MarceloS. Dabdoub Peña.
Mientrasque la intelligentsia de la regiónNorte del país debate sobre un supuesto elitismo del Mesismo como posible causa para su caída en las últimas encuestas,desde la región Oriental no dejamos de sorprendernos sobre el contenidocentralista de la discusión y su elevado “paternalismo regional”.
Espues realmente curioso para cualquiermillenial del oriente boliviano (y quizás de todo el país), leer sobre lacategoría social del colegio San Calixto de La Paz, sobre quiénes merecen ser “mestizos”,sobre los distintos tipos de educación basados en el origen racial (¿Será queaprender inglés es para la educación “blanca” elitista? ¡Agárrense entonces losque saben alemán!).
Aparentementela lucha de clases sigue más vigente que nunca, motivo de felicidad paracualquier intelectual de corte neo-marxista.
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Elejercicio que hace el destacado intelectual Fernando Molina en su artículo “Unasociología del mesismo”, así como la réplica de la también destacada periodistaAmalia Pando son seguramente interesantes en la región Norte, más no lo son enel Oriente.
El carácter elitista del Mesismo preocupa a pocos y a nadie en el Oriente del país. La discusión sobre la lucha de clases, muy apreciada en círculos de izquierda, nunca ha tenido un rol protagónico en esta región.
En la tierra cuyos habitantes fueron descritos por René Moreno como “Hermosos como el Sol y pobres como la Luna”, no ha desaparecido aún la última generación que compartió pobreza, la de las calles arenosas. Hablar de élites para esa generación es considerado prácticamente un insulto a sus años mozos.
Enel vernáculo oriental, las palabras explotación y expropiación suenan bastanteextrañas. Más común y propias son las palabras esfuerzo, trabajo, propiedadprivada y progreso.
Elmito del “Camba flojo”, el que gusta tanto de la hamaca, no fue más que uncómodo artilugio andino parajustificar el abandono del centralismo a las diversas necesidadessocioeconómicas de la región oriental del país.
Conuna visión más oriental de la discusión, exploremos no sólo los motivos para eldescenso de Carlos de Mesa, sino también del posible “desplome” (ceterisparibus en el escenario político de oposición) de la intención de voto de estecandidato en el Oriente boliviano.
Lasociedad oriental en general, especialmente los electores más jóvenes (que sonla mayoría), no son usualmente víctimas de ideologías. Tienden a serpragmáticos y a buscar soluciones efectivas a sus problemas personales y a losde la sociedad, libre de tintes políticos.
Entodos sus estratos sociales, a pocos interesa la lucha de clases, menos aúndiscusiones sobre mestizaje o razas. Pues saben que la ascensión social estágarantizada a través de la acumulación de riqueza, sabiduría y/o valentía.
Loque el elector común del Oriente persigue son la recuperación de la democraciay mejoras tangibles en su calidad vida: Caminos, salud, educación, seguridadciudadana y mejores índices de crecimiento de la economía regional.
Enlos últimos años ha aumentado el sentimiento de revanchismo hacia elcentralismo andino. La lucha por la Autonomía Departamental no llegó a losresultados esperados, y la culpa la tendrían los centralistas de La Paz.
Setiene la percepción que Santa Cruz está pagando la fiesta Masista, y quesustenta económicamente al centralismo y a regiones andinas empobrecidas. Todoesto en desmedro de necesidades regionales propias y de su futuro desarrollo.
Laélite oriental (y sí, existe una que ahora es la más poderosa del país), por sulado, comprende que su región tiene la hegemoníaeconómica y cultural en Bolivia, faltando únicamente la política. La misma que es inevitable, siobservamos las tasas de crecimiento demográfico y económico de Santa Cruz. Elinterés de la élite local es de sólo acelerar este proceso y minimizar losdaños del centralismo a su desarrollo económico.
Esto,junto a una historia de atropellos y engaños centralistas, convierten a todoslos estratos sociales del Oriente boliviano prácticamente en aliados, en una unidad política que comprende que lasolución para sus necesidadessólo sepuede dar a través de una profunda descentralización del funcionamiento delEstado boliviano.
Noes un secreto lo que realmente quiere la Región del Oriente: Control total ydepartamental sobre salud, educación, seguridad ciudadana, infraestructura,impuestos, recursos naturales departamentales, para nombrar a los más importantes.El Estado Central debe reducirse a uno de naturaleza minarquista.
¡Quecada departamento pague a conveniencia para su propia fiesta! Esto tambiénaceleraría el proceso de hegemonía política regional.
Aquíes cuando comienzan los verdaderos problemas de Carlos de Mesa como candidatopresidencial.
Consideradopor la élite oriental como “anti-cruceño”, adjetivo merecidamente obtenido porsu actuar durante las Luchas Autonómicas, no podrá acogerse a la recuperaciónde la democracia y al principio de “votar por el mal menor” (Evo Morales seestá encargando de reducir este aspecto en el Oriente a través de concesionesde cualquier índole). Su hoja de vida demuestra claramente su vocacióncentralista en el ejercicio del poder. Por otro lado, sus colaboradorescruceños “senior” no se destacan en lo absoluto por su compromiso hacia ladescentralización regional. Algunos incluso son considerados como “ayucos” delcentralismo andino. Los más jóvenes, que se acercaron al Mesismo por ingenuidadu oportunismo, aunque quizás muy capaces, no tienen suficiente reconocimientode la sociedad para influir en el voto.
Silas candidaturas de oposición y el escenario político no sufren cambiosdrásticos, a medida que se acerque el día de las elecciones y aumente la guerrasucia, la agenda política regional del Oriente cobrará cada día más fortaleza.Al ofrecer todos los candidatos “democracia”, el elector oriental se acercará y,finalmente votará, por los candidatos y partidos que incluyan medidas radicalesde descentralización en sus programas de gestión y posean ese “historialdescentralizador”.
Carlosde Mesa lleva, por el momento, la retaguardia en este transcendental aspecto.Su “historial centralista” tampoco lo perdonará.