Marvel Flores carga el cuerpo sin vida de una niña. Foto:Javier Mamani / APG
“La gente veía el cuerpo de la niña y lloraba”, dice Marvel Flores, el bombero voluntario que fue retratado en una foto cuando cargaba el cadáver de una pequeña de 12 años, que era una de las víctimas del deslizamiento del sábado en la ruta Caranavi-La Paz.
Tiene 34 años y está a punto de concluir su carrera de Arquitectura. Relata que cuando se paró por un momento a tomar aire, él no sabía que un fotoperiodista capturaba la escena. “Es más, cuando vi pasar al fotógrafo por ese lugar quise hacerme a un lado”, dice Flores.
Recuerda que viajó al sector de manera inesperada. “Sólo llevé mi uniforme a la unidad. Me indicaron que debía alistarme porque había un accidente”, dice. Asegura que en un principio creyó que era una emergencia de rutina, pero no fue así. “Fue terrible”, relata.
Cuenta que en 10 años de trabajo como bombero voluntario en esa unidad se encargó de llevar cuerpos sin vida de más de un centenar de personas, pero siempre en camillas o en una camioneta, pero esta vez la situación era diferente. “Ahí debíamos cargarlos porque teníamos miedo que (los cuerpos) se vuelvan a enterrar porque parecía que persistía el deslizamiento”, indica.
Cuando se rescató el cuerpo sin vida de la niña fue colocado en un sector, pero la gente que pasaba veía el cadáver y lloraba. “Ahí nos ordenaron que saquemos el cuerpo, pero nadie quiso, yo me ofrecí y lo cargue”, dice.
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Explica que esta vez “como nunca”, mientras él cargaba el cuerpo de la niña senda arriba sobre su espalda sentía que escuchaba la voz de una pequeña que le decía: “Dónde está mi mamá. Mi mamá”. “Sentía que su piel rosaba con la mía y su sangre se untó en mi ropa”, dice.
En la foto que se viralizó en las redes sociales se ve a Flores descansando con el cuerpo de la pequeña descalza sobre su espalda. Se ve triste y con el uniforme y botas cubiertas de lodo y tierra.
Flores dice que efectivamente estaba cansado y que en dos oportunidades solicitó ayuda para cargar el cuerpo, pero no tuvo respuesta. “Tardé una hora en llegar a la plataforma”.
“En mi paso, algunas personas me miraban, lloraban y otros me daban agua. Un poco más arriba, un suboficial me miró y se puso a lagrimear y sólo me gritó: ‘carajo, seguí subiendo, seguí subiendo’ y yo subí”, relata.
Página Siete / La Paz
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