazo a Evo Morales fluctúa entre el 70 y 80% es admirable que estas cosas no sucedan con más frecuencia. Sí ocurren, pero no son siempre filmadas. Yo mismo fui testigo de cómo a un dirigente masista le gritaron “cobarde y ladrón” una vez en una calle de la zona Sur de La Paz.
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Yo no comparto la idea de quienes dicen que este es un acto de intolerancia. Si un ciudadano no puede gritarles unos cuantos insultos a las autoridades de turno (o a los periodistas del oficialismo), entonces no es democracia.
Hace poco, en un avión, el expresidente de Colombia Juan Manuel Santos fue insultado por una pasajera que le recriminaba por el acuerdo de paz. En Estados Unidos, el senador republicano Ted Cruz fue insultado por un grupo de clientes de un restaurante. El senador prefirió salir del lugar. En un avión también fue insultado Carlos Zannini, exautoridad del gobierno de Cristina Kirchner. Para no hablar de los miembros del gobierno de Nicolás Maduro, quienes al poner un pie en Madrid o Río de Janeiro son perseguidos a insultos. En fin, YouTube está lleno de esos eventos.
¿Qué tendríamos que hacer en esos casos ¿Pedirle a la señora del avión que no insulte a Santos y que apoye el acuerdo de paz ¿Decirles a los argentinos que no increpen a los kirchneristas (después sucederá con los macristas) ¿Demandarles a los activistas que no maltraten al senador Cruz En los años 90 y 2000 en Argentina los “escraches” (ellos inventaron la palabra) eran casi diarios. Iban hasta las casas de las autoridades y les tiraban basura en sus antejardines. A los argentinos les habían prometido justicia, pero en cambio habían sido perdonados los violadores de derechos humanos.
El otro argumento contra el “escrache” a Iturri es que quien lo hace “se vuelve un antidemócrata” y se convierte “en lo mismo que criticamos”. Francamente estoy en completo desacuerdo. El régimen y sus colaboradores violan la Constitución, no respetan el resultado del 21F, se roban hasta los ceniceros y meten a la cárcel a los inocentes. Y ahora resulta que gritarles en un restaurante equipara todo eso.
Donde no se puede gritar a los políticos es en Rusia, en China, en Cuba. Escoja un país no democrático y esas cosas no pasan, como tampoco suceden en naciones de democracias consolidadas, como Finlandia o Suiza. Y seguro que allí también.
En Bolivia, que todavía tenemos libertades, eso se puede hacer. Y quien considera que será fiel consigo mismo gritando un carajazo de vez en cuando, debe poder hacerlo. Me intriga el próximo viaje de avión de Ramiro Guerrero, el fiscal general. Si lo insultaran, ¿saldrían otra vez en su defensa ¿Algo así como “pobre fiscal, al final, sus razones habrá tenido para manipular la ley” El exceso de compostura no es necesariamente bueno.
Raúl Peñaranda U. es periodista.Fuente: www.paginasiete.bo