Tras una infancia de malos tratos y un divorcio motivado por infidelidades y excesos, la estrella de ‘Creed 2’ y ‘Aquaman’ se apoya en Greta e Ida.
Aunque en los últimos quince años ha estrenado una media de cuatro películas al año , su aparición en dos blockbusters como Aquaman y ahora Creed 2 ha hecho que Dolph Lundgren vuelva a estar muy presente en los medios de comunicación. Algunos medios hablan incluso de «uno de los regresos más inesperados» de la temporada. El actor sueco, una de las estrellas del cine de acción musculado que surgieron a la sombra de Arnold Schwarzenegger y Sylveste Stallone, está teniendo a sus 61 años lo que puede considerarse una gran segunda oportunidad. Gracias a sus recientes entrevistas a corazón abierto o también a su emocionante TED Talk, ahora se sabe que detrás aquel impresionante hombretón que intepretaba imperturbable a Ivan Drago, el rival soviético de Stallone en Rocky IV, había una ser humano vulnerable y marcado por los malos tratos.
Lundgren, cuyo verdadero nombre es Hans, se crió en Spanga, una localidad sueca próxima a Estocolmo. Su padre, un ingeniero y economista, ejerció sobre él violencia física y psicológica, igual que con su madre, profesora de lengua. Sucedió de forma continua hasta que a los 13 años se marchó a vivir con sus abuelos. La herida ya era profunda para entonces. Lundgren se había convertido en un niño inseguro y desconfiado que buscaba en los deportes de contacto físico y las artes marciales la manera de dar salida al dolor y la rabia que sentía.
Cuando llegaron los éxitos y la fama sobrevenida las cosas no mejoraron. Asegura Lundgren que entró a la premiere de Rocky IV, su primer papel relevante, siendo poco menos que «el guardaespaldas de Grace Jones» y salió convertido en una estrella al nivel del propio Stallone. La relación sentimental que mantenía con la diva jamaicana, que le había introducido en la escena de Studio 54 y la Factory de Andy Warhol, no aguantaría más que unos meses. A la cantante le devoraban los celos profesionales, pero también los otros. Todas querían acostarse con su novio, y él quería acostarse con todas. Lundgren aseguró a The Sun que participó en orgías junto a «cuatro o cinco mujeres». Entre sus novias más célebres estaría Paula Barbieri, modelo, actriz, playmate y la pareja de O. J. Simpson cuando se produjo el asesinato de Nicole Brown y su amante.
Por mala suerte, falta de talento interpretativo o ser el final de un ciclo histórico, el que aupó el cine de tipos cachas a lo más alto de la taquilla, ni su papel como He-Man en Masters del Universo ni la tentativa de convertirse en un personaje de Marvel con The Punishercontribuyeron a convertirle en una estrella de primera línea. O bien secundario reconocible, casi siempre villano, en productos como Soldado universal y Johnny Mnemonic, o protagonista de películas de serie b, Lundgren se consolidó y alcanzó cierta estabilidad profesional. Coincidió también con el momento en el que se casó con la diseñadora de moda y joyería Anette Qviberg. Era 1994 y durante su viaje de novios descubrieron Marbella. Era la primera parada de un recorrido que iba a llevarles hasta La Rioja y el norte de la Península Ibérica, pero se enamoraron de aquella ciudad en la que ya era alcalde Jesús Gil y Gil y decidieron quedarse allí. Pensaban que viviendo fuera de Hollywood podrían llevar una vida más normal, alejada de las tentaciones y malas influencias, un lugar perfecto para formar una familia. Aunque nacidas en Estocolmo ambas, las dos hijas del matrimonio, Ida (22 años) y Greta (17) se han criado en la localidad malagueña.
A medida que Lundgren comprobaba que sólo trabajaba en subproductos lanzados directamente en vídeo, afloraron los fantasmas de pasado. Se refugiaba en el alcohol –asegura que nunca tocó la droga, incompatible con su exigente entrenamiento– y caía en una infidelidad tras otra. En 2011 se divorció de su mujer. Había tocado fondo un poco antes. Su amigo Sylvester Stallone acudió al rescate y le llamó para aparecer en Los mercenarios junto a viejas glorias como Schwarzenegger, Bruce Willis o Mickey Rourke.Hacía mucho tiempo que no participaba en una película que llegaba antes al cine que a la sección de dvds.
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Para entonces Lundgren ya había tomado una de las mejores decisiones de su vida: hacer terapia. Su padre había muerto en 2000 pero todavía tenía una cuenta pendiente con él. Gracias a la meditación y el análisis de las emociones reprimidas consiguió perdonarle. Ya estaba preparado para recuperar el contacto con sus hijas, unas adolescentes que también habían sufrido su ausencia. Estando él fuera de casa, en la mansión que los Lundgren vivían en Marbella, unos ladrones entraron, las retuvieron y amordazaron mientras examinaban qué llevarse de la casa.
Ahora que ha llegado su gran regreso, tan improbable como emocionante una vez que se conoce la historia de un hombre acostumbrado a interpretar personajes unidimensionales, Dolph Lundgren ha querido que sus hijas también tengan un papel protagonista a su lado. Las dos le acompañaron al estreno de Aquaman y recorrieron junto a él la alfombra roja. También su madre, Anette, con la que Dolph mantiene una buena relación, y que coincidió con la pareja de su ex, la campeona de karate Jenny Sandersson. Greta es todavía una adolescente que se divierte junto a sus amigas en las discotecas de Marbella, por lo que para ella todos esos eventos son casi un juego, una excusa para hacer stories en Instagram. Ida, representada por la agencia Elite en Nueva York, Wilhelmina en Los Ángeles y Milk en Londres, en cambio ya sabe que quiere ser modelo y actriz; ha hecho pequeños papeles en algunas películas de su padre, que además de interpretar, escribe, produce y dirige. En la premiere londinense de Creed II, la película en la que ha podido explorar el trauma de Ivan Drago, el personaje que le convirtió en una estrella y al que debía la oportunidad de redimirse, su hija mayor acaparó casi tantos flashes como él.
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Fuente: revistavanityfair.es