Marcelo Ostria Trigo
En 1987, el escritor Wálter Montenegro publicó su excelente libro Oportunidades perdidas. Se refería a los fallidos intentos de 1895, 1950 y 1975 para resolver, con Chile, el problema de la mediterraneidad. Pero las frustraciones por las ocasiones desperdiciadas no se circunscriben a la mediterraneidad. En las tres décadas pasadas hubo también otros fiascos igualmente dolorosos. Éstos son, entre varios, tres ejemplos:
En los años 90, la Lithium Corporation of America (Lithco) se interesó en la explotación del litio del Salar de Uyuni, una de las mayores reservas del mineral en el mundo. En 1992 suscribió con el Gobierno de Bolivia un contrato de riesgo compartido. Muy pronto –se le hicieron demandas excesivas, según la empresa– abandonó el país, trasladándose al Salar del Hombre Muerto, en Catamarca (Argentina) y ahora explota litio a través su subsidiaria Minera del Altiplano S.A. Ya en 1997 se afirmaba que Argentina iba en camino de convertirse en el tercer productor de litio, después de Estados Unidos y Chile. “La expectativa (…) de Minera del Altiplano es alcanzar una producción anual de 25 millones de libras de carbonato de litio y 12 millones de libras de cloruro de litio”; “la producción se destinará, un 95%, a los mercados externos, principalmente a Estados Unidos. Los envíos se harán por el puerto chileno de Antofagasta. Sólo un 5% del litio del Salar del Hombre Muerto será absorbido por el mercado local” (La Nación, Buenos Aires, 20/08/1997).
A más de 17 años de la salida de la Lithco, el Salar de Uyuni sigue inexplotado. Aunque renació luego el interés en el litio, el Gobierno de Evo Morales se apresuró en anunciar que la explotación de este mineral sería de responsabilidad del Estado. El mensaje no es alentador para potenciales inversionistas.
En la década de los 90 también se reveló que Bolivia tenía las más grandes reservas de gas natural de América del Sur, después de las de Venezuela. El gas boliviano no sólo sería exportado a Brasil, sino también a otros mercados, incluso a México y a California. Para ello se requería instalar una planta procesadora de gas junto a un puerto marítimo. Bolivia inició negociaciones con Chile para ubicar la planta en el puerto de Patillos, pero pronto, en octubre de 2003, vinieron furiosas protestas y, finalmente, esa posibilidad fue abandonada.
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En Perú también hay importantes yacimientos de gas. Y su Gobierno avanzó en un proyecto exportador. Ahora se informa de que, en 2012, Perú exportará 165 mil toneladas de gas natural licuado, producido en la planta de Pampa Melchorita, que “ya entró en su fase operativa normal y ello implica que está en capacidad de enviar un cargamento de gas natural licuado a la semana” a diversas partes del mundo (La Hora, 10/02/2011). Mientras tanto, las reservas de gas de Bolivia se esfuman.
Otra decepción: ya no se instalarán en Bolivia las proyectadas plantas de urea y amoniaco en Villa Montes, Carrasco y Puerto Suárez. En cambio se lo hará en Uberaba, Minas Gerais. “Esta noticia no es nueva… ya en 2010 Brasil hizo saber su interés de desarrollar su propia industria de fertilizantes –especialmente urea y amoniaco– (…), ante la demora del Gobierno boliviano de impulsar proyectos de industrialización del gas en territorio propio” (Osman B. F. Montalvan Filho. Planta de urea en Brasil. Oportunidad perdida para Bolivia).
Las oportunidades perdidas aumentan, junto a nuestra frustración.
El Deber – Santa Cruz